El sábado 27 de septiembre, la Iglesia beatificó a Álvaro del Portillo, primer sucesor de San Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei.

A menudo sus biógrafos destacaron que era un hombre que trasmitía paz. Lo que pocos saben es que, de joven, por lo que llamaba la atención era por su arrojo y valentía.

Durante el tiempo en que estuvo en el Ejército, sus compañeros le recordaban porque era el que se subía a las rocas más altas para tirarse al agua, y por su valentía a caballo, pues no dudaba en hacer que su caballo saltase muros altos.

Así lo relata John Coverdale, historiador norteamericano y autor de su biografía “Saxum”, que ha acaba de ser editada por Palabra (puede adquirirse aquí).

En una entrevista que publica la revista Mundo Cristiano de octubre, Coversale subraya: “Me sorprendió saber que durante su breve período de servicio como oficial de ingeniería en el Ejército tenía fama por su audacia al tirarse al agua desde rocas altas, y por montar a caballo saltando muros de piedra. Pueden parecer anécdotas insignificantes, pero contrastan tan bruscamente con la serenidad tranquila y el buen juicio que caracterizaron su vida después, que me lleva a pensar que gran parte de su característica moderación y equilibrio era una cuestión de virtud, en lugar de temperamento”.

En el libro también relata que también destacó durante su etapa militar por su determinación para ir a Misa.

Cuando estuvo destinado en el pequeño pueblo de Fuentes Blancas, muy cerca de Burgos, tenía que levantarse antes del amanecer para ir a Misa a un monasterio cartujo cercano.

Aunque cercano, cada mañana debía caminar varios kilómetros por caminos en mal estado, con barro y con un frío helador.

Su ejemplo era tan llamativo, cuenta Coverdale, que pronto algunos compañeros se sintieron movidos a acompañarle a Misa.

Al finalizar los dos meses de campamento, unos treinta militares iban con él a Misa todos los días.

Coverdale destaca de la personalidad de Álvaro del Portillo su fidelidad.

Explica: “Practicó en un alto grado toda la gama de virtudes. Si no lo hubiera hecho, la Iglesia no lo habría declarado beato. No obstante, sí es cierto que la fidelidad brilla de manera especial. A lo largo de su vida, fue fiel a Dios, a la Iglesia, a su vocación, al Opus Dei, y a San Josemaría. En una serie de cartas escritas en la primera mitad de 1939, durante los últimos meses de la Guerra Civil, San Josemaría se dirigía a él como “Saxum”, roca, en quien se podía confiar”.




El historiador norteamericano hace referencia a un papel quizá menos conocido del primer Prelado del Opus Dei, su participación en el Concilio.

“Creo que se necesita una mayor investigación histórica para apreciar adecuadamente su papel en el Vaticano II", asegura. "Sabemos que, como secretario de la comisión que elaboró el decreto Presbyterorum Ordinis, jugó un papel importante en la redacción de ese documento”.

Añade: “Don Álvaro trabajó en un buen número de comisiones antepreparatorias del Concilio. Parece lógico suponer que su presencia durante esa primera fase contribuyese decisivamente a fijar algunos de los aspectos más característicos de la doctrina conciliar, sobre todo la llamada a la santidad a todos los hombres, y el papel activo de los laicos en la vida de la Iglesia. Estos son, en definitiva, los aspectos centrales del espíritu del Opus Dei que don Álvaro había estado viviendo, y enseñando a otros a vivir, desde mediados de los años treinta”.

Además, el historiador pone énfasis en “las contribuciones que hizo, sin duda, tanto a través de su amistad personal con muchos padres conciliares y expertos, como al presentar a muchos de ellos a San Josemaría. Sabemos que don Álvaro estaba cerca de muchos de los participantes en el Concilio, hasta el punto de que varios de ellos le pidieron que fuera su confesor cuando estaban en Roma. No cabe duda de que él hablaba con ellos de manera informal sobre el espíritu del Opus Dei, y concretamente acerca de su mensaje sobre la llamada universal a la santidad y del papel de los laicos en la Iglesia. También presentó a muchos de ellos a San Josemaría, y les dio así la oportunidad de aprender acerca de estos rasgos característicos del espíritu del Opus Dei directamente de su fundador”.

Para Coverdale, la muerte de San Josemaría supone un desafío en la vida del nuevo beato: “A la muerte de San Josemaría, don Álvaro, que había pasado toda su vida en las sombras y, en gran medida, en silencio, tenía que convertirse en el centro de la atención, tenía que hablar. Me parece evidente que no era tan fácil para él. Más aún, de ser ayudante y asesor imprescindible, pasó a ser quien tenía que tomar decisiones y dirigir. Contaba en gran medida con la guía del Espíritu Santo y con la ayuda de San Josemaría desde el cielo, pero eso no cambia el hecho de que él tuviera que ser quien marcara el rumbo del Opus Dei”.

Coverdale, que durante varios años convivió con Álvaro del Portillo en Roma, ha elaborado “Saxum. La vida de Álvaro del Portillo”, a partir de entrevistas en profundidad con monseñor Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei, y con documentos y datos de las principales biografías publicadas hasta ahora.