Cuando ya en 2018 se empezó a hablar de la juez Amy Coney Barrett, de brillante carrera, como posible candidata al Tribunal Supremo de EEUU, muchos prestaron atención a su familia y afiliación religiosa.

Se divulgó que su padre, que había sido abogado para la petrolera Shell, era también diácono permanente en la parroquia católica de Santa Catalina de Siena, en Metairie (Louisiana), y que había sido uno de los responsables de la comunidad de alianza People of Praise, a la que pertenecería toda la familia.

Ya todos han visto las fotos de Amy Coney Barrett con su esposo y sus 7 hijos, uno con síndrome de down y dos adoptados en Haití. Amy es la mayor de 7 hermanos, así que desde niña sabía lo que es estar rodeada de pequeñajos.

El presidente Trump presenta a Amy Coney, acompañada de sus hijos y esposo, como su candidata al Tribunal Supremo, cargo vitalicio; los republicanos controlan el Senado, así que es casi seguro que será confirmada

En octubre de 2018, el presidente francés Emmnanuel Macron decía ante el magnate Bill Gates: «Preséntenme una mujer perfectamente educada que tenga 7 hijos». Ahora se hacen memes en Internet con su cara alucinada junto a Amy Coney Barrett.

Una juez hija de un abogado. Madre de familia numerosa criada en familia numerosa. Católica en una comunidad de la Renovación Carismática. No hay duda de que los padres han dejado huella (o han creado escuela) en su hija.

En 2018 el diácono y ex-abogado Mike Coney, el padre de Amy, publicó en la web parroquial su testimonio de vida y fe. Hay que tener en cuenta que su conversión y vocación diaconal fueron anteriores a su compromiso con la comunidad People of Praise.

Misa en Santa Catalina de Siena (Metairie, Lousiana) en época de confinamientos y distanciamiento social

Cuando Mike tenía 17 años, murió su madre: el libro de Job le ayudó y oriento hacia Dios. Los ejercicios espirituales de San Ignacio y año y medio de noviciado jesuita consolidaron en él una espiritualidad ignaciana. Se ofreció a servir a la Iglesia y su obispo como diácono. Sólo después entró en la comunidad carismática.

La Renovación Carismática Católica surge en 1967 como una corriente de entusiasmo por el Espíritu Santo que aviva la fe en muchos católicos. La Renovación en sí es poco organizada y muy espontánea, hoy como en los años 60, pero pronto algunos carismáticos intentaron comprometerse en grupos con compromisos de ayuda mutua en la fe, creando comunidades de alianza. Algunas han perseverado y han madurado hasta nuestros días.

Es el caso de People of Praise, nacida en 1971 y hoy presente en 22 ciudades de EEUU, Canadá y el Caribe, con unos 1.700 miembros. El 90% son católicos, pero el resto son cristianos protestantes de varias denominaciones. Una espiritualidad carismática (con alabanza y dones y carismas del Espíritu), discernimiento de inspiración ignaciana -con directores espirituales- y una vocación ecuménica anima su vida comunitaria.

Walter Matthews, un miembro de la coordinadora de la Renovación Carismática en EEUU, que fue miembro de People of Praise -lo dejó al mudarse a otra región lejana-, calcula que hay unas 50 comunidades de alianza similares en EEUU, la mayoría coordinadas en 3 grandes plataformas: People of Praise, Sword of the Spirit y la Red Norteamericana de Comunidades de Alianza.

Ralph Martin, miembro del Pontificio Consejo de la Nueva Evangelización, y uno de los pioneros de la Renovación Carismática (popular en España por su libro El Cumplimiento de todo deseo, en la BAC) , alaba este tipo de comunidades, que con los años han ganado en madurez y sostenibilidad. "Sus miembros hacen compromisos simples que pueden disolverse por propia voluntad cuando ven que sus circunstancias han cambiado, no son como los votos de comunidades religiosas", señala.

