Hace tres años puso la cartelera de cine patas arriba con La última cima, rompiendo la taquilla con un documental sobre un sacerdote cuando más arreciaban las críticas y las sospechas sobre cualquier cura del mundo.

El próximo 5 de diciembre estrena su último trabajo, titulado Mary’s Land (La Tierra de María), un largometraje en el que Juan Manuel Cotelo se disfraza de Abogado del Diablo para retar al espectador a descubrir en su interior si Dios tiene impacto en su vida, o si no. Como dice el cartel de la película: “¿Y si no fuera un cuento de hadas?”.




-Sí, reconozco que los analistas tienen un problema con Mary’s Land. Hace poco tuvimos que rellenar el formulario de candidatura a los Premios Goya y había que escoger entre "ficción" o "documental" y no se podían marcar las dos casillas... ¡qué dilema! La película mezcla ambos conceptos, sin límites que los separen.

»Empieza con pura ficción, pero un personaje ficticio salta a la realidad. Es algo divertido, un juego creativo y no me preocupa cómo llamarlo. Lo único que importa es que el espectador se emocione, disfrute, ría, llore, reflexione... sin tener en cuenta esas clasificaciones que sólo interesan a los teóricos del cine.


-Yo no lo elegí. Surgió. Todo el proceso creativo de Mary`s Land ha estado abierto hasta el último día. No hicimos la película cuando ya sabíamos cómo queríamos hacerla, sino que hemos tomado decisiones según avanzábamos.

»Me entusiasma trabajar con esa libertad, porque te das la opción de innovar a medida que avanzas. Si partes de un concepto cerrado, huyes de los descubrimientos y de la creatividad. Así hicimos también La última cima. Teníamos como punto de partida a un buen cura que habíamos conocido y cuya vida despertaba a su alrededor esperanza y actos de amor. Pero no sabíamos qué película saldría de ese punto de partida.

»En este nuevo proyecto, teníamos la inquietud de conocer la acción de la Virgen, hoy, en el mundo. Y hemos acabado haciendo una película sobre las consecuencias que se derivan de volver a poner a Dios en el centro de nuestro corazón. No son dos cosas distintas, puesto que María nos lleva a Jesús.


-Porque a todos nos gustaría despejar las grandes incógnitas, dotando de sentido a la vida. Dudar es humano, natural. Enfrentarte a tus dudas te permite crecer.

»Cuando encuentras a personas que viven con paz y fortaleza, superando rencores y miedos, deseas saber si las recetas de su vida también son aptas para ti, para cualquiera. Por eso, la película está dedicada "a los que buscan." Sólo el espectador que no busque respuestas, se sentirá defraudado, porque no le interesará la investigación planteada. No verá la aplicación de la película a su propia vida.


-En el amor. Es la misma diferencia que existe entre un matrimonio que se quiere de verdad, y uno que solamente se respeta, sin agredirse. Hay un abismo entre esos dos modelos de relación. El amor marca la diferencia. Dios no quiere que nos limitemos a cumplir normas, a saber que existe y debatir o pensar sobre la Biblia... quiere que le amemos y que nos amemos.

»Sin amor, la fe es una teoría que se firma, un rasgo cultural frío y estéril, una conversación entre eruditos, sin consecuencias prácticas. La medida del amor es el termómetro de la fe verdadera. Esto no va de quién es más listo o sabe más teología. Si aceptas el amor recibido y aprendido de Jesucristo, tu vida se transforma en una vida de amor, de perdón, de generosidad, que cualquiera puede constatar.




-Refleja la realidad de mi propio itinerario de fe, que hace unos años ignoraba por completo ese lugar y hoy, en cambio, es un hito destacado en mi camino hacia Dios.

»La primera vez que oí hablar sobre Medjugorje fue en Puerto Vallarta, México, hace ocho años. Luego me hablaron de ese pueblito, en muchos otros lugares de Europa y América, sin que me afectara ni me interesara en absoluto, por doble motivo: porque siento un rechazo inmediato a los lugares aglomerados, y porque no he sido educado para creer en apariciones, ni en milagros, ni me han abierto el corazón o la mente a hechos que se salgan de lo rutinario.

