La ideología de género se basa en la famosa frase de Simone de Beauvoir en El segundo sexo: “Una no nace mujer, la hacen mujer”, completada poco después con la afirmación: “Uno no nace varón, le hacen varón”.

Los antecedentes de esta ideología hay que buscarlos en el feminismo radical y en los primeros grupos organizados a favor de una cultura en la que prima la despersonalización absoluta de la sexualidad. Este primer germen cobró cuerpo con la interpretación sociológica de la sexualidad llevada a cabo por el informe Kinsey, en los años cincuenta del siglo pasado. Después, a partir de los años sesenta, y como uno de los frutos de Mayo de 1968, fue alentado por el influjo de un cierto marxismo que interpreta la relación entre hombre y mujer en forma de lucha de clases, y así se ha extendido ampliamente en ciertos ámbitos culturales. El proceso de ‘deconstrucción’ de la persona, el matrimonio y la familia, ha venido después propiciado por filosofías inspiradas en el individualismo liberal, así como por el constructivismo y las corrientes freudo-marxistas.

La ideología de género quiere establecer la sociedad del hedonismo, pues considera que los seres humanos pueden alcanzar la felicidad en la realización de sus propios deseos sexuales sin límite moral, legal e incluso corporal alguno, utilizando para ello la eugenesia, el control de natalidad incluido el aborto y la supresión de la diferencia sexual. No hay ningún criterio discriminante entre lo lícito y lo ilícito, lo normal y lo anormal, siendo por tanto, permisibles y moralmente iguales todas las relaciones sexuales voluntarias, significando para ellos el ser responsable tan sólo el tomar precauciones contraceptivas a fin de evitar embarazos no deseados y siendo la obtención del placer el principal objetivo de la sexualidad, que cada uno puede tratar de alcanzar según le venga en gana.

En esta visión laicista y atea de la sexualidad propia de la ideología de género se quiere realizar una revolución sexual que consiste en una sexualización total de la vida. No existen diferencias sexuales por naturaleza, sino sólo roles o papeles sociales opcionales en la conducta sexual del individuo. Pero al negar la naturaleza, se echa por tierra la evidencia científica, la biología y la dignidad de la persona.

Como varias otras ideologías de nuestra época, la ideología de género, amamantada en el marxismo, también se basa en el odio y en la lucha entre los sexos. Así como el marxismo busca la sociedad sin clases, esta ideología busca la sociedad sin sexos. Se trata en esta ideología de conseguir la liberación sexual mediante la destrucción de la familia. La mujer debe independizarse y liberarse de las ataduras de su naturaleza y de las funciones asociadas a ella, como la maternidad y el hogar. Y es que en el matrimonio el marido es el explotador burgués y la mujer la proletaria esclavizada. La pareja está, por tanto, en rivalidad constante.

Por ello, cuando tuve que explicar la ideología de sexo a un amigo, le dije: “Puedes acostarte con cualquiera, menos con tu mujer”. Como dice una de sus ideólogas, la feminista socialista Celia Amorós, la supresión de la familia es el objetivo fundamental a conseguir. Pero, como es lógico, el odio engendra odio y la violencia, violencia. Con esta mentalidad no se consigue, sino todo lo contrario, disminuir la violencia doméstica o de género, como prueban las estadísticas sobre el tema.

La revolución sexual que se pretende trata de eliminar la distinción de sexos. Además la mujer tendrá el absoluto control sobre su reproducción, incluido el aborto. Y finalmente la total liberación sexual incluye el derecho absoluto a tener relaciones sexuales con quien se quiera, sin problemas de edad, número, estado civil, parentesco (incesto) o el género. A pesar de ello se nos dice que la nueva sociedad que emergerá será progresivamente mejor, porque la raza humana mejorará a través de la eugenesia, el control de natalidad y la supresión de la diferencia sexual.

Pero son simplemente hedonistas que confunden la libertad con la ausencia de límites, y por supuesto no son capaces de llenar el ansia de amor y de infinito que hay en el corazón humano. No es extraño en consecuencia que muchos de los principales defensores de esta tendencia hayan terminado desastrosamente sus vidas, porque la naturaleza no perdona los abusos contra ella.