Zapatero, aparatosamente fascinado por Obama, no quiso desaprovechar la ocasión de estrechar la mano del comandante en jefe de la Tierra. Por ello, ha renegado de su visceral laicismo hacia la religión, asistiendo a un acto netamente religioso que persigue a través de la oración reafirmar la fe de los asistentes y renovar su dedicación a Dios. El de «más gimnasia, menos religión», aquél que le espetó a Stephen Hawking que el retraso científico de España se debe a un problema cultural derivado del adoctrinamiento de la Iglesia contra la ciencia, oculta su desvencijado anticlericalismo bajo máscara de neutralidad y se cuela en una ceremonia religiosa para creyentes pronunciando un discurso de vaporoso sentimentalismo y vaga espiritualidad en el que antepone la libertad a la verdad e ignora el valor de la vida humana.

Eisenhower, bajo cuyo mandato presidencial se instauró el Desayuno Nacional de Oración, afirmaba en su etapa de presidente de la Universidad de Columbia que para preservar la cultura del hemisferio americano es necesariodesarrollar la enseñanza religiosa.

Ojalá que Zapatero, quien no pudo aprender economía en dos tardes, haya comprendido durante un desayuno lo que significa la religión en la vida pública. Ojalá que este hombre entienda de una vez que se puede ser no creyente y al mismo tiempo respetuoso con las creencias de los ciudadanos y que la natural influencia de la religión en lo temporal no es un fenómeno negativo sino una reconfortante garantía de libertad y concordia para las modernas sociedades.

*Publicado en La Razón