La amplitud temática de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia "sobre el amor en la familia" está permitiendo a los analistas extraer de ella una amplia variedad de perspectivas. Recientemente ReL recogía diez consejos para cuidar el matrimonio. Ofrecemos ahora el artículo de los compañeros de Actuall con siete consejos para acertar en el noviazgo:

Una de las asignaturas pendientes de la pastoral familiar es el noviazgo. Todo un reto en una época que parece haber sido sustituido por otras cosas que nada tienen que ver con ese camino de discernimiento. Juan Pablo II y Benedicto XVI hicieron algunas valiosas reflexiones sobre el papel crucial que tiene.

Y el Papa Bergoglio ofrece consejos prácticos en la exhortación Amoris Laetitia (A.L.), comenzando por una observación obvia: “Aprender a amar a alguien no es algo que se improvisa ni puede ser el objetivo de un breve curso previo a la celebración del matrimonio. En realidad, cada persona se prepara para el matrimonio desde su nacimiento” (A.L. 208).

A los que Francisco añade siete consejos:


No hay noviazgo si no hay matrimonio, el noviazgo no es un fín en sí mismo, sino una preparación para la unión conyugal. Para eso es preciso valorar a esta última, que hoy en día está muy desprestigiada.

“Necesitamos ayudar a los jóvenes a descubrir el valor y riqueza del matrimonio” dice el Papa. Y añade: “Deben poder percibir el atractivo de una unión plena

-que eleva y perfecciona la dimensión social de la existencia,
-otorga a la sexualidad su mayor sentido, a la vez que
-promueve el bien de los hijos y
-les ofrece el mejor contexto para su maduración y educación" (A.L, 205)


“A veces –escribe Francisco- los novios no perciben el peso teológico y espiritual del consentimiento, que ilumina el significado de todos los gestos posteriores”. (A.L., 214)

El compromiso matrimonial no es un trámite sino un paso decisivo que condiciona de manera radical toda la vida de los contrayentes. Y es bueno que los novios reflexionen sobre ello.

“Hace falta destacar que esas palabras no pueden ser reducidas al presente; implican una totalidad que incluye el futuro: ‘hasta que la muerte los separe’.”

En ese contexto, “libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen mutuamente” (A.L, 214)


Francisco distingue entre la atracción (sexual y también afectiva) y el amor. Algo que muchos confunden cuando inician un noviazgo. “La mera atracción mutua no será suficiente para sostener la unión” si no hay nada más, si “los puntos de contacto son escasos”. (A.L., 209)

Y añade: “El problema es que el deslumbramiento inicial lleva a tratar de ocultar o de relativizar muchas cosas, se evita discrepar y así sólo se patean las dificultades para adelante” (A.L., 209)

En una época en que el criterio último de las relaciones parece ser el deseo, el papa Bergoglio afirma: “Nada es más volátil, precario e imprevisible que el deseo”. Y añade que “nunca hay que alentar una decisión de contraer matrimonio si no se han ahondado otras motivaciones que otorguen a ese compromiso posibilidades reales de estabilidad” (A.L. 209)


“Lamentablemente muchos llegan a las nupcias sin conocerse” (A.L., 210). Una obviedad tan de cajón como que es conveniente llenar la cantimplora si vas a cruzar el desierto. Pero muchas parejas se casan sabiendo muy poco del otro, o con un conocimiento muy superficial de su yo más íntimo. “Sólo se han distraído juntos, han hecho experiencias juntos, pero no han enfrentado el desafío de mostrarse a a sí mismos y de aprender quién es en realidad el otro” (A.L. 210).

Eso permitirá, entre otras cosas, conocer los puntos débiles o conflictivos del otro que pueden condicionar la futura vida en común. Para eso está precisamente el noviazgo, para discernir. “Se deben detectar las señales de peligro que podría tener la relación, para encontrar antes del casamiento, recursos que permitan afrontarlas con éxito" (A.L. 210)

La clave no es pues la atracción sino el conocimiento, la sintonía, para lo cual es necesario que los novios “puedan hablar de (…) su modo de entender lo que el amor y el compromiso, de lo que se espera del otro, del tipo de vida en común que se quisiera proyectar”. (A.L. 209)


Sin castidad es difícil que cuaje una unión sólida y estimulante: “La castidad resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal” afirma Francisco (A.L., 206)

La castidad no es una lista de prohibiciones, sino reservarse, saber esperar, para la entrega de alma y cuerpo en el matrimonio.

En la JMJ de Paris, un joven le preguntó a Juan Pablo II: “¿Qué está bien y qué está mal en el noviazgo?” A lo que el Papa respondió: “Está bien lo que puedes hacer enfrente de tu madre”. En el noviazgo uno no entrega su cuerpo al otro porque hacerlo sería una mentira.

“No hay que engañar a los jóvenes llevándoles a confundir los planos: la atracción ‘crea, por un momento la ilusión de la unión pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes” explica el Papa, con una cita de Erich Fromm.

Y añade Francisco: “El lenguaje del cuerpo requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar los propios deseos para entregarse de verdad” (A.L. 284).

Previamente hay un camino –el noviazgo- “en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos”

Y concluye el Papa: “La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo” (A.L. 283)


En el matrimonio cristiano es esencial buscar orientación en otros matrimonios así como en el tesoro de sabiduría y gracia sobrenatural de la Iglesia. No es aconsejable que los novios recorran solos su camino al matrimonio.

“La pastoral prematrimonial y la pastoral matrimonial deben ser ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros”. (AL, 211)

Además de la orientación de amigos o educadores, el papa Francisco subraya el papel de los sacramentos, y dentro de éstos, el de la Confesión: “Nunca hay que olvidar la propuesta de la Reconciliación sacramental, que permite colocar los pecados y los errores de la vida pasada, y de la misma relación, bajo el influjo del perdón misericordioso de Dios y de su fuerza sanadora” (A.L, 211)


La prisa, enfermedad de esta época, es mala consejera en materia de amor. Porque como dice el Papa, “el amor es artesanal” (A.L., 221). El camino tiene en cuenta la fragilidad del chico y de la chica que “gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso una realidad cada vez más sólida y preciosa”.

Eso requiere tiempo, paciencia, comprensión. Los novios deben saber que “cada matrimonio es ‘una historia de salvación’”. Y “quizá la misión más grande de un hombre y una mujer en el amor sea esa, la de hacerse el uno al otro más hombre o más mujer. Hacer crecer es ayudar al otro a moldearse en su propia identidad”.