2.

En todo este espectáculo mediático que han construido y promovido diversos medios de comunicación, diferentes voces se han alzado para dejar constancia de la injusticia que está ocurriendo.
 
En una entrevista publicada por el diario italiano La Repubblica, el presidente emérito del Pontificio Consejo para los Textos Legislativo, cardenal Julián Herranz, manifestó su adhesión al Santo Padre, además de afirmar que los escándalos producen en el Papa un sufrimiento «indecible, atroz y profundo».
 
Cardenales, obispos, Conferencias Episcopales, Movimientos y diversas realidades eclesiales han manifestado también su cercanía al Papa y han lamentado porrácea campaña mediática contra Su Santidad. Por citar algunos casos, el cardenal arzobispo de París, André Vingt-Trois, presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, deploró la campaña de difamación y calumnias para ensuciar al Papa, al final de la asamblea plenaria de los obispos franceses, el 26 de marzo de 2010.
 
Al finalizar la misa del domingo de ramos de 2010 en la catedral de san Patricio, en Nueva York, se dejó sentir un largo aplauso para el Papa, después de las palabras del arzobispo Timothy Dolan: «Lo que hace más profunda ahora la tristeza son las insinuaciones sin tregua contra el propio Santo Padre, ya que algunas fuentes parecen ansiosas por implicar al hombre que, quizá más que ningún otro, ha sido el líder en purificación, reforma y renovación que la Iglesia tanto necesita». Fue a monseñor Dolan al que meses atrás The New York Times vetó publicar un artículo que hablaba sobre el anticatolicismo.
 
La Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos publicó el 30 de marzo una declaración con la que manifestaron su apoyo y adhesión al Papa. Especialmente conmovedoras fueron las sentidas palabras de cercanía y apoyo que el domingo de Resurrección dijera a nombre de la curia su decano, el cardenal Angelo Sodano, al Papa.
 
Días más tarde, en una entrevista a L´Osservatore Romano (cf. 06-07.04.2010), el cardenal Sodano recordaba que el Papa ha pedido perdón por toda esta situación varias veces ya, aun no siendo él el culpable.
 
A.
La plataforma española HazteOir.org, ForumLibertas.com y E-Cristians.net han estado promoviendo campañas masivas de apoyo al Papa en las últimas semanas (para adherirse se puede hacer pinchando ).
Escritores como George Weigel, Jay Scott, Massimo Introvigne, José Luis Restán o Juan Manuel de Prada, entre muchos otros, han salido al paso contra las calumnias.
 
B.
No han sido sólo los católicos quienes ante la campaña de linchamiento mediático contra el Papa han manifestado su inconformidad.
 
Jon Juaristi, poeta, novelista, columnista y ensayista judío, señaló que «No es necesario ser católico» para darse cuenta de esa campaña anti Iglesia. Con un artículo publicado en el diario español ABC (04.03.2010), Juaristi ha puesto en claro las cosas: «Sólo el Papa y la Iglesia se han tomado en serio este asunto [el de los abusos, ndr]. Explotando el escándalo, la prensa amarilla sólo busca vender, y la progre, sacar a los católicos del espacio público, o al menos, si la campaña no diera para tanto, dejar la reputación del clero por los suelos». Y más adelante afirma: «El blanco de los ataques ya no los constituyen los curas pederastas y los obispos encubridores, sino el Papa, contra el que se ha movilizado la progresía justiciera».
 
Peggy Noonan, ex asesora durante la presidencia de Ronald Reagan publicaba en The Wall Street Journal un artículo en el que, además de manifestar su apoyo al Papa, recuerda a tres grupos de víctimas sobre todo este tema: «El primero y el más obvio son los niños que fueron abusados». El segundo es el de «los buenos sacerdotes y religiosas, los grandes líderes de la Iglesia en el día a día, que salvan a los pobres, enseñan a los inmigrantes y, literalmente, salvan vidas. Ellos han sido estigmatizados cuando merecen ser alabados». Y el tercer grupo está formado «por los heroicos católicos de Estados Unidos y Europa en los bancos de sus parroquias, las fuertes almas que pese a lo que se le hace a su Iglesia están todavía allí, haciendo la vida parroquial posible, sosteniendo su bandera, con su fe inquebrantable».
 
Ed Koch, primer alcalde judío de Nueva York, expresó su solidaridad a Benedicto XVI con la publicación de una entrada en su blog alojado en The Jerusalem Post. Haciendo una radiografía de la prensa laica afirmaba: «No pretenden informar, sino castigar», para luego aseverar que los ataques al Papa son mero anticatolicismo debidos a la postura de la Iglesia en temas como el aborto, la oposición a «matrimonios» entre homosexuales o la negativa a los métodos anticonceptivos, el sacerdocio femenino o la disciplina sobre el celibato eclesiástico.
 
El presidente del senado italiano, Renato Schifani, rechazó también la agresiva campaña mediática contra Benedicto XVI: «Los ataques al Pontífice en estos días son inaceptables e indignos dado que el Santo Padre ha adoptado recientemente medidas decisivas ante los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero». Los presidentes de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini, y de la Corte Constitucional, han condenado también los intentos de desprestigio y calumnias contra el Papa.
 
