El Papa Francisco se encontró con miles de jóvenes en el Santuario Nacional de Maipú, en Chile, a los que animó a llegar a otros jóvenes que "no se bajan del sofá".

También les pidió ser "patriotas, no patrioteros, porque si no son patriotas no podrán ser nada en la vida". 


Además, animó a no caer en el conformismo. "¿Para qué vamos a cambiar si siempre fue así, si siempre se hizo así? Eso es corrupción", avisó. "Madurar, la verdadera madurez, es llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando hacia delante, no vendiendo esas ilusiones y esas cosas".



El Papa comparó la fe a "quedarse sin batería o sin conexión de wifi": sin conexión con Dios, uno se pierde muchas cosas. 

El Papa les propuso, además, "una contraseña", una preguntaba que planteaba el santo chileno, San Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” 


Los jóvenes recibieron al Pontífice cantando el himno de la visita del Papa a Chile, “Mi paz les doy”, entonado por el cantante Américo y una niña. Los jóvenes coreaban, como es común en encuentros con hispanohablantes: “¡Esta es la juventud del Papa!”

Tras el saludo inicial, tres jóvenes presentaron a Francisco una cruz de color azul a la que el Papa le colocó una cinta roja, en señal del compromiso de los jóvenes de trabajar “por un Chile mejor”. María José Rivas, fonoaudióloga y voluntaria en la Vicaría de la Esperanza Joven, explicó que esa "Cruz de Chile" representa a las parroquias del país y está hecha de madera rústica. "Representa la humildad y sencillez a las que todo católico y toda persona debería aspirar", añade Rivas. Es una réplica de la cruz original construida en 1967, instalada al interior del santuario. 

Antes de las palabras del Pontífice, los presentes oyeron el testimonio de Ariel Rojas, quien compartió algunas reflexiones con Francisco sobre la vivencia de su generación en el Chile de hoy, “distinto al que recibió a Juan Pablo II hace 30 años”.




Yo también, Ariel, estoy gozoso de estar con ustedes. Gracias por tus palabras de bienvenida en nombre de todos los aquí presentes. Simplemente estoy agradecido por compartir este tiempo como ustedes, que según leí: ahí se bajaron del sofá y se pusieron los zapatos. Gracias. Considero, para mí, importante poder encontrarnos y caminar juntos un rato. ¡Que nos ayudemos a mirar hacia delante! Y creo también para ustedes es importante. Gracias.

Y me alegra que este encuentro se realice aquí en Maipú. En esta tierra donde con un abrazo de fraternidad se fundó la historia de Chile; en este Santuario que se levanta en el cruce de los caminos del Norte y del Sur, que une la nieve y el océano, y hace que el cielo y la tierra tengan un hogar. Hogar para Chile, hogar para ustedes queridos jóvenes, donde la Virgen del Carmen los espera, los recibe con el corazón abierto.

Y así como acompañó el nacimiento de esta Nación y acompañó a tantos chilenos a lo largo de estos doscientos años, quiere seguir acompañando los sueños que Dios pone en vuestro corazón: sueños de libertad, sueños de alegría, sueños de un futuro mejor.

Esas ganas, como decías vos Ariel, de ‘ser protagonistas del cambio’. Ser protagonistas. La Virgen del Carmen los acompaña para que sean los protagonistas del Chile que sus corazones sueñan. Y yo sé que el corazón de los jóvenes chilenos sueña, y sueña a lo grande, no solo cuando están un poco ‘curaditos’, no. Siempre sueñan a lo grande,  porque de estas tierras han nacido experiencias que se fueron expandiendo y multiplicando a lo largo de diversos países de nuestro continente.

¿Y quiénes las impulsaron? Jóvenes como ustedes que se animaron a vivir la aventura de la fe. Porque la fe provoca en los jóvenes sentimientos de aventura que invita a transitar por paisajes increíbles, paisajes nada fáciles, nada tranquilos… pero a ustedes les gustan las aventuras y los desafíos, excepto los que no se llegaron a bajar del sofá, bájenlos rápido.. Ustedes que son especialistas, bájenlos rápido y les ponen los zapatos. Es más, se aburren cuando no tienen desafíos que los estimulen.

Y esto se ve por ejemplo, cada vez que sucede una catástrofe natural: tienen una capacidad enorme para movilizarse, que habla de la generosidad de los corazones. Gracias, y que siempre salen por esta referencia a la patria, porque el camino hacia adelante, los sueños que tienen que ser concretados, el mirar siempre hacia el horizonte, se tiene que hacer con los pies en la tierra, y se empieza con los pies en la tierra de la patria.

