A nadie le cabe la menor duda del valor de la labor asistencial que la Iglesia católica realiza actualmente en la sociedad española. Esta semana ha sido presentado en la Conferencia Episcopal la memoria justificativa de actividades del año 2008 y las cifras son asombrosas, pues la cantidad de dinero que la actividad caritativa de la Iglesia ahorra al Estado español es impresionante, casi 30.000 millones de euros. Es verdad que el Señor recomendó a sus discípulos la discreción a la hora de hacer caridad y no buscar el premio o la recompensa de los hombres, pero llega un momento en que es necesario que toda la sociedad conozca algo más que las miles de noticias negativas que determinados medios de comunicación se dedican a difundir, distorsionando así el verdadero rostro de los discípulos de Cristo. También dijo el Señor «alumbre vuestra luz a los hombres para que vean las buenas obras y den gloria al Padre del Cielo».

Colaborar económicamente con la Iglesia es ayudar a la institución que más bien hace a todos los hombres, con independencia de credos o afiliaciones políticas, puesto que la labor de cada cristiano es hacer presente el amor de Cristo, especialmente a los más pobres y necesitados. La actividad caritativa de la Iglesia nace del mismo amor de Dios por los hombres y debe ser su manifestación constante. Nosotros amamos a los hombres porque son los amados de Dios. Ningún ser humano, comenzando por el no nacido y continuando por los más débiles o inútiles puede ser apartado de la sociedad como si fueran una lacra o una desgracia. Toda vida humana es un don de Dios, aunque a veces aparezca desfigurado u oculto. Por eso debemos animarnos a seguir sosteniendo a la Iglesia dentro de nuestras posibilidades, pues Nuestro Padre del Cielo algún día nos recompensará por haber ayudado a los que teníamos cerca y necesitaban de nuestro apoyo.

Publicado en ABC