»He sido el prototipo de creyente alérgico a todo fenómeno extraordinario, lo cual es una contradicción enorme, puesto que toda acción de Dios es extraordinaria, aunque sea silenciosa: la encarnación de Dios, una sola misa, una confesión, un bautizo, ¡son hechos tan extraordinarios!, que cuando los miras en su dimensión real, te conmueves hasta los tuétanos.


-Ese es el problema, que nos acostumbramos a lo más grande y milagroso, y lo acabamos considerando "ordinario". Nos parece "normal" que Dios se haga alimento, que Cristo se entregue cada día por mí, que un sacerdote sea instrumento capacitado por Dios... y tantas cosas maravillosas que tenemos al alcance de nuestra mirada envejecida, caducada.

»Hemos encerrado todo eso en el cajón de "lo ordinario"... y así nos va: tibios, aburridos, con una fe repelente, que rechaza todo lo que nos saque de la rutina cómoda. Cabezas pensantes, con el corazón dormido.


-Medjugorje es una de esas realidades extraordinarias, vestidas de sencillez y humildad, pero con potencia demostrada para transformar cualquier vida, para despertarnos a los tibios. Las conversiones sucedidas en Medjugorje no son un acto de fe, sino un hecho que puede constatar cualquier notario. Si de verdad te atreves a investigar, sin prejuicios y sin miedo, sobre la acción de la Virgen, hoy, en el mundo, acabas pasando por Medjugorje, aunque empieces tu investigación en Taiwan.

-Un día acabé yendo allí, con todos mis prejuicios a cuestas, y regresé renovado, consciente como nunca de la necesidad de dejar que Dios llegue al centro de mi corazón, sin quedarse en la fachada. Podía haber sucedido en otro lugar... pero sucedió en Medjugorje.


-Este es un proceso abierto, fuera de control. No trato de dominar la acción de Dios en mi propia vida. Le pido que, lo que tenga que ser, sea. Que yo no lo frene con mis dudas, con mis miedos, ni con los cálculos de mi mente enana. Procuro vivir el día a día, dejándome llevar por su mano suave, nunca brusca. Medjugorje ha sido y es para mí un regalo de tamaño descomunal, en mi vida y en la de mi familia. Un regalo que llegó por sorpresa, que no caducará, aunque nunca más regresemos por allí.


-Ni hay prisa en que eso suceda. Me encanta la sabiduría, la prudencia y el ritmo con el que actúa la Iglesia, en todo proceso de investigación. Es algo que nos libra de nerviosismos y juicios precipitados, derivados del entusiasmo pasajero y de la emotividad pura.

»Pensemos en el proceso de beatificación de alguien. Yo puedo pensar que mi padre, mi hermana, mi abuela o mi tío son santos y están en el Cielo. Puedo estar convencido de ello, puedo rezarles, con una seguridad moral profunda, avalada por mi experiencia personal. Lo que no debo hacer es pintar sobre su foto una aureola, ni meter su figura en una hornacina, hasta que la Iglesia investigue y descubra la santidad de su vida.

»Al final del proceso, puede suceder que declare: "Sí... esa persona es santa... y no es una opinión entusiasta ni precipitada, sino que la conclusión viene avalada por una investigación humana y por una intervención divina, por un hecho inexplicable por causas exclusivamente humanas, un milagro." Sin esa firma inequívoca de Dios, la investigación concluye de otro modo: "No sabemos si esta persona está en el Cielo o no, sólo Dios lo sabe."

»En el caso de las apariciones de la Virgen, el proceso es similar. Se investiga, sin poner en duda el testimonio de las personas, pero esperando encontrar la huella inequívoca de Dios, en factores sobrenaturales, milagrosos. Sin esa constancia, que supere la mera sospecha, la Iglesia calla. Hoy por hoy, el juicio prudente, sensato y sabio de la Iglesia sobre Medjugorje, es ése. La investigación sigue abierta y veremos cómo y cuándo concluye. La primera y la última palabra, en las iniciativas de Dios, la tiene Dios.


-Pues lo mismo que si dice lo contrario. No van por ahí los tiros de la investigación planteada. Hubiera sido un error estúpido caer en esa investigación de hechos externos pasando de largo ante lo esencial: Es una investigación "de asuntos internos". ¿Esa mujer es mi madre, sí o no? ¿Puedo hablar con Ella aquí, donde estoy ahora, o necesito irme a un templo? ¿Cómo puedo hablar con Dios, si no le veo? ¿Puedo amar a Dios en medio de mi sufrimiento? ¿Es un Dios para los buenos o también aspiro a su misericordia si he cometido atrocidades? ¿Qué tengo que ver con Cristo? ¿Qué relación tiene su muerte con mi vida? ¡Ésas son las preguntas que se plantean en la investigación, no si se aparece o no la Virgen en Bosnia!

