Alan Gaxiola nació y creció en México en una familia católica. De niño y de joven acompañaba a su madre, que era catequista a la misa diaria de las 5 de la mañana. Los sacerdotes de la parroquia, que estaba a dos puertas de su casa, a menudo venían a comer a su casa.

Pero como muchos emigrantes, cuando llegó a Estados Unidos se volcó sólo en el trabajo y desatendió por completo la fe. Su madre le preguntaba si iba a misa, pero él ya no lo hacía.

Después conoció a Adele, se enamoraron, se fueron a vivir juntos sin casarse y tuvieron tres hijos.


Y entonces ella empezó a acudir a la parroquia. Ni siquiera estaba bautizada y en la parroquia de St Henry en Buckeye (diócesis de Phoenix, Arizona), la animaron a participar en el curso de iniciación cristiana para adultos. 

Pero a Alan, distanciado de Dios, eso no le gustaba nada. "No dejas de ir a la iglesia, Adele, y te van a decir después que tienes que casarte, y cuando te digan eso, yo te dejaré. Anda, vete con tu Dios y déjame en paz", le decía él enfadado.

Pero cuando ella llegaba a casa después de las clases de iniciación cristiana para adultos dejaba los papeles de las clases a la vista, en la mesa de la cocina.

Y él, a escondidas, empezó a leerlos. Él no quería acercarse más a Dios porque sabía que implicaría cambios serios en su vida. Pero, sin embargo, tomó la Biblia y también empezó a leerla.


"No la entendía, pero soy una persona que cuando quiere averiguar algo sigo buscando. Y me dije: ´antes yo era amigo de Dios, pero no sé qué pasó; parece que perdí Su número de teléfono. Tendré que volver a encontrarlo", recuerda Alan.

Además, Adele volvía a casa siempre muy contenta de sus clases en la parroquia. Y él le dijo: "Adele, tienes algo, no sé lo que es, que la Iglesia te está dando, y quiero ir contigo a la parroquia para tenerlo yo también".

Y así, una mujer sin bautizar que convivía sin casarse con un hombre que no quería saber nada de Dios lo llevó a la Iglesia y al matrimonio.


Se casaron en Navidad de 2004. Después, durante 5 años se formaron para ser catequistas. Y luego añadieron 2 años de estudios de teología en el programa "Caminante" del Kino Institute de Phoenix. Ahora ellos son los que coordinan e imparten los cultos de iniciación para adultos.

"Ahora cuando hablo con mi madre hablamos de cosas de Dios, le cuento como van los cursos, ella está contenta y le pido que rece por mí", comenta Alan en el semanario de la diócesis. "Creo que hay mucha alegría en el Cielo cada vez que alguien se convierte, y a mí también me llena y me hace feliz".