El Papa Francisco dedicó su catequesis en el miércoles 24 de enero al reciente viaje a Chile y Perú. La Audiencia General tuvo lugar en la Plaza de san Pedro, repleta de peregrinos provenientes de distintos lugares del mundo, y también en el Aula Pablo VI, desde donde un grupo de niños siguieron la catequesis del Pontífice.

“Queridos hermanos y hermanas: Regresé hace dos días de mi Viaje Apostólico a Chile y Perú. Le doy gracias al Señor que todo haya salido bien. Allí tuve la oportunidad de encontrar al Pueblo de Dios que peregrina en aquellas tierras, y de animar la fe y el desarrollo social de esos países. Reitero mi gratitud a las Autoridades civiles y a mis hermanos Obispos, que me recibieron con gentileza y generosidad, así como a todos los demás colaboradores y voluntarios”, expresó en primer lugar.


Así, dijo en español: “Mi llegada a Chile estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: «Mi paz os doy», palabras de Jesús a sus discípulos, y que repetimos en cada Misa: el don de la paz, que sólo el Resucitado puede dar a quien confía en él. Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los inmigrantes y la tierra”.

Hablando en italiano el Papa detalló su estadía en Chile: “En la primera Eucaristía, celebrada por la paz y la justicia, resonaron las Bienaventuranzas, especialmente ‘Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios’”. Una Bienaventuranza, subrayó, que hay que testimoniar “con el estilo de la proximidad, la cercanía y el compartir, reforzando así, con el estilo de Cristo, el tejido de la comunidad eclesial y de la sociedad toda”.



De este estilo de proximidad, donde “cuentan más los gestos que las palabras”, el obispo de Roma señaló el gesto de visitar la cárcel de Santiago para mujeres a quienes alentó a exigir, de sí mismas y de las instituciones, “un camino serio de preparación a la reincorporación, como horizonte que da sentido a la pena cotidiana”.  


Sucesivamente recordó que con los sacerdotes, consagrados y obispos de Chile, vivió momentos intensos y fecundos por el sufrimiento compartido debido a algunas heridas que afligen a la Iglesia del país. “En particular, confirmé a mis hermanos en el rechazo de todo compromiso con los abusos sexuales en menores, y al mismo tiempo en la fe en Dios, que a través de esta dura prueba purifica y renueva a sus ministros”, manifestó.

Por último sobre las dos misas celebradas, en el sur y norte respectivamente, aludió al llamamiento por la paz que hizo en el sur, la tierra donde viven los Mapuches, y a la religiosidad popular en el lugar donde confluyen diversidad de pueblos, Iquique .


Sobre el encuentro con los jóvenes y la Universidad Católica de Chile, hizo referencia a la frase “programática” de san Alberto Hurtado que les dejara a los jóvenes "¿qué haría Cristo en mi lugar?", y explicó el modelo de formación integral propuesto en la universidad el cual “traduce la identidad católica en capacidad de participar a la construcción de sociedades unidas y plurales, en donde los conflictos no son ocultados sino tratados en el diálogo”. "Siempre hay conflictos, también en casa - expresó. Pero tratar los conflictos mal es aun peor. No esconder los conflictos bajo la cama, los conflictos que vienen a la luz, se hablan, se resuelven con el diálogo". 


“En Perú, el lema era «Unidos por la esperanza», que invita a caminar juntos con toda la riqueza de las diferencias que heredamos de la historia y la cultura. Esto lo ha confirmado el encuentro con los pueblos de la Amazonia peruana, que ha dado inicio al itinerario del Sínodo Pan-amazónico de octubre 2019, y también los momentos vividos con la población de Puerto Maldonado y con los niños de la Casa de acogida “El Pequeño Príncipe”, y con todas las demás realidades de Trujillo y de Lima”.

Del encuentro con los Niños en la casa de acogida, el Papa subrayó el “no” que juntos dijeron a la colonización ideológica; y se refirió sucesivamente al encuentro con las autoridades, en cuyo discurso puso en el centro las dos realidades que más gravemente amenazan el patrimonio ambiental, cultural y espiritual del país, a saber, la degradación ecológico-social y la corrupción, remarcando que “nadie está exento de responsabilidades ante estas dos plagas y que el compromiso de contrastarlas compete a todos”.

Sobre las dos misas que celebró en el país andino, el Papa recordó en primer lugar la de Trujillo, ciudad costera que fuera azotada duramente por el fenómeno de El Niño, cuya población animó a reaccionar no sólo a la tempestad natural sino también a las tempestades de la mala vida, la falta de educación, de trabajo y de demora segura.

Luego habló de su encuentro con los sacerdotes y consagrados, - que también tuvo lugar en Trujillo - a quienes exhortó a ser memoriosos y fieles a sus raíces, y también recordó la coronación de la Virgen de la Puerta proclamada “Madre de la Misericordia y de la Esperanza”. 


Por último el Su Santidad recorrió la jornada final de su Viaje Apostólico, llevada a cabo en Lima, en donde encontró a cerca de 500 religiosas de vida contemplativa en el Santuario del Señor de los Milagros, y también el momento especial de oración por intercesión de los santos peruanos en la Catedral de Lima, a lo que siguiera el encuentro con los Obispos del país.

No olvidó el encuentro con la juventud peruana a quienes contó que dejó indicada la figura de los santos que “no perdieron tiempo maquillando la propia imagen”, sino que siguieron a Cristo, ni la última celebración eucarística, cuyo Evangelio resumió el mensaje de Dios a su Pueblo en Chile y Perú: “Conviértanse, y crean en la Buena Noticia, recibirán la paz que les doy y estarán unidos en mi esperanza”.