»La película va a las esencias, como hace y dice el Papa Francisco, sin quedarnos en lo anecdótico ni en lo circunstancial. Por supuesto, mencionamos esos hechos sorprendentes que la Iglesia conoce e investiga en Medjugorje, sin miedo a la verdad, pero la mirada apunta más allá de lo noticioso.

»Va al interior del ser humano, a nuestra relación con Dios y con la Virgen, a quien la Iglesia reconoce y declara como Madre de todos los hombres, sin excepción. Uno de esos hijos es el Abogado el Diablo, protagonista de la película.


-Esta pregunta es muy divertida. No es usted el primero que se lo plantea. Le voy a contar algo: hace unos meses fui invitado por el Vaticano para intervenir en un acto organizado con motivo del Año de la Fe. Aprovechando ese viaje, pedí a una autoridad eclesiástica de mucha responsabilidad -no era el Papa, tranquilo- que viera la película, por si me recomendaban alguna corrección.

»Lo cierto es que yo tenía tranquilidad absoluta al respecto, sobre todo tras escuchar al Papa cómo animaba a todos a evangelizar, sin miedo. Les pidió a los obispos, en Río de Janeiro, que confiaran en los jóvenes, aunque se arriesgaran a "hacer macanadas". Dijo que "también los Doce Apóstoles las hicieron." Bueno, el caso es que el Papa invita a la libertad, no al control ni al miedo... pero junto a mí había personas cercanas que estaban cagaditas de miedo por la sola mención de la palabra "Medjugorje" en la película. Por eso quise que vieran la película en Roma, no para tranquilizarme, sino para tranquilizarles.


-Fue contundente: "¿Necesita usted permiso para contar que hay conversiones en Valencia? ¿Verdad que no? Pues tampoco necesita permiso para contar lo que sucede en Medjugorje. ¿Necesita permiso de la Iglesia para entrevistar a alguien, piense lo que piense o diga lo que diga? Pues tampoco pida permiso para entrevistar a quien diga que ve a la Virgen.

»No espere que el Papa, ni yo, ni nadie, ejerzan sobre usted o su película una censura que hace tiempo desapareció en la Iglesia. Actúe con libertad, en conciencia, ante Dios." Aquella respuesta puso fin a mis temores, aunque sigo encontrándome con personas que tienen pánico a la libertad de los laicos, pánico a mencionar "Medjugorje", "videntes", "milagros", "apariciones", "conversiones..." Tienen pánico a conocer la verdad.


-Hubo quien se escandalizó cuando vio a Jesucristo comiendo a gusto en casa de publicanos y pecadores. Hubo quien se escandalizó al escucharle decir palabras de amor a prostitutas. Hubo quien se escandalizó de que el amor de Jesucristo fuera para todos, sin excepción, aunque con una mirada de especial ternura sobre los más necesitados.

»El Evangelio es actual. Sigue sucediendo, no hemos de extrañarnos. Hay quien se escandaliza de que el padre de la parábola celebre una fiesta con el hijo arrepentido. Se escandalizan de que Cristo canonice a un ladrón que estaba crucificado junto a Él por sus pecados. Jesús, pura ternura y dulzura, dedicó estas palabras nada complacientes a quienes iban de buenos, sabios y sanos, dando lecciones de buena conducta a los demás: "Raza de víboras, sepulcros blanqueados, veis la mota en el ojo ajeno pero no veis la viga en vuestro ojo, hasta las prostitutas os adelantarán en el reino de los cielos."


-Te diría que nunca es demasiado tarde, ni demasiado pronto, para dejarte amar y para empezar a amar. En la relación con Dios, la iniciativa es suya. Nosotros ya somos amados. Ya somos comprendidos y perdonados, antes de saberlo y antes de corresponder a ese amor.

»Todo lo que hace falta es aceptar ese amor gratuito, no rechazarlo, vencer el miedo al amor. Cuando aceptamos que somos amados tal como somos, no como podríamos ser, nos resulta más fácil amar a los demás tal como son, sin espectativas. Así que levanta la barrera que has puesto al amor y verás que eres más libre que antes.


