Como al personaje bíblico, a Moisés Pérez Marco le gusta la montaña. También el cine, «manifestación de la cultura contemporánea donde la cuestión religiosa está muy presente», dice. Nació hace 35 años en Benavides de Órbigo (León). Ordenado sacerdote hace un año, a los 25 entró en los dominicos, la Orden de Predicadores.

Antes era agnóstico y estudiante de Filosofía. Preguntándose por todo se encontró con Dios.


- Estudiaba Filosofía en la universidad y entablé amistad con un profesor dominico. Al principio eran unos buenos amigos; con el tiempo, despertaron en mí una inquietud vocacional.


- Esa fue una de las cosas que más me gustaron de la Orden: su insistencia en la Filosofía y la Ciencia. Así descubrí una relación entre religión y cultura.


- Nuestro fin es la predicación, llevar al mundo la Gracia de Dios.


- Lo que se predica es lo mismo: la vida de felicidad, de plenitud que nos ofrece Dios. Pero en cada momento histórico tiene que adaptarse. Es el principio de la encarnación; tiene que convertirse en palabra razonable y verosímil para cada momento.




- Por el contacto directo. Santo Domingo descubre que lo más importante es el testimonio personal de vida. Nuestros primeros conventos se llamaban casa de predicación, pues la comunidad ya es una predicación.

- Hay una falsa imagen de Dios. Lo noto cuando hablo con mis amigos ateos. Lo mismo pasa con la Iglesia. Una idea basada en una imagen social, que desvirtúa esa imagen. Pero todos tienen necesidad de Dios, de vida espiritual.


- Se piensa en Dios como enemigo del ser humano que contradice lo que es el hombre. Pero Dios es favorable al ser humano. «La gloria de Dios es que el hombre viva».

- He tenido que dejar cosas, pero he encontrado muchas otras. Renuncias a una pareja, a tener hijos, a una carrera, y te lanzas a no sabes muy bien dónde, pero nunca me había sentido tan libre como cuando decidí entrar en la Orden, y eso que llevaba una vida normal. Trabajaba, estudiaba, viajaba…


- Descubrir que esta vida me daba lo que necesitaba.


- Dios es el Dios de la encarnación, que asume la naturaleza humana y nos dona su gracia. Quiere que vivamos la vida trinitaria del amor. Un Dios que convierte al ser humano en un ser divino.


- La gran intuición de los pensadores dominicos de la Escuela de Salamanca fue esa: ver seres humanos en aquellos seres que se encontraban en los territorios que se descubrían, ver esa huella de Dios, y que esto estaba por encima de cualquier legislación.



- El predicador tiene que empaparse de la capacidad de expresar con los símbolos de cada época, y hay que traducir.


- Sí, la predicación es el esfuerzo por traducir el Evangelio a una sociedad, y también es criterio para purificar los símbolos de esa sociedad. Al mismo tiempo, el Evangelio enriquece, dota de una capacidad simbólica nueva que permite expresar, vivir, la humanidad más plenamente.


- En la evangelización es muy importante que las personas descubran la presencia de Dios en sus vidas y cultivar su relación con Él. Hacer que el Evangelio sea la palabra más profunda de su corazón. La predicación tiene que despertar esa palabra.


- El principal medio de predicación es dedicarles tiempo, oír sus inquietudes antes de decirles nada. Y dentro de su mundo, arrojar la mirada del Evangelio. Hacerles ver que Dios se cuela por una rendija y lo transforma todo.