El último acto de la primera jornada del Papa en Bulgaria fue la misa dominical celebrada en la Plaza del Príncipe Alejandro I, en Sofía. En la homilía, Francisco comentó el Evangelio del día, que narra la tercera aparición de Jesucristo a los apóstoles tras su Resurrección, cuando les invita a pescar en el lago Tiberíades y luego come con ellos en la orilla: "Todo el episodio que hemos escuchado... nos permite sumergirnos en esta alegría que el Señor nos envía a 'contagiar', recordándonos tres realidades estupendas que marcan nuestra vida de discípulos: Dios llama, Dios sorprende, Dios ama". Sobre ellas versaron sus palabras.

"Hermanos, el Señor no se cansa de llamar", aseguró: "Es la fuerza del Amor que ha vencido todo pronóstico y sabe comenzar de nuevo. En Jesús, Dios busca dar siempre una posibilidad. Lo hace así también con nosotros: nos llama cada día a revivir nuestra historia de amor con Él, a volver a fundarnos en la novedad, que es Él mismo. Todas las mañanas, nos busca allí donde estamos".

En Bulgaria solo hay 70.000 católicos. Muchos de ellos acudieron este domingo a Sofía a la misa oficiada por el Papa.

Por eso nunca hay que desanimarse ni rendirse ante las experiencias de "fracaso" o "dolor", un "bajar los brazos" que Francisco caracterizó como "la psicología del sepulcro" que "tiñe todo de resignación, haciendo que nos apeguemos a una tristeza dulzona que, como polilla, corroe toda esperanza. Así se gesta la mayor amenaza que puede arraigarse en el seno de una comunidad: el gris pragmatismo de la vida, en la que todo procede aparentemente con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad".

Por eso, además de la llamada, está la sorpresa: "Dios sorprende. Es el Señor de las sorpresas que no sólo invita a sorprenderse sino a realizar cosas sorprendentes". Es, insistió "el Señor de las sorpresas que rompe los encierros paralizantes devolviendo la audacia capaz de superar la sospecha, la desconfianza y el temor".

¿Por qué obra Él así? "Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama", sentenció el Papa. Y cuando Jesús se lo deja claro a Pedro, Pedro confía, porque "se reconoce frágil, comprende que no puede seguir adelante sólo con sus fuerzas. Y se funda en el Señor, en la fuerza de su amor, hasta el extremo. Esta es nuestra fuerza, que cada día estamos invitados a renovar: el Señor nos ama. Ser cristiano es una invitación a confiar que el amor de Dios es más grande que toda limitación o pecado".

La homilía concluyó con un mensaje de esperanza espiritual si depositamos en Jesucristo la confianza suficiente para dejar que guíe nuestra vida: "Uno de los grandes dolores y obstáculos que experimentamos hoy, no nace tanto de comprender que Dios sea amor, sino de que hemos llegado a anunciarlo y testimoniarlo de tal manera que para muchos este no es su nombre. Dios es amor, un amor que se entrega, llama y sorprende. He aquí el milagro de Dios que, si nos dejamos guiar por su amor, hace de nuestras vidas obras de arte".