Y si ustedes no aman a su patria yo no les creo que lleguen a amar a Jesús y que lleguen a amar a Dios. El Amor a la patria es un amor a la Madre. La llamamos madre patria porque aquí nacimos pero ella misma, como toda madre, nos enseña a caminar y se nos entrega para que las hagamos sobrevivir a otras generaciones.

Por eso quise empezar con esta referencia de la Madre y de la madre patria.

Si no son patriotas, no patrioteros, patriotas no podrán ser nada en la vida, chicas y chicos, quieran a su Chile, den lo mejor que puedan por su Chile.

En mi trabajo como obispo pude descubrir que hay muchas, pero muchas, buenas ideas en los corazones y en las mentes de los jóvenes. Y eso es verdad ustedes son inquietos, buscadores, idealistas. ¿Saben quién tiene problemas? El problema lo tenemos los grandes que cuando escuchamos estos ideales, estas inquietudes de los jóvenes, con cara de sabiondos, decimos: ‘piensa así porque es joven, ya va a madurar’, o peor, ‘ya se va a corromper’. Y eso es verdad, detrás del ‘ya va madurar’ contra las ilusiones y los sueños, se esconde el tácito, ‘ya se va a corromper’. ¡Cuidado con eso!

Madurar es crecer y hacer crecer los sueños y hacer crecer las ilusiones, no bajar la guardia y dejarse comprar por dos chirolas. Eso no es madurar. Así que cuando los grandes pensamos eso, no les hagan caso.


Pareciera que en este ‘ya va a madurar’ de nosotros los grandes, donde parece que le tiráramos una frazada mojada encima para hacerlos callar, se escondiera que madurar es aceptar la injusticia, es creer que nada podemos hacer, que todo fue siempre así.

¿Para qué vamos a cambiar si siempre fue así, si siempre se hizo así? Eso es corrupción. Madurar, la verdadera madurez, es llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando hacia delante, no vendiendo esas ilusiones y esas cosas. ¿Está claro?

Y teniendo en cuenta toda esta realidad de los jóvenes es porque se va a realizar... (esperemos un minutito que saquen esta hermana nuestra que se descompuso y la acompañamos con una pequeña oración para que se reponga enseguida).

Y por esta realidad de ustedes los jóvenes es que voy a hacer lo que Ariel anunció, he convocado el sínodo de la fe y el discernimiento en ustedes, y además el encuentro de jóvenes, porque el sínodo lo hacemos los obispos, pensamos sobre los jóvenes, pero ya saben le tengo miedo a los filtros, porque a veces las opiniones de los jóvenes… para viajar a Roma tienen que hacer varias conexiones y esas propuestas pueden llegar muy filtradas, no por las compañías aéreas sino por quienes las transcriben.

Por eso antes, quiero escuchar a los jóvenes y por eso se hace ese encuentro de jóvenes, encuentro donde ustedes van a hacer los protagonistas: jóvenes católicos y no católicos, jóvenes cristianos y de otras religiones; y jóvenes que no saben si creen o no creen, todos; para escucharlos y para escucharnos, directamente, porque es importante que ustedes hablen, que no se dejen callar.

A nosotros nos toca ayudarlos a que sean coherentes con lo que dicen, es un trabajo en el que los vamos a ayudar, pero si ustedes no hablan, cómo los vamos a ayudar. Y que hablen con valentía y que digan lo que sienten y lo van a poder hacer en esa semana de encuentro previa al Domingo de Ramos, que vendrán delegaciones de jóvenes de todo el mundo, que nos ayudemos a que la Iglesia tengan un rostro joven.

Una vez uno me decía hace poco ‘yo no sé si hablar de la Santa Madre Iglesia’, hablaba de un lugar especial, ‘o de la Santa abuela Iglesia’. No, no. La Iglesia tiene que tener rostro joven y eso ustedes tienen que dárnoslo. Pero claro, un rostro joven es real, lleno de vida, no precisamente joven por maquillaje, con crema rejuvenecedora, eso no sirve, sino joven porque desde su corazón se deja interpelar.