Ralph Martin, del Pontificio Consejo de Nueva Evangelización y un pionero de la Renovación Carismática, habla de las comunidades de alianza

Ralph Martin -que en su juventud fue un ateo experto en Nietzsche- señala que cualquier cosa que encuentren en Amy Barrett la presentarán con gritos de "eh, es una católica extrema", cuando "ella es simplemente una católica como el resto de nosotros, como nos pide la Iglesia".

En el caso concreto de People of Praise, Ralph Martin señala que "entre sus líderes hay físicos de Notre Dame, doctores en teología y educadores, hombres y mujeres; pusieron en marcha varios colegios católicos de éxito. Uno de sus miembros es obispo auxiliar en Portland, Oregon. No son una secta en absoluto, sino un fruto maravilloso del Vaticano II y una bendición real no sólo para sus miembros sino para los lugares donde viven".

Hay analistas que señalan que no es frecuente que entidades de la Renovación Carismática pongan en marcha escuelas (las tres Trinity Schools): quizá eso ha dado a esta comunidad en concreto un mayor porcentaje de miembros con trabajos intelectuales, académicos o educativos

Además, uno de los co-fundadores de People of Praise, Kevin Ranaghan, fue también el autor de uno de los primeros libros sobre la Renovación Carismática en sus orígenes, "Católicos pentecostales" en 1969. Fue ordenado diácono permanente en 1973 y también sirvió como enlace de la Renovación Carismática de EEUU con la oficina internacional en Roma durante años. No es una rama tardía ni marginal del impulso carismático católico.

¿Y cómo es la vida de un miembro de una comunidad así? El padre de Amy, el diácono y ex-abogado Mike Coney, da un ejemplo con su testimonio escrito en 2018, que traducimos a continuación.


Mike Coney, diácono y padre de la juez Amy Coney (es la mayor de sus 7 hijos)

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El testimonio del diácono Mike Coney

En agosto de 1962, el día antes de mi 17º cumpleaños, volví a casa desde mi trabajo veraniego y me encontré muerta a mi madre.

Al principio, me llenó el pesar y la ira contra Dios. Entonces, de alguna manera, recordé algo sobre un tipo llamado Job. Nuestra Biblia era decorativa, nadie la leía, incluyéndome a mí. Hojeando en Job descubrí el texto en que Job dice: "El Señor nos lo da, el Señor nos lo quita. bendito sea el nombre del Señor. Aceptamos las cosas buenas del Señor, ¿por qué no aceptar también las malas?"

Ese texto disipó la ira que sentía contra el Señor. Durante el velatorio y el funeral, continué repitiendo esa cita como una especie de oración. Aunque el dolor seguía, la ira se fue.

En los meses siguientes, esa muerte me llevó a pensar qué cosas realmente importan en la vida de una persona. Las joyas de mi madre seguían en su cajón. Su tarjeta para felicitar mi cumpleaños estaba sin firmar en su bolso.

En un retiro al cumplir los 18 años escuché otra cita que fue un punto decisivo para mí. Era de San Mateo, y San Francisco Javier cita al evangelio: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?"

Sin duda, el dinero es necesario, pero no puede ser el objetivo primario en la vida. La vida no va de eso. Ese texto me llevó a plantearme si hacerme jesuita. Mi experiencia en los Ejercicios Espirituales de 30 días y un año y medio en el noviciado han permanecido siempre como un fundamento en mi vida adulta, así como el axioma de que el amor se muestra en hechos, y no sólo en palabras.

Linda y yo nos casamos en mi primer semestre en la escuela de leyes. En los primeros meses de nuestro matrimonio, sucedieron dos hechos que siguen afectando a nuestra vida hoy. Primero, queríamos compartir cada aspecto de nuestra vida, pero nos dimos cuenta de que había una cosa que no compartíamos, y era nuestra vida espiritual. Con timidez, pregunté si podíamos rezar juntos cada noche para compartir eso.

Con sencillez acordamos rezar un Padrenuestro juntos y esta oración: "Señor, ayúdanos a conformarnos a tu voluntad, traiga lo que traiga el mañana". Y al ir creciendo nuestra familia, añadimos: "Da a cada uno de nuestros hijos una relación personal contigo, una visión clara de tu vocación y llamado, y para los que se casan, esposos que les amen toda la vida".

