¿Son las personas religiosas más felices, más sanas y comprometidas? La pregunta es pertinente porque hace años que los diversos estudios de opinión sobre los efectos de la religión sobre la vida de las personas responden con un sí en la gran mayoría de casos. Ahora el Pew Research Center, un think tank que cuenta con un gran reconocimiento mundial por sus indagaciones sobre opinión en Estados Unidos y a escala global, ha vuelto ha estudiar el tema, prácticamente un “clásico”, en una aportación más de lo que constituye  uno de sus siete grandes ejes de trabajo, el que trata sobre religión y vida pública.

En la relación entre la fe religiosa vivida, y felicidad percibida, salud, y participación, sucede algo parecido a lo que acaece en el plano educativo, en el que los alumnos religiosos tienden a obtener un mejor rendimiento. Este es un dato que también ha venido siendo corroborado desde los trabajos de Coleman sobre capital social y capital humano allá por los años ochenta del siglo pasado.

Un amplio estudio

Ahora el Pew Research aporta los resultados de las encuestas de 26 países. Presenta las opiniones de los encuestados clasificados en tres categorías: los “religiosos activos”, que pertenecen a una religión y asisten a un centro de culto al menos una vez al mes; los “inactivos religiosos”, que se identifican con una confesión religiosa pero asisten con menos frecuencia; y los “no afiliados” que no forman parte de ninguna religión.

Son más felices

Los resultados son bastante evidentes. Las personas activamente religiosas tienen más probabilidades que las menos religiosas de describirse como “muy felices” en la mayoría de los países. A veces, las brechas son sorprendentes: en los EE.UU., por ejemplo, el 36% de los religiosos activos se describen a sí mismos como “muy felices”, en comparación con el 25% de los religiosos inactivos y el 25% de los no afiliados. Notables brechas de felicidad entre estos grupos también existen en Japón, Australia y Alemania. De hecho, hay diferencias muy grandes en muchos países, de diez puntos y más. Como en los casos de México, Australia, Brasil, y Uruguay, con la singularidad que es el país menos religioso de América Latina, así como diversos países del continente asiático. Hay algunas excepciones, y precisamente España (junto con Ecuador) es una de ellas. En estos dos casos la proporción de personas felices es superior entre los no afiliados que entre los religiosos activos. Existe además en el caso de España una segunda diferencia llamativa, al menos en los datos del Pew: el bajo porcentaje de población que se considera feliz en el conjunto de la población. En todo caso, la cuestión de los católicos practicantes españoles, porque este es el grupo en términos concretos, y su bajo nivel de felicidad es un interesante motivo de reflexión. ¿Por qué constituyen una excepción tan notoria?

Menos diferencias en la salud

No existe una conclusión tan clara en relación con la salud en general, en términos de considerarla “muy buena”. Solo para EE.UU., Taiwán y México, la conclusión resulta claramente afirmativa. Lo que sí se hace evidente, y ello sí ha de tener una consecuencia específica sobre la calidad de vida, es que los religiosos activos son generalmente menos propensos que los no afiliados a fumar y beber. En todos menos dos de los 19 países para los que se dispone de datos, los religiosos activos tienen menos probabilidades que los no afiliados de fumar, y, en todos los países menos uno, son menos propensos que los religiosos inactivos a hacerlo. Los religiosos activos también tienden a beber menos, aunque los resultados no son tan claros: en 11 de los 19 países, las personas que asisten a los servicios al menos una vez al mes tienen menos probabilidades que el resto de la población de beber varias veces por semana. Claro que en esto la cantidad y el tipo de ingesta alcohólica, sobre la que no se tienen datos, resulta determinante.

Una mayor participación

Las personas que asisten a servicios religiosos al menos una vez al mes son más propensas a unirse a otros tipos de organizaciones, como ONG y asociaciones, que las no religiosas. Están más comprometidas con su comunidad. Esto es así en 8 de los 26 países encuestados. Y en 12 países, las personas religiosas son más propensas que las personas inactivas a unirse a grupos no religiosos. En el caso de España se produce otra vez una excepción en términos de participación en otras asociaciones, como ya sucedía con la felicidad, aunque este caso es compartido con un mayor número de países: los no afiliados presentan un nivel de participación superior, y además con una distancia significativa entre ambos, porque no se trata de uno o dos puntos, que poco dicen dados los márgenes habituales de error de las encuestas, sino de nada menos que seis puntos. Los resultados también señalan, repitiendo lo que hemos visto en el caso de la felicidad, que España se encuentra en la cola en cuanto a participación.

Participación electoral

Con la participación electoral sucede algo distinto y España se alinea con el comportamiento mayoritario. El 83% de los religiosos practicantes participan siempre en las elecciones contra el 62% de los inactivos y el 53% de los no afiliados. Estos datos son consistentes con las encuestas poselectorales de CIS que señalan algo parecido. El voto “católico” valdría más porque de cada cien acuden 83, mientras que, entre los no religiosos, ateos, agnósticos, o indiferentes, prácticamente solo acuden a votar la mitad. Pero a pesar de esta ventaja en la participación, su efecto en las elecciones es marginal, porque no existe, también a diferencia de la mayoría de los países, una cultura política católica que oriente el comportamiento electoral. Al menos hasta ahora.

Publicado en La Vanguardia.