Puntualmente a mediodía, el Papa Francisco se asomó a la ventana frente a la Plaza de San Pedro, para rezar con los miles de fieles y peregrinos que, a pesar del calor veraniego, se dieron cita el segundo domingo de julio para rezar el Ángelus junto al Sucesor de Pedro, escuchar su comentario al Evangelio y recibir su bendición apostólica.
  
Tal y como informa Radio Vaticana, a través de la parábola del “buen samaritano”, propuesta en esta ocasión por el Evangelio de Lucas, y leída en la Misa de hoy, el Santo Padre explicó que mediante este relato sencillo y estimulante, Jesús nos indica un estilo de vida, cuyo centro no somos nosotros, sino los demás con sus dificultades.
 
De manera que Francisco dijo que el Señor hace uso de esta parábola en su diálogo con un Doctor de la Ley a propósito del doble mandamiento que permite entrar en la vida eterna: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismos.
 
El Papa Bergoglio invitó a que –como el Doctor de la Ley– también nosotros nos preguntemos: ¿Quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar como a mí mismo? ¿A mis parientes? ¿A mis amigos? ¿A mis compatriotas? ¿A los de mi misma religión?
 
Y añadió que Jesús ha cambiado completamente la perspectiva inicial de aquel Doctor, y también la nuestra, por lo que afirmó que no debemos catalogar a los demás para decidir quién es mi prójimo. Puesto que depende de nosotros ser o no ser prójimo de la persona que encontramos y que tiene necesidad de ayuda, independientemente de quien sea.
 
El Obispo de Roma puso de manifiesto que la actitud del buen samaritano es necesaria para dar prueba de nuestra fe, que si no está acompañada por obras, resulta muerta. Mientras a través de las obras buenas, realizadas con amor y alegría hacia el prójimo, nuestra fe brota y da fruto.
 
El Pontífice también invitó a preguntaros si nuestra fe es fecunda; si produce obras buenas; o si en cambio es estéril… En una palabra dijo: ¿Me hago prójimo o simplemente paso de lado?
 
Es bueno hacerse estas preguntas –dijo el Papa– porque al final, seremos juzgados por las obras de misericordia. Y agregó que el Señor podría decirnos si nos acordamos de aquella vez, por el camino de Jerusalén a Jericó, mientras Aquel hombre, medio muerto, era precisamente Él.
 
Francisco concluyó invocando a la Virgen María para que nos ayude a caminar por la vía del amor generoso hacia los demás, la vía del buen samaritano, esa que nos hace entrar en la vida eterna.