Nuestros siete hijos han elegido profesiones y vocaciones maravillosas. Cada uno sigue casado con un esposo maravilloso. Hace poco nacieron nuestros nietos número 29 y 30.

La segunda decisión importante de nuestros primeros meses de matrimonio, surgió con esas molestias diminutas que aunque son pequeñas pueden dañar las relaciones. En vez de atascarme en ellas, decidí simplemente hacer cada día una cosa sólo por amor y sin decir nada. Así, recoger una toalla del suelo, o un zapato, o poner una flor en un jarrón se convirtió en una forma de crecer en amor y unidad. Una práctica que continúa hasta hoy y el amor crece.

La mayor parte de mi carrera legal fue como abogado para Shell en Nueva Orleans. Pero al principio de mi carrera me promocionaron y transfirieron a las oficinas principales de Shell en Houston. Para mi carrera, era fantástico. El aumento de suelo y el potencial para seguir ascendiendo eran un sueño.

Pero había un problema. Para entonces teníamos 6 hijos, uno era un bebé. Después de discernir juntos qué era lo mejor para nuestra familia, y después de asegurarme otro empleo, dimití. Nuestro discernimiento nos decía que el dinero y el éxito no eran tan importantes como buscar lo mejor para la familia.

Después, Shell me volvió a contratar con el compromiso de mantenerme en Nueva Orleans.

El diaconado ha abarcado 36 de los 49 años de nuestro matrimonio. Nuestra llamada -creo firmemente que es una llamada tanto para el esposo como para la esposa- vino a través de la Renovación Carismática.

Como mucha gente, y la mayoría de los varones, veía poco que me gustara de los carismáticos. Los evitaba hasta que me liaron para ir a un Seminario de Vida en el Espíritu.

Cuando rezamos pidiendo un mayor derramamiento del Espíritu Santo, nada sucedió. Más tarde, esa noche empecé a orar en lenguas. Más importante aún, me llenó un apetito insaciable de leer las Escrituras y libros espirituales. Hacer tiempo para mi oración personal se hizo importante. Sentía una llamada del Señor para servirle.

Linda me sorprendió cuando me preguntó si su sensación de que el Señor me estaba llamando a ser diácono era correcta. Juntos discernimos que debía solicitarlo. Tuvimos dos hijos durante la solicitud, dos durante la formación y tres después de la ordenación.

Hacer malabares en mi vida como esposo, padre, abogado y diácono me ha hecho depender mucho del Espíritu Santo. Mi oración continua es breve: "Dame sabiduría, conocimiento, discernimiento y juicio sensato". Muy a menudo el Señor hace que 5 o 6 horas de sueño funcionen como 8.

Desde el principio, hice un trato con el Señor respecto a la preparación de las predicaciones. Antes, preparar una homilía me costaba la mayor parte del sábado. Eso era injusto para mi familia, así que le pedí al Señor que me ayudara a hacerlo en una hora. Él ha cumplido esa petición.

Después de la ordenación sentimos una llamada a vivir la vida en una comunidad cristiana firmemente unida, como las que describen en Hechos de los Apóstoles, que ayudara a formar a nuestros hijos como buenos cristianos y fortalecer nuestro matrimonio y familia.

Como resultado, nuestra familia entró en una comunidad de alianza ecuménica, de laicos, llamada Pueblo de Alabanza (People of Praise). 

El pegamento que une a los miembros de Pueblo de Alabanza es una promesa de compartir la vida juntos y de cuidar unos por otros en todas las cosas materiales y espirituales. Hombres y mujeres se reúnen por separado cada semana en pequeños grupos de fe.

En esta comunidad ecuménica mi fe se ha nutrido y mi compromiso con mi amigo Cristo se ha hecho más profundo y más fuerte y ha dado buen fruto.

Al escribir esto me he dado cuenta de qué generoso ha sido nuestro Señor. Este texto de Deuteronomio resume cómo me siento: "¿No sabéis que el Señor vuestro Dios os ha llevado a cuestas como un Padre lleva a su hijo durante todo vuestro viaje?"

Un vídeo explica los orígenes de la comunidad People of Praise