Una editorial universitaria, Ediciones More, acaba de publicar por primera vez en español un libro de indudable interés para todos los admiradores de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), del que se cumplen 150 años de su nacimiento.

Mi hermano Gilbert

Fue un libro escrito por su hermano menor Cecil (1879-1918) y publicado de forma anónima en 1908 bajo el título de G.K. Chesterton, A Criticism. La traducción española presenta este libro como Mi hermano Gilbert. Ha sido una acertada elección porque el autor conoce bien a su hermano, pero el hecho de que sea su hermano no priva a Cecil Chesterton de su sentido crítico. La obra no es un panegírico sino el intento de dar a las lectores de su época una explicación sobre un periodista y escritor que se iba abriendo paso en la prensa de Londres con su estilo paradójico y singular.

Pese a que hable de un hombre de treinta y cuatro años, que viviría hasta 1936 y que no había publicado aún una obra tan destacada en su trayectoria como Ortodoxia ni la serie de relatos del Padre Brown, me atrevo a afirmar que esta es una de las mejores biografías, aunque sea una biografía intelectual, de Gilbert Keith Chesterton.

Ante todo un poeta

Cecil presenta a un hermano muy influido por las lecturas, y entre ellas no podían faltar la Biblia y Shakespeare, dos referentes, muy propios del mundo anglosajón y absolutamente indispensables para quien aspire a profundizar en la naturaleza humana. También influirían en él grandes autores del siglo XIX, del romanticismo en todas sus encarnaciones, pese a las apariencias, como Scott, Dickens y Stevenson. Con todo, el autor de este libro nos recuerda que Gilbert fue, ante todo, un poeta, aunque no se dedicara demasiado a la poesía, y que leyó con entusiasmo Hojas de hierba de Walt Whitman. De esta última lectura asumió algunas percepciones que hizo suyas: la consideración de la bondad de todo lo creado, la igualdad y solidaridad entre los seres humanos, la redención del mundo por la amistad…

El mundo interior de Gilbert se vio sacudido por la guerra de los Boers (1899-1902), que le convirtió en un encarnizado defensor del antiimperialismo, pues, aunque la mayoría de la población británica aprobaba una contienda disfrazada de lucha por el progreso y la civilización, Gilbert, al igual que Cecil, la consideraba una guerra injusta. Era la imposición del fuerte sobre el débil y la negación del derecho de unos colonos a ser independientes. El patriotismo no tenía por qué ser imperialista. Pero de esa postura no salió un combativo periodista político, ni menos aún un candidato al parlamento, pues Chesterton optó por la crítica literaria.

Aventurero informal y despistado

En efecto, sus libros sobre Robert Browning y Charles Dickens no son biografías al uso, más bien no son biografías en absoluto, pues el autor abunda en digresiones de una extensión tal que bien podrían haber formado parte de otro libro. Sabe captar bien el ambiente histórico en el que vivió el escritor abordado, pero hace más filosofía que crítica literaria. Su libro Herejes (1905) se ocupa de escritores contemporáneos como Kipling, Shaw, Ibsen o Tolstoi, con los que no está de acuerdo sin por ello menoscabar sus innegables cualidades literarias. La discrepancia de Chesterton no es literaria sino filosófica, tal y como se puede observar en esta cita: “Lo más práctico e importante en un hombre sigue siendo su visión del Universo”. Sin embargo, su hermano Cecil no está de acuerdo con la descalificación de Ibsen, un escritor capaz de crear héroes, aunque sean héroes solitarios, como el doctor Stockman, protagonista de su obra Un enemigo del pueblo. La respuesta de algunos de los escritores aludidos sería pedir a Chesterton que exponga su visión del Universo, algo que no había hecho claramente y que no hará hasta la publicación de Ortodoxia (1908), cuya aparición es anticipada por Cecil en su libro. Antes de ello, publicará dos interesantes obras, El Napoleón de Notting Hill y El hombre que fue Jueves, que, según Cecil, no son novelas, pues las ideas están más perfiladas que los personajes, aunque no dejan de ser narraciones.

En Mi hermano Gilbert no faltan, pese a los enfoques literarios, los rasgos personales, observados por quien conoce muy de cerca al protagonista del libro. Señala que su enorme sombrero, su capa o su bastón son propios de un romántico empedernido, dispuesto a buscar aventuras no en medio de la naturaleza sino en una gran ciudad como Londres, aunque la zona céntrica que él frecuentaba, Fleet Street, no era precisamente un escenario peligroso. Aventurero informal, también en los métodos de trabajo, y despistado, aunque a la vez un trabajador infatigable. Un retrato que hace justicia al escritor. Con todo, hay que subrayar que Cecil es también intuitivo. Muchos de los escritores de la época de Chesterton son hoy clásicos, pero su hermano asegura que Gilbert nunca será un clásico sino un contemporáneo. La lectura de sus obras demuestra que tenía razón.

Publicado en el portal de EWTN en España.