Una vez que el Papa presentó de manera repentina la renuncia rápidamente comenzaron a surgir nombres sobre el posible sucesor de Benedicto XVI y desde entonces las quinielas no paran de sucederse. Muchos son los candidatos y de muy diferentes perfiles. Pero además tienen detrás historias y anécdotas sorprendentes tras tantos años como sacerdotes y servidores del Señor.
 
Sin embargo, difícilmente alguno de los papables habrá vivido una historia igual a la que le sucedió al cardenal brasileño de 65 años Joao Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y anteriormente arzobispo de Brasilia. Fue elevado cardenal por Benedicto XVI en el penúltimo Consistorio, el 18 de febrero de 2012. Braz de Aviz aparece en las quinielas en un segundo escalafón para ya se sabe el dicho de que “quien entra Papa sale cardenal”.
 
La historia a la que nos referíamos dejó estupefacto a muchos cuando él mismo la relató a la revista 30Giorni poco después de ser llamado a la Curia en 2010. Literalmente el cardenal Braz de Aviz lleva marcado a fuego su trabajo como sacerdote en las favelas hace más de 30 años. En ese tiempo estuvo a punto de perder la vida tras ser acribillado. Hasta 130 proyectiles impactaron en su cuerpo y que durante años le han recordado este suceso.
 
Pasó de las favelas de Apucarana, en el estado brasileño de Paraná, a los pasillos de la ciudad del Vaticano, donde ha sido un estrecho colaborador de Benedicto XVI. ¿Habría alguna vez imaginado que participaría en un Cónclave para elegir al sucesor de Pedro?
 
Para llegar a este momento hay que remontarse a 1983, cuando el entonces sacerdote Joao Braz de Aviz tenía apenas 36 años y era párroco en la Diócesis de Apucarana tras once años como sacerdote. Ese día iba en su coche a ayudar a otro párroco cuando, según relata el ahora cardenal, “a mitad de camino, en un puente vi un coche parado”. Se acercó a ellos para ver si necesitaban ayuda. Su sorpresa vino cuando observó que éstos no eran campesinos sino dos jóvenes armados. A continuación le quitaron las llaves del coche y sin mediar palabra le obligaron a seguirles.
 
Muy pronto descubriría cuál sería su papel aquel fatídico día. A la media hora de estar “secuestrado” apareció un furgón blindado que transportaba dinero en efectivo a los bancos. El cardenal relata cómo los atracadores comenzaron a disparar mientras los guardias también respondían al fuego. “Estaba en el sitio equivocado a la hora equivocada”, relataba en la entrevista.
 
Pero lo peor estaba aún por llegar y el cúmulo de despropósitos no acabó ahí. La situación del atraco se bloqueó y los jóvenes vieron al joven sacerdote como su mejor salida. “Me apuntaron a la cara y me dijeron: ve tú a hablar con los policías o te matamos. ¿Qué podía hacer?”.
 
Viéndose contra la espada y la pared, Braz de Aviz comenzó a andar. “Di sólo unos pocos pasos y rápidamente los policías armados dispararon contra mí”, cuenta ahora desde Roma.
 
Decenas de proyectiles impactaron contra él, concretamente 130 de disparos de escopeta. Le perforaron un ojo, los pulmones, el intestino y bastantes más partes de su cuerpo. Incapaz de levantare, se quedó quieto en el suelo. Algo que le salvó la vida. “Después me confirmaron que si me hubiera quedado quieto me habrían matado”,  cuenta el prefecto de los religiosos. A todo esto, los ladrones lograron escapar aprovechando los disparos al sacerdote.
 
Tirado en el suelo y lleno de sangre, Braz de Viz vivió una pequeña parte de la Pasión y se decía: “Jesús, ¿por qué debo morir a los 36 años?”. Como una gran fuerza interior asegura que sintió la respuesta de Jesucristo que le decía: “yo morí a  los 33 años, ya has tenido tres años más que yo…”. Entonces me sentí en paz”, confiesa el cardenal brasileño. Tras ese momento, y en el suelo, rezó, pidió perdón e hizo una última petición: “Señor, dame diez años más. No sé por qué pedí diez años”.
 
Finalmente, aquel joven sacerdote no murió y no se produjeron infecciones graves por los proyectiles en el pulmón o en el intestino. Incluso para gran sorpresa de los médicos consiguió salvar el ojo.
 
Sin embargo, tras este grave suceso entró durante un tiempo en una especie de periodo de depresión. De hecho, cuenta que “no era capaz ni de salir de casa”. Fue al año cuando empezó a dar paseos alrededor de su casa aunque “también esta especie de parálisis de la voluntad ha sido para mí una experiencia importante, para abrazar mi limite y mi fragilidad”.
 
Como gran historia también tiene un gran final. Los diez años de prórroga que pidió Braz de Aviz al Señor sangrante desde el suelo se cumplieron y curiosamente en esas fechas llegó para su sorpresa su nombramiento como obispo. Muy emocionado recuerda aquel momento: “es como si el Señor me hubiera querido decir: hasta aquí tú me habías pedido la vida, y de ahora en adelante, te pido yo que la dones a mí”.
 
Y tanto. Servidor del Señor y príncipe de la Iglesia. Quien le iba a decir a este sacerdote que 30 años después participaría en la elección del nuevo Pontífice siendo él mismo uno de los candidatos.