Se han puesto ellos mismos el sello al sacar un sello conmemorativo del partido comunista. Aunque el número de víctimas del comunismo es muchísimo mayor que el causado por el nazismo y el fascismo juntos, las sociedades civilizadas equiparan ambos totalitarismos revolucionarios. Con razón. En el horror no valen las estadísticas. Pero el Gobierno de España no los equipara. Qué va. A los comunistas les dedica su sellito de colores conmemorativo (además de gobernar con ellos).

Ha querido la casualidad que el sello coincida con la publicación de Cien años de literatura a la sombra del Gulag (Rialp), donde el crítico literario Adolfo Torrecilla repasa las obras de126 autores rusos que contaron la represión brutal a la que les sometió el marxismo. Torrecilla, después de tantos años de investigación del comunismo, reconoce un estupor: "Siempre me ha sorprendido que la represión comunista, especialmente la soviética, no genere más rechazo, pese a que sabemos lo extremadamente salvaje y violenta que fue". Dice "especialmente la soviética" porque es la que él ha estudiado. La china no se quedó atrás ni la camboyana ni la etíope…

No se requiere ser un Sherlock Holmes para deducir que el hecho de que el sello de marras coincida en el tiempo con la exhumación de algunos de los hombres que contribuyeron a frenar el comunismo en nuestro país (que venía lanzado, por cierto) no es casualidad. Pueden extraerse unas elementales deducciones.

Que el totalitarismo no es lo que les preocupa a nuestros gobernantes, obviamente. Ni tampoco las muertes, porque el comunismo, hasta que le dejaron, se llevó por delante a miles de personas en España. En el mundo (véase El libro negro del comunismo) han sido más de cien millones.

Dos buenos libros (Torrecilla y Courtois) para comprender el escarnio que supone el sello-homenaje de Correos, una entidad pública, al Partido Comunista de España.

Hay otra deducción menos elemental pero que es la explicación de fondo. El sello es uno de los mejores homenajes indirectos que se le pueden rendir a Franco. Con perdón; pero lo han rendido ellos, no yo.

Déjenme exponerlo. Si en España nos podemos tomar el comunismo de cachondeo conmemorativo y colorines guays es porque aquí se llevó un portazo en las narices y no se afianzó en el poder. Hizo de las suyas en la guerra, sí, pero se le acabó pronto y, con la denostada Transición, donde se perdonaba, se nos ha olvidado. Por eso. Jamás en los países del Telón de Acero que conocieron el comunismo de primera mano (y de primera bota) van a jugar a la filatelia con la hoz y el martillo.

Publicado en Diario de Cádiz.