Dos italianos más, ambos agnósticos, salieron en defensa del Papa. Giulano Ferrara, director del periódico Il Foglio, escribía un artículo donde mostraba los objetivos de la campaña mediática contra el Benedicto XVI y la Iglesia: «Los radicales quieren una Iglesia democratizada y sometida plenamente por las leyes del estado, sin espacio para su “siniestro” teatro de lo divino y del culto y de la “represiva y supersticiosa” cura de almas. Los liberales, por lo menos de tono y método, como buscamos ser nosotros en Il Foglio, creen en una Iglesia y un Estado libre, en una Iglesia que tiene derecho a la palabra, de acción, de educación y de autogobierno. Y que sobre todo tiene derecho también al propio punto de vista al distinguir, sagrado principio liberal, entre pecado y delito».
 
Marcello Pera, por su parte, escribía una carta al director de un periódico italiano. La titulaba «Una agresión al Papa y a la democracia» (cf. Análisis y Actualidad, boletín telemático, número especial, 23 de marzo de 2010). En esa epístola manifestaba su disgusto ante la situación mediática de beligerancia contra el Pontífice. En una de las partes más emblemáticas decía: «Hoy como ayer, lo que se quiere es la destrucción de la religión».
 
Desde España, Gabriel Albiac elogiaba así la carta de Benedicto XVI a los irlandeses: «No es necesario creer en nada, salvo en la inteligencia, para apreciar la elegancia conceptual de Benedicto XVI […] En la asunción de esa culpa colectiva, Benedicto XVI persevera en el rigor teológico de Ratzinger. Admirable. Aún para el que no cree».
 
En Rusia, el periódico no católico Pravda  publicó un editorial a favor del Papa. El escrito firmado por Artur Rosa Teixera comenta que los casos aislados, sobre todo los más complicados, se generalizan para inducir a los lectores a creer que todo el cuerpo es igual.
Pero Teixera va todavía más allá al referir qué está detrás de estos ataques sistemáticos: «Esta generalización obviamente tiene connotaciones ideológicas y sigue una agenda política que busca deconstruir la sociedad tradicional y sus instituciones seculares así como imponer un nuevo orden mundial con la manera de los siniestros intereses de la oligarquía internacional, los mismos que manejan los mercados financieros y, a través de ellos, controlan ampliamente la economía mundial».
 
Y hablando sobre las calumnias del The New York Times revela: «Se ve la mala fe y el tinte difamatorio de la campaña que se ha articulado contra la jerarquía del mundo católico. Y eso se entiende. El actual Pontífice, consistente con los principios de la Iglesia católica, ha desarrollado una resistencia tenaz contra los propósitos divisorios, alentados por organizaciones seculares que buscan imponer una visión sexista y hedonista de la sociedad, reduciendo al hombre a su naturaleza humana negándole su dimensión espiritual. Estas organizaciones obviamente no han surgido “espontáneamente” ni viven del aire… han sido creadas y son apoyadas por la cuna de tales fundaciones filantrópicas como la familia Rockefeller […] Los intereses financieros de estos, están ligados a un amplio rango de sectores económicos que van desde la banca, petróleo, fármacos, industria militar, etc. hasta los medios audiovisuales, que claramente cumplen una agenda dictada por la élite global a la que pertenecen».
 
El periódico Spiked, del Reino Unido, publicaba un artículo de Brendan O´Neill, su editor, titulado The Secular Inquisition (13.04.2010). En él, O´Neill reprueba la campaña atea de algunos británicos que quieren procesar a Benedicto XVI y la calificaba de «profundamente inquietante, autoritaria e inquisitorial».
Por su parte, la agencia Aciprensa (14.04.2010) publicaba las palabras del Secretario de Gobernación de México, Fernando Gómez Mont, quien después de reunirse con los obispos mexicanos, dijo: «La mayoría de los pastores son gente de bien que no deben quedar marcados por las aberraciones de algunos». Después aplaudió las medidas que está tomando la Iglesia católica para luchar contra la pederastia.
 
En Francia, un grupo de intelectuales lanzó el 31 de marzo un llamamiento a la verdad (se puede visitar el portal que acompaña la iniciativa en www.appelaverite.fr). Tras solidarse con las víctimas de abusos, también hace lo propio con el Papa.
 
C.
Un artículo publicado por el diario español La Razón (cf. Roma encargó una investigación a Doctrina de la Fe en 2001. Los hechos de Irlanda o de EEUU responden a circunstancias distintas) reconocía la disparidad de trato entre la Iglesia católica y otros sectores de la población en el tema de la pederastia: «La prensa internacional presenta los casos de abusos sexuales en el clero de forma distinta que en cualquier otro colectivo».
No era el único medio. Il Corriere della Sera (italiano) publicaba el 21 de marzo una editorial firmada por Ernesto Galli della Loggia donde dice: «Cada vez es más frecuente que el discurso público de las sociedades occidentales muestren una perspectiva despectiva, cuando no abiertamente hostil, hacia el cristianismo».