Fue en la cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción, en Washington, el 9 de octubre. 60 cristianos episcopalianos -la rama estadounidense del anglicanismo- de la parroquia de Saint Luke, en Bladensburg (Maryland), se fueron acercando al cardenal Donald Wuerl, arzobispo de la diócesis, para hacer la Profesión de fe, ser admitidos en la Iglesia católica y recibir el sacramento de la Confirmación.

Al igual que otra parroquia episcopaliana de Texas, Saint Luke quería estar lo antes posible en plena comunión con la Iglesia, a la espera de incorporarse al Ordinariato Personal para ex anglicanos, establecido el pasado 1 de enero.

El último en acercarse al cardenal Wuerl fue Mark Lewis, hasta ese momento pastor de la comunidad. Está casado, y su mujer, su hija -tiene otro hijo-, su nieto y sus padres fueron admitidos en la Iglesia con él.

El camino de Saint Luke empezó en 2009, unos meses antes de que se publicara la Constitución apostólica Anglicanorum coetibus, que permite a los ex anglicanos mantener, como católicos, su herencia anglicana.

Saint Luke era una comunidad anglocatólica: «Aceptábamos la mayor parte de las enseñanzas de la Iglesia católica en cuestiones de fe», aun sin estar en comunión con Roma. Al contrario de lo que se suele afirmar en los medios, la ordenación de mujeres «no ha sido el impulso de nuestra salida» de la Iglesia episcopaliana.

Sin pensar que ese camino llevaría a Roma, «comenzamos a preguntarnos qué significaba realmente rezar por la unidad de los cristianos. ¿Cuál debía ser el centro de esta unidad? Empezamos a sentir y comprender la necesidad de una autoridad apostólica que pudiera hablar con autoridad en todas las cuestiones de fe y moral. Rápidamente entendimos que esto no se podía encontrar en el anglicanismo. Llegamos a comprender que la ordenación de mujeres y otras disputas dentro del anglicanismo no eran sino los síntomas; la verdadera cuestión es la falta de una autoridad apostólica. Un estudio cuidadoso de la fe y la historia de la Iglesia nos guió, finalmente, a desear formar parte de la Santa Iglesia de Roma».

Mark está convencido de que esta «conversión de mente y corazón ha sido obra del Espíritu Santo». Cuando, en medio de este proceso, se anunció la Anglicanorum coetibus, «yo la acogí inmediatamente; hizo falta algo más de tiempo para que el Espíritu Santo guiara a mi gente a comprender que esta oferta era una respuesta a nuestras oraciones».

Junto a este gran gesto del Papa, la acogida de toda la Iglesia católica ha sido «abrumadora. La archidiócesis de Washington nos ha apoyado mucho, y sigue haciéndolo mientras nos adaptamos a nuestro nuevo hogar». Asimismo, desde que anunciaron su decisión, «he recibido más de 500 cartas de católicos de todo el mundo, incluida España. Escriben para darnos la bienvenida, prometer oraciones y compartir nuestra alegría».


Como es lógico, Mark ha sido quien más ha acusado el cambio. Aún es administrador de la parroquia, pero como laico. «Estoy ocupado atendiendo a mi rebaño, enseñando y preparándolo para el futuro; pero echo de menos celebrar Misa -voy cada día con mi mujer a las parroquias vecinas-, bautizar y predicar». Eso lo hace, de momento, un capellán.

A finales de enero, 35 ex pastores anglicanos, aceptados como candidatos al sacerdocio, comenzarán su formación para ser ordenados. Mark ya está estudiando: «Mi esperanza es ser ordenado sacerdote católico, pero esa decisión está fuera de mi control. Pasar de pastor anglicano a laico católico ha sido una experiencia de humildad, pero la acepto y pongo mi confianza en el Señor. Estoy orgulloso de ser católico. Rezo para que todos los cristianos vengan a casa, a Roma».


«En el anglicanismo ha estado siempre el deseo, profundamente arraigado, de la unidad en el catolicismo. ¡Estaba en nuestro ADN, porque nosotros venimos de la Iglesia católica! Se me ocurre compararlo con el instinto de un ave migratoria: las aves migratorias quieren volver a casa. Y, en definitiva, éste es el corazón y el alma del Ordinariato. En mi opinión, el concepto de fondo del Ordinariato es el deseo de ser uno con Pedro y con los apóstoles, con sus sucesores y con aquellos que están unidos en torno a él. ¡Queremos entrar en la vida plena de la Iglesia católica con mucha alegría en nuestro corazón!»

Con esta claridad y alegría hablaba a Radio Vaticano el padre Jeffrey Steenson, que el 12 de febrero tomará posesión como responsable del Ordinariato personal de la Cátedra de San Pedro. Al referirse al hecho de ser Ordinario siendo sacerdote -como casado, puede ser presbítero pero no obispo-, bromeaba: «La gente me ha dicho que, en la práctica, es mejor así: tengo todas las cartas de un obispo, sin tener sus honores...»

Por otro lado, el pasado sábado, el Ordinario de Nuestra Señora de Walsingham -el Ordinariato personal para Inglaterra y Gales- recibió en la Iglesia católica al sexto ex obispo anglicano en volver a la plena comunión con Roma dentro de esta estructura.

En este caso, se trata de Robert Mercer, antiguo monje originario de Zimbabue que, entre 1989 y 2005, fue obispo de la Iglesia Anglicana Católica Tradicional de Canadá.