El pasado 2 de mayo, durante la ceremonia de graduación de la Dillard University de Nueva Orleáns (tradicionalmente vinculada a la comunidad negra), Denzel Washington pronunció un discurso de neto contenido religioso y moral , instando a los recién licenciados a "poner a Dios en primer lugar en todo", a "arrodillarse y dar gracias" por todo lo recibido y a experimentar el "egoísmo" de hacer el bien a los demás, que es lo que "mayor satisfacción" produce.

El actor, de 60 años, ganador de dos Oscar (en 1989 por Glory [Tiempos de gloria] y en 2001 por Training Day), es hijo de un pastor, miembro destacado de la principal comunidad pentecostal del país, la Church of God in Christ, y lee la Biblia a diario. Se casó en 1983 y tiene cuatro hijos, y en alguna ocasión confesó que ha pensado en ser predicador, como su padre.

Elocuencia, desde luego, no le falta, y lo demostró arrancando su intervención, tras algunos toques de humor, con una apelación muy directa: "Voy a contar sólo dos cosas. Número uno: poned a Dios en primer lugar. Todo lo que veis en mi, todo lo que he logrado, todo lo que creéis que tengo, todo lo que he tenido es por la gracia de Dios. Entendedlo. Es un regalo". Y tras señalar que tener siempre a Dios presente le ha permitido ser humilde, afirmó: "No siempre le fui fiel, pero Él siempre me fue fiel a mí. Así que sed fieles a Él en todo lo que hagáis".

En la segunda parte, Washington repitió algunos de los conceptos vertidos hace un año en un motivador alegato ante un grupo de actores. En particular, recordó a los alumnos y familiares de alumnos que le escuchaban que nunca verán "un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre", para sugerir el desprendimiento de los bienes materiales y su utilización en bien de los demás.