Pertenezco a un grupo de privilegiados (amplio como el elenco de sus amigos, exiguo ahora que -enseguida les cuento- el privilegio se abre) a quienes, al alborear cada diciembre, Aquilino Duque remite unos versos ligeros y profundos anunciando la inminente Navidad. Ese pequeño poema se convierte, desde hace ya muchos años, en el Primer Domingo de Adviento de mi liturgia personal. ¿Por qué? Porque sus dos o tres estrofas, no más, le aportan a estas fechas todo lo que las caracteriza y tantas veces echamos de menos: inocencia, frescura, alegría sincera y espontánea.

Aires populares -cuartetas de octosílabos suelen ser- en los que planea buena teología: "Lumbre de amanecer, / sombra que se deshace. / ¿Quién no vuelve a nacer / ahora que Todo nace?". O también: "Noche clara de alegrías, / que está naciendo el Mesías / y al menos por esta vez / medio mundo está a sus pies". Humor, que no falte. Y no falta en el Aquilino Duque poeta, como no falta en sus novelas ni en sus ensayos. Sutil, irónico... y que cada palo aguante su vela: "En un pajar nació el Niño, / un pesebre fue su cuna / y menos mal que a la vera / había un buey y una mula. / Los dos le echaban su vaho / para que no se arreciera, / pero llegó el rey de Roma / y a los dos los puso afuera".

Aquilino Duque (Sevilla, 1931) fue Premio Nacional de Literatura con su novela El mono azul.

Son siempre rimas traviesas, con la sencillez infantil de quien vive -porque se palpa que lo vive- el júbilo por el nacimiento de un niño en el que está depositada toda la esperanza del mundo, pero que, por el momento, depende enteramente de nuestra protección: "Entrábamos de puntillas, / teniéndonos de la mano / y cantando muy bajito / con miedo a despertarlo". Simplicidad como la de los villancicos de toda la vida, en los que sobra lo campanudo tanto como abundan las campanas: "Campanilleros, posadas, / mañanas del rey David, / cantan voces delicadas / algo así como «Venid»". Claro, porque "Navidad no es Navidad / si no se oyen campanas / y al filo de la media noche / un gallo en misa no canta".

Y quédense con esta preciosa evocación con la que el poeta mete en escena a dos personajes casi siempre olvidados en los nacimientos, que sin embargo tantas otras licencias bíblicas se permiten: "Hoy nace el niño, y ayer / como quien dice, María / de Ana y Joaquín aprendía / poquito a poco a leer. / No alzaba un palmo del suelo, / y ahora es toda una mujer / y madre del Rey del Cielo. / De ese Cielo en el que están / ¡qué orgullo no sentirán / la abuelita y el abuelo!".

Empecé presumiendo de privilegio, pero es de esos privilegios que uno pierde con gusto. Estas y otras rimas navideñas de Aquilino Duque han sido reunidas por la editorial Renacimiento en un librito, Doce días de año en año, que hay que pedir a los Reyes Magos: porque también aparecen y querrán presumir de ello, y porque saben lo bien que expresan sus páginas el espíritu del Belén que visitaron hace dos mil años. Unas páginas con las que nos sentimos de nuevo ante el pesebre, zambomba en mano, y que sirven incluso para rezar, seguros de que haciendo nuestro el tributo de sus versos agradamos a Dios.