En un curso para confesores organizado por la Penitenciaría Apostólica de la Santa Sede el pasado 17 de marzo, el Papa Francisco aconsejó a los sacerdotes pedir la ayuda de los exorcistas cuando detecten "reales y verdaderos disturbios espirituales", sin por ello prescindir de "una sana colaboración con las ciencias humanas".

El Papa hablaba de la importancia de saber discernir cada caso y explicó que el discernimiento es esencial porque “quien se acerca al confesionario, puede provenir de las más dispares situaciones y podría tener incluso disturbios espirituales”.

El Papa precisó que “allí donde el confesor se diese cuenta de la presencia de reales y verdaderos disturbios espirituales –que pueden ser también en gran parte psíquicos, y que deben ser verificados a través de una sana colaboración con las ciencias humanas– no deberá dudar en referirse a quienes, en las diócesis, se encargan de este delicado y necesario ministerio, es decir los exorcistas”.


En la Iglesia Católica, los rituales de exorcismo están reservados a los obispos o a sacerdotes designados por ellos para esta función. 

El exorcismo es el acto de expulsar demonios o espíritus malignos que afectan a personas, sitios u objetos, e implica que el sacerdote se dirija al espíritu maligno con autoridad y ordenar que se marche, por el poder de Cristo.

Es distinto de la oración de liberación, que puede realizar cualquier fiel, y que consiste en rezar a Dios pidiéndole que Él sea quien expulse al mal o lo mantenga lejos. La Iglesia prohíbe a sus fieles cualquier intento de comunicación, diálogo o negociación con espíritus malignos.

En los últimos años, muchas diócesis han designado exorcistas diocesanos que se especializan en estos casos, que a menudo van ligados también a temas de drogas y adicciones, sectas, reiki, nueva era y rituales de brujería o santería. Los exorcistas suelen contar con colaboradores o consultores que conocen estos temas.


El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) detalla en el numeral 1673 que “cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo”.

El canon 1172 §2 del Código de Derecho Canónico señala que el exorcista debe ser un obispo o un sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.

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