En Pakistán, cuando alguien dice: «Le doy mi vida a Dios» no se trata tan sólo de una frase bonita. Ryan Joseph, de 27 años y procedente de Karachi, ciudad de 18 millones de habitantes situada al sur de Pakistán, fue recientemente ordenado sacerdote. Sabe que la promesa que ha hecho es algo serio, que actualmente le puede costar la vida. Sin embargo, el sacerdocio era ya en su niñez su profesión soñada.

«Si llegara a suceder, Dios me daría fuerzas», dice con tranquilidad cuando se refiere a su posible muerte. Con sus hermanos en el sacerdocio habla frecuentemente de este tema, pues la violencia, la muerte y la opresión están omnipresentes en Pakistán, y Karachi es especialmente peligrosa. Para el joven sacerdote, los Padres de la Iglesia son una fuente de inspiración, pues han dejado mucho escrito sobre la persecución y el martirio. Lo que, para nosotros, frecuentemente tienen apariencia de escritos de un tiempo pasado, refleja aquí la experiencia diaria del sacerdote. Además, concede mucha importancia a la hermandad con otros sacerdotes: «Un sacerdote solo no puede hacer nada; pero estamos muy unidos», dice. Con esta certeza, el sacerdote puede seguir su vocación a pesar de toda la opresión que sufre. Le emociona especialmente el hecho de que los fieles pakistaníes amen a sus sacerdotes: «por sus sacerdotes, muchos darían incluso su vida».

«No tengo miedo, pues Dios me ha llamado. Aquí, en ocasiones es peligroso llevar indumentaria sacerdotal. Otra amenaza continua es la Ley contra la blasfemia: en cualquier momento, alguien le puede acusar a uno de haber injuriado al Islam. En el seminario nos prepararon espiritualmente al sacerdocio; sin embargo, la verdadera “formación” del sacerdote se lleva a cabo afuera. Espero oír sólo la palabra: “¡ve!”». Con especial impaciencia espera encontrar lo que denomina su «vocación dentro de la vocación». «Don Bosco encontró su especial vocación en la labor con los jóvenes. ¿Cuál será mi tarea?», se pregunta. «Estoy abierto a todo y me abandono completamente en la voluntad de Dios. Quiero servir a Dios y a la Iglesia», dice este joven sacerdote, cuyos rasgos juveniles se iluminan casi siempre con una sonrisa. Para él, una especial intención es salvaguardar a jóvenes cristianas de que se vayan con musulmanes: «Algunas muchachas se escapan con un musulmán, que las utiliza y poco después las echa de su casa. Quiero hacer algo en contra de eso», dice.

Ryan quería ser sacerdote ya desde que era niño: todos los viernes, a las ocho de la mañana, asistía a la Misa para los niños. Allí veía al sacerdote y quería ser como él. En su familia se rezaba el rosario y se leía la Sagrada Escritura; la fe formaba parte natural de la vida. A diferencia de la mayoría de los cristianos pakistaníes, Ryan procede de una familia de clase media. A su madre —una dama de aspecto cuidado y juvenil— le hubiera gustado que su primogénito fuera ingeniero; pero la familia aceptó su deseo de ser sacerdote. Sin embargo, cuando Ryan abandonó el seminario durante algún tiempo para examinar su vocación, ganó mucho dinero en una empresa. Entonces, sus padres habrían preferido que hubiera seguido ese camino y no se hubiera hecho sacerdote, sino que hubiera hecho carrera. Sin embargo, después de año y medio, Ryan se dio cuenta de que todo eso no le llenaba; estaba inquieto interiormente, insatisfecho. También otros le dijeron que tenían la sensación de que debería ser sacerdote. Por ello, volvió al seminario. Hoy en día, su madre está contenta y orgullosa; está alegre de que no se haya separado de su camino: «No he perdido a mi hijo, sino que he ganado a la Iglesia entera», dice.

El 3 de diciembre de 2011 llegó por fin el momento: el sábado anterior al segundo domingo de Adviento, Ryan Joseph fue ordenado sacerdote en la catedral de St. Patrick de Karachi. Pocas semanas antes, una delegación de la asociación católica internacional «Ayuda a la Iglesia Necesitada» había participado, durante el viaje que hizo por todas las diócesis pakistaníes, en su ordenación de diácono. Después de la ordenación sacerdotal, Ryan Joseph escribió una carta a «Ayuda a la Iglesia Necesitada»: «Es indescriptible y no tengo palabras para expresar lo que siento. Pero me siento bendecido, tocado por Dios. Todos los días miro mis manos consagradas y me sorprendo de que Dios me haya elegido de entre millones de personas y me haya dado su gracia para transfigurar el pan ordinario y el vino ordinario en Su santísimo cuerpo y su sacratísima sangre, con lo que puedo hacerle tangible para innumerables personas. Me siento privilegiado y estoy feliz, muy feliz, con todo lo que ha hecho Dios».

«Ayuda a la Iglesia Necesitada» proporciona apoyo para la formación de sacerdotes en el seminario de Cristo Rey en Karachi. Allí, actualmente, 46 jóvenes de varias diócesis pakistaníes dicen, con todo su corazón: «Mi profesión soñada es ser sacerdote».