Y eso es que lo que nosotros, la Santa Madre Iglesia hoy necesita de ustedes: que nos interpelen. Después prepárense para la respuesta, pero necesitamos que nos interpelen, la Iglesia necesita que ustedes saquen el carné de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de decirnos, ‘esto me gusta’, ‘este camino me parece que es el que hay que hacer’, ‘esto no va’, ‘esto no es un puente, es una muralla’. Que nos digan lo que sienten y lo que piensan. Y eso lo elaboren entre ustedes en los grupos de ese encuentro y después eso irá al sínodo, el que ciertamente habrá una representación de ustedes. El sinodo lo harán los obispos, que recogerá todo. Y para los que vayan a ese encuentro, darle sus ideas, sus inquietudes, lo que vaya sintiendo en el corazón.

¡Cuánto necesita de ustedes la Iglesia chilena y la Iglesia chilena, que nos ‘muevan el piso’ y nos ayuden a estar más cerca de Jesús! Eso es lo que les pedimos: que nos muevan el piso si estamos instalados y nos ayuden a estar más cerca de Jesús.

Las preguntas de ustedes, el querer saber de ustedes, querer ser generosos son exigencias para que estemos más cerca de Jesús. y todos estamos invitados, una y otra vez, a estar más cerca de Jesús.

Si una actividad, si un plan pastoral, si este encuentro no nos ayuda a estar más cerca de Jesús, perdimos el tiempo, perdimos una tarde, horas de preparación, que nos ayuden a estar más cerca de Jesús. Y eso se lo pedimos a quien nos puede llevar de la mano. La miramos a la Madre, cada uno en su corazón le diga con las palabras, ella que es la primera discípula, que nos ayude a estar más cerca de Jesús, desde el corazón, cada uno.



Y déjenme contarles una anécdota. Charlando un día con un joven le pregunté qué es lo  que lo ponía de mal humor. ¿A vos qué te pone de mal humor?, porque el contexto se daba para hacer esa pregunta. Y Él me dijo: ‘cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de internet’. Le pregunté: ‘¿Por qué?’. Me responde: ‘Padre, es simple, me pierdo todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos, salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para volverme a conectar’.

Esa respuesta me enseñó, me hizo pensar que con la fe nos puede pasar lo mismo. Todos estamos entusiastas, la fe se renueva: que un retiro, que una predicación, que un encuentro, que la visita del Papa, la fe crece, pero después de un tiempo de camino o del ‘embale’ inicial, hay momentos en los que, sin darnos cuenta comienza a bajar ‘nuestro ancho de banda’, despacito. Y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús, se empieza a perder y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal.

Al quedarnos sin esta ‘conexión’ que le da vida a nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin batería y como dice esa canción: ‘el ruido ambiente y soledad de la ciudad nos aislan de todo. El mundo que gira al revés pretende sumergirme en él ahogando mis ideas’.

¿Te pasó esto alguna vez? Cada cual se contesta adentro. No quiero hacer pasar vergüenza a quien no le pasó. A mí me pasó.

Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, ahogando nuestros sueños, nuestra fe y claro nos llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser— podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo. ¿Para que te vas a gastar? mira el joven pesimista, pásala bien, deja con estas cosas, el mundo no cambia, lo malo con soda y andá para adelante y quedamos desconectados de lo que está pasando en ‘el mundo’. y quedamos, sentimos que quedamos ‘fuera del mundo’, en mi mundito donde estoy tranquilo, en mi sofá.

Me preocupa cuando, al perder la ‘señal’, muchos sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Mirá vos tienes algo que dar, mirá esto es un desastre, yo trato de estudiar, tener un título, casarme,, pero no quiero líos, termina todo mal...

Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente, y esto pensalo, cada uno de ustedes piénselo en el corazón, yo le hago falta a mucha gente.

Ese pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, ‘es el consejo del diablo’, que quiere hacerte sentir que no vales nada… pero para dejar las cosas como están, por eso te hace sentir que no vales nada, para que nada cambie, porque el único que puede hacer un cambio en la sociedad es el joven, cada uno de ustedes. Nosotros ya estamos en el otro lado.

Y gracias. Esto es un paréntesis, porque estos desmayos es un símbolo de lo que están sintiendo ustedes. ¿Desde qué hora están acá?, ¿me lo dicen? Gracias, gracias.

Mídanse en su corazón: ¿Qué tengo yo para aportar en la vida y cuantos de ustedes sienten las ganas de decir no sé? Lo siento, apurate en encontrarlo para aportar, el mundo te necesita, la patria te necesita, la sociedad te necesita.

Vos tenés algo que aportar, no pierdas la conexión.


