Las puertas de la céntrica iglesia madrileña de San Ginés se abrieron este domingo para el programa de Intereconomía TV No es bueno que Dios esté solo. Gonzalo Altozano entrevistó al escritor Juan Manuel de Prada en un templo donde fue bautizado Francisco de Quevedo y donde contrajo matrimonio, años antes de convertirse en sacerdote, Félix Lope de Vega, y que contiene una de las mejores muestras de pintura religiosa de Madrid, según explicó brevemente el párroco, José Luis Montes, delegado de Patrimonio del arzobispado de Madrid, quien les había recibido al órgano.

En ese contexto no es extraño que los primeros minutos discurriesen sobre arte. "La belleza nos pone en comunicación con el misterio", explicó Prada, pero "estamos asistiendo a una pérdida del sentido de la belleza estremecedora" unida a un rebajamiento del sentido de lo sagrado "hasta extremos insoportables".

En cualquier caso, y evocando un pensamiento de la escritora norteamericana Flannery O´Connor (19251964) en el sentido de que "la misión del arte es descubrir la acción de la gracia incluso en el territorio donde campea el enemigo", Prada hizo una severa crítica de "la descomposición del arte católico": "El arte religioso se ha convertido en un arte sin problema, acaramelado (todos buenecitos). Eso es negarse a reconocer el pecado original e incluso la naturaleza de Dios, que no es buenecito, también se cabrea, y su Hijo también se cabrea. El arte católico tiene que recordarle al hombre el problema con el que se enfrenta en la vida".


Esta visión problemática de la relación entre el cristiano y el mundo está cediendo el paso, sin embargo, "a una componenda, a un cambalache que amalgama el reino de Dios y el mundo" y degenera en la "connivencias y convivencias con diversas ideologías". Se cae entonces en una suerte de "dualismo", en el que el cristianismo se reserva para lo sobrenatural, y en la vida corriente desaparece toda diferencia entre el cristiano y quien no lo es.

Como consecuencia, insistió Prada, "el pensamiento católico ha desertado de todos los ámbitos, en un desarme intelectual monstruoso". El mensaje de Cristo, por el contrario, es "desgarrador y obliga a renunciar a las artimañas del mundo".


La conversación entre Altozano y Prada caminó también por las consecuencias personales de ese desgarro que Cristo introduce en la vida del cristiano. "Uno tiene que vivir en la marginalidad. Cristo era un excéntrico, todo lo que hacía o decía provocaba escándalo en sus contemporáneos, y vivía a salto de mata", explicó el escritor vasco-zamorano, quien sin victimismo alguno ("con eso hay que contar") confesó que experimentaba en ocasiones el odio en la calle, traducido en insultos: "Es algo con lo que hay que aprender a vivir".

En cuanto a ese odio, "en España la historia nos muestra que siempre es lo mismo: cuando la gente arrasada espiritualmente se mira al espejo y se ve, no se revuelve contra las causas de ese arrasamiento. Se revuelve contra Dios, es algo demoniaco".

"¿Ha penetrado en al Iglesia el humo de Satanás?", aprovechó para interrogar Altozano, evocando la célebre frase de Pablo VI en 1974.

"Siempre ha estado en la Iglesia", replicó Prada, "que está formada por hombres débiles. Y sabemos que al final de la Historia, conviviendo con la Iglesia fiel, habrá una Iglesia corrompida. Y lo estamos viendo, es el misterio de iniquidad, el mal metido en el corazón de la Iglesia".

Juan Manuel rechazó toda divagación sobre el fin del mundo: "Pero sí es nuestra misión recodar esas verdades de la fe. Están sucediendo cosas que nos recuerdan que tenemos que estar despiertos", dijo, y citó entre ellas la crisis económica mundial o el robo de documentos del Papa en su misma mesa.

Frente a esta visión de la religión que tiene en cuenta las realidades escatológicas, lamentó Prada que se enseñe una religión "reducida a sociología, reducida a moral que degenera en moralina: unas gotitas de consuelo, unas gotitas de bondad ternurista... Se escamotea la razón por la que Cristo vino al mundo, se escamotea toda la historia de la salvación".


¿Reza mucho el autor de Las máscaras del héroe, La tempestad (Premio Planeta 1997), La vida invisible o El séptimo velo? "Sí. Todos rezamos, es una necesidad inscrita en nuestra naturaleza. No creo que existan ateos. Quien deja de creer en Dios se fabrica idolatrías en las que creer. Y cuando uno tiene fe, tiene que resguardarse ante la infinidad de Dios, y la oración es la forma de hacerlo". Una bella imagen con la que Altozano y Prada despidieron su intensa y profunda charla.