En su último acto de este sábado en Madagascar, Francisco presidió la vigilia con los jóvenes en el centro diocesano de Soamandrakizay, en Antananarivo, un acto al que asistieron aproximadamente cien mil personas.

Dos jóvenes, Rova y Vavy, chico y chica respectivamente, plantearon sus inquietudes ante el Papa, antes y después de que varios grupos interpretasen ante el Pontífice cantos y bailes tradicionales. Francisco les agradeció que compartiesen su camino de búsqueda entre aspiraciones y desafíos: “¡Qué bueno encontrar dos jóvenes con fe viva, en movimiento! Jesús nos deja el corazón siempre inquieto, nos pone en camino y en movimiento. El discípulo de Jesús, si quiere crecer en su amistad, no puede quedar quieto, quejándose o mirándose a sí mismo. Debe moverse, debe actuar, comprometerse, seguro de que el Señor lo apoya y lo acompaña”.

El Señor sabe que somos buscadores de esa "felicidad para la cual fuimos creados" y que "el mundo no nos podrá quitar", dijo el Papa, y en ese camino de búsqueda existen “espejismos que nos prometen y encantan con una felicidad aparente, rápida, fácil e inmediata, pero que al final dejan el corazón, la mirada y el alma a mitad de camino. Esas ilusiones que, cuando somos jóvenes, nos seducen con promesas que nos adormecen, nos quitan vitalidad, alegría, nos vuelven dependientes y encerrados en un aparente círculo sin salida y lleno de amargura”, pensando que nada se puede cambiar.

El acto se celebró al aire libre, con algo de viento.

Sin embargo, "el Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora... Con Jesús siempre hay nuevos horizontes. Él nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos".

Dios invita a los jóvenes a "superar la apatía y ofrecer una respuesta cristiana a los múltiples problemas" a los que se enfrentan: "Nos invita a ser constructores del futuro. Contribuyendo a ello como sólo vosotros podéis hacerlo con la alegría y la frescura de vuestra fe". Pero "el Señor no quiere aventureros solitarios. Él nos regala una misión, sí, pero no nos manda solos al frente de batalla", dijo Francisco: "El encuentro personal con Jesús es irremplazable, pero no en solitario sino en comunidad. Es cierto que solos podemos hacer cosas grandes, sí; pero juntos podemos soñar y comprometernos con cosas inimaginables”. Aislarse es "una de las peores tentaciones que podemos tener". Porque "todos somos importantes y necesarios y nadie puede decir 'No te necesito' o 'No formas parte de este proyecto de amor que el Padre soñó al crearnos'”.

Al finalizar el acto, los servicios de seguridad tuvieron que emplearse a fondo para contener el entusiasmo de los jóvenes para saludar al Papa.

Francisco propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María: "Tenemos una Madre: la protectora de Madagascar, la Virgen María. Siempre me impactó la fuerza del 'sí' de María joven. La fuerza de ese 'hágase según tu palabra' que le dijo al ángel. Fue algo distinto a un 'sí' como diciendo: 'Bueno, vamos a probar a ver qué pasa'. María no conocía la expresión: 'Vamos a ver qué pasa'. Dijo 'sí', sin vueltas. Fue el 'sí' de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saberse portador de una promesa. Aquella muchacha hoy es la Madre que vela por sus hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos para Madagascar, para cada uno de vosotros y de vuestros amigos: que la luz de la esperanza no se apague".