-¡Y dale con la sospecha de estafa! ¿No es más sencillo dar crédito a las personas, escucharlas con respeto, que sospechar de ellas? ¡Cómo nos cuesta confiar en las personas! "Cree el ladrón que todos son de su condición...". Los incrédulos dudaron, interrogaron y jamás creyeron al indígena Juan Diego, a la pastorcilla Bernadette, a los niños de Fátima, a Faustina Kowalska. No, lo de confiar en las personas no se lleva, sobre todo lo de confiar en personas sencillas, pequeñas, humildes.

»Si la Virgen se apareciera y hablara con un Papa o un obispo, y nos lo contara, ¿quién lo dudaría? Pero si nos lo cuenta un campesino, ya es candidato a estafador. Así somos, qué triste... Imagino cómo se burlaron de aquellos pastores que aseguraban haber visto a un ángel, y que luego vieron a un bebé que era Dios encarnado.

»¡Cuántas burlas! ¡Cómo se reirían de unos que decían haber visto a Cristo resucitado! ¡Cuánta desconfianza sobre Pablo, cuya vida cambió tras un encuentro con Cristo! ¡Qué de chistes sobre el Apóstol Santiago, a quien la Virgen se le aparece y habla en Zaragoza! Las carcajadas y los dedos que les señalaron como a estafadores a todos ellos, debieron ser incontables... El propio apóstol Tomás dudó de la palabra de los demás apóstoles, cuando le contaron que habían visto a Jesús resucitado. No hemos aprendido aún a confiar en las personas sencillas.

»Tal vez por esa misma mentalidad, hubo quien dudó, interrogó y desconfió de un tipo llamado Bartimeo, a quien Jesús curó de su ceguera. “¿Pero qué te ha hecho? ¿Nos lo repites? ¡Pero si tú eres un pecador, cómo te va a curar a ti!”, le decían a Bartimeo. Somos capaces de dudar de quien es la Verdad, de aquel en quien no hay doblez ni engaño, del propio Jesucristo. Creo que con esa actitud limitamos tremendamente las opciones de Dios en nuestra vida. Dudamos de que Jesucristo pueda transformarnos, actuar en nosotros y a través de nosotros. ¡Qué duros de corazón somos! ¿Cómo vamos a confiar en Cristo, a quien no vemos, si desconfiamos siempre de nuestros hermanos, a quienes vemos?


-Yo aprendí un sencillo consejo de mi abuela Consuelo: "Si alguien me engaña, es su problema, no el mío. Yo confío en las personas”. He entrevistado a cuatro de los videntes de Medjugorje, pero no les he interrogado con si yo fuera más listo que ellos, ni mi palabra más de fiar que la suya.

»En ellos solamente he captado sencillez, amabilidad y normalidad, sin estridencias dignas de mención. Son campesinos, padres y madres de familia, sin rasgos llamativos que inviten a sospechar que han visto a la Virgen. Tal vez por eso dudamos de ellos: porque son tan normales como los pastores de Belén.


-¡De nuevo, los prejuicios, las etiquetas, la clasificación de personas en "buenas" y "malas", en "los de un bando" y "los del otro bando"! ¿Cuándo aprenderemos a querernos sin condiciones, sin poner barreras entre nosotros?

»En el cine español hay de todo, pero destacaría, por ser mayoritario, un tipo de personas: gente apasionada, enamorada, entusiasta, idealista y valiente. Gente que ama su trabajo, por el que ha apostado con libertad y riesgo. Esa actitud ante la vida, me impone un gran respeto, aunque sea alguien que no piense como yo, no viva como yo, no hable como yo. Amo a mis compañeros de locura, me siento muy a gusto entre ellos. Desde fuera, la imagen puede ser negativa, pero no es cierta. Como en cualquier colectivo, hay todo tipo de personas, pensamientos, ideas y vivencias. Es un entorno profesional precioso y rico, se lo aseguro. Y si se atreve a ver las películas españolas, superando los prejuicios, encontrará alguna que le entusiasme, realizada por personas que no piensan como usted, no fueron educadas como usted ni vivieron en sus mismas circunstancias. No tenga miedo a conocer al otro, al diferente.


-Busca la belleza, la verdad y la bondad que anhelas. Si rechazas el miedo que te impide empezar a caminar, vas a encontrar.