Los jóvenes del Evangelio que escuchamos hoy querían esa ‘señal’ buscaban esa señal que los ayudara a mantener vivo el fuego en sus corazones. Esos jóvenes que estaban con Juan Bautista querían saber cómo cargar la batería del corazón. Andrés y el otro discípulo —que no dice el nombre, y podemos pensar que ese otro discípulo puede sar cada uno de nosotros— buscaban la contraseña para conectarse con Aquel que es ‘Camino, Verdad y Vida’ (Jn 14,6). A ellos los guió Juan el Bautista.

Y creo que ustedes tienen un gran santo que les puede hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: ‘contento, Señor, contento’. Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús es ese fuego capaz de mantener viva la alegría.

Y la contraseña de Hurtado para reconectar para mantener la señal es muy simple, seguro que ninguno de ustedes trajo un teléfono, ¿no? —si se animan me gustaría que la apunten en sus teléfonos— Yo se las dicto. Hurtado se pregunta: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’ Los que puedan, anótenlo. ¿Qué haría Cristo en mi lugar? En la escuela, en la universidad, en la calle, en casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que le hacen bullying: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’.

Cuando salen a bailar, cuando están haciendo deportes o van al estadio: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’. Esa es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón, encender la fe y encender la chispa en los ojos. Que no se les vaya. Eso es ser protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es fuente de vida y alegría.

Protagonistas de la historia, porque queremos contagiar esa chispa en tantos corazones apagados, opacos que se olvidaron de lo que es esperar; en tantos que son ‘fomes’ y esperan que alguien los invite y los desafíe con algo que valga la pena.

Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: ‘¿Qué haría Jesús en mi lugar?’.

¿Cargaron la contraseña? Y la única manera de no olvidarse de la contraseña es usarla, sino nos va a pasar, claro esto es de mi época, no la de ustedes, pero seguro saben algo, esa de los tres chiflados en un film, que arman un asalto, una caja fuerte, con todo pensando, y cuando llegan, se olvidaron de la contraseña y se olvidaron de la clave.

Si no usan la contraseña se van a olvidar. Cárguenla en el corazón. Repítanla y úsenla ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’

La usarán todos los días, y llegará el momento en el que se la van a saber de memoria, y llegará el día en que, sin darse cuenta, el corazón de cada uno de ustedes latirá como el de Jesús.

No basta con escuchar alguna enseñanza religiosa o aprender una doctrina; lo que queremos es vivir como Jesús vivió. ¿Qué haría Cristo en mi lugar? traducir Jesús a mi vida, por eso los jóvenes del Evangelio le preguntan: ‘Señor, ¿dónde vives?’;lo escuchamos recién] ¿cómo vives?

Queremos vivir como Jesús, Él sí que hace vibrar el corazón. Hace vibrar el corazón y te pone en el camino del riesgo, arriesgarse, correr riesgos. Queridos amigos, sean valientes, salgan ‘al tiro’ al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad. y vayan con la única promesa que tenemos: en medio del desierto, del camino, de la aventura, siempre habrá ‘conexión’, existirá un ‘cargador’. No estaremos solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús, y de su Madre y de una comunidad. Ciertamente una comunidad que no es perfecta, pero eso no significa que no tenga mucho para amar y para dar a los demás.

¿Cómo era la contraseña?, ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Está bien todavía la conservan. Queridos amigos, queridos jóvenes: ‘Sean ustedes los jóvenes, se los pido por favor, sean ustedes los samaritanos que nunca abandonan a nadie tirado en el camino. En el corazón, otra pregunta ¿Alguna vez abandoné a alguien tirado en el camino? Un pariente, un amigo, amiga, sean samaritanos nunca abandonen a alguien tirado en el camino.

Sean ustedes los jóvenes cirineos que ayudan a Cristo a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos. Sean como Zaqueo, que transformó su enanismo espiritual en grandeza y dejó que Jesús transformara su corazón materialista en un corazón solidario.

Sean como la joven Magdalena, apasionada en busca del amor, que solo en Jesús encuentra las respuestas que necesita. Tengan el corazón de Pedro, para abandonar las redes junto al lago. Tengan el cariño de Juan, para reposar en Jesús todos sus afectos. Tengan la disponibilidad de Nuestra Madre, la primera discípula para cantar con gozo y hacer su voluntad.

Queridos amigos, me gustaría quedarme más tiempo. Los que tienen teléfono agárrenlo en la mano. Es un signo para no olvidarse de la contraseña. ¿Cuál era la contraseña? Así se reconectan y no quedan fuera de banda, me gustaría quedarme más tiempo.

Gracias por el encuentro, gracias por la alegría de ustedes. Gracias, muchas gracias y les pido por favor que no se olviden de rezar por mí. Gracias.