Cuando estos días voy a decir misa en la catedral de Logroño, me encuentro con un mercadillo medieval y unos actos en los que se conmemora el auto de fe de la Inquisición de 1610. Por supuesto no voy a aprobar la quema de brujas, pero es evidente que no se puede juzgar una época histórica con los criterios de otra, por lo que voy a hacer una pregunta. ¿En este asunto de la brujería, la Inquisición fue mejor o peor que los tribunales civiles de la época?
 
Tengo delante dos libros; La Sorcellerie, de Jean Palou, de la colección Que sais-je? y El abogado de las brujas. Brujería vasca e Inquisición española del protestante danés Gustav Hennigsen, reeditado acertadamente en 2010 por el Ayuntamiento de Logroño. Palou reconoce que la quema de brujas fue general, “salvo, aunque pueda parecer extraño, en los países españoles e italianos donde reina la Inquisición”. Es decir, si no era la Inquisición, eran los tribunales civiles y por tanto no eran los tribunales eclesiásticos los responsables, como queda claro viendo que la persecución afectaba también a países no católicos como Inglaterra, Suecia y Rusia.

Palou se liquida a España con el siguiente párrafo: “España. País donde la brujería corresponde a la Inquisición, hay que señalar pocos procesos exceptuado el de Logroño, donde seis brujos fueron quemados en 1610”. Si tenemos en cuenta que el mismo libro dice que en la rama francesa de este asunto, en el vecino Burdeos, en esa misma época el juez De Lancre, juez civil, envió a la hoguera a quinientas personas, entre ellas numerosas jovencitas y niños, tenemos un buen punto de comparación.

Incluso en España, en Cataluña, nos cuenta Hennigsen, entre 1616 y 1619, las autoridades civiles ahorcaron a trescientos brujos y brujas, antes de que la Inquisición lograse imponer su jurisdicción, pues ya en España, gracias al Inquisidor don Alonso de Salazar Frías, y tras el proceso de Logroño, se dejó de condenar a muerte a las brujas.

Salazar se vio favorecido por la actitud escéptica ante la brujería de la Inquisición Suprema de Madrid, que exigía pruebas tangibles. Si recordamos que en España la Inquisición, por todos los delitos y a lo largo de trescientos cincuenta años, mandó matar a menos de cuatro mil cuatrocientas personas, entenderemos por qué muchos delincuentes preferían caer en manos de la Inquisición, ya que ésta era mucho menos cruenta, y no de los tribunales civiles. La actitud de España en este tema fue poco a poco aceptada por los demás países
 
Hoy en día la caza de brujas nos parece una aberración, pero podemos preguntarnos si en nuestro siglo, en estos momentos, no suceden cosas iguales o peores. Por lo menos en la filosofía de la época se afirmaba: “Contra el hecho no valen argumentos”.
 
Podemos preguntarnos si en los siglos futuros se nos considerará más o menos civilizados que los hombres del siglo XVI y XVII, que aceptaban la caza de brujas y la esclavitud. Pienso que no vamos a salir muy bien librados si recordamos la ideología de género.
 
En efecto, cada año millones de niños son asesinados dentro del seno materno, lo que es corroborado por los avances científicos. Sólo en España hay más de cien mil abortos al año. Ahora mismo acabo de leer que el comité de derechos humanos de la ONU ha declarado que el aborto debe ser «asequible» y «efectivo», como recomiendan los grupos abortistas.

Y si vamos a otros muchos aspectos de la ideología de género vemos que es una ideología claramente anticientífica. Genética, Biología Celular y Embriología nos enseñan que la vida humana empieza en la fecundación, mientras muchos padres y abuelos llevan en sus móviles fotos del bebé aún no nacido. Somos varones o mujeres, siendo los cromosomas XY o XX los que determinan nuestro sexo, como nos informa cualquier libro de Ciencias. Los intentos de cambio de sexo suelen ser un desastre, como nos informa la clínica Johns Hopkins de Baltimore, un tiempo pionera en estas operaciones, pero que ha dejado de hacerlas ante su evidente fracaso.

Además la ideología de género rechaza el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y niega nuestra dimensión religiosa. El pretender destruir la familia, que es su gran objetivo, sólo pueden intentarlo malvados, locos o imbéciles o todo a la vez, cuando no sólo es la institución natural más antigua, sino la más conveniente para la educación de las nuevas generaciones y la que mejor puede ayudarnos en nuestros problemas afectivos y sexuales.

En cuanto a pensar que es imposible el paso de la homosexualidad a la heterosexualidad, es algo que choca con la realidad, cuando cada día hay más personas que logran pasar de la homosexualidad a la heterosexualidad. Pero es que en este siglo XXI hay muchas personas que se creen que si ideología y realidad se enfrentan es la realidad la que debe acomodarse a la ideología y no la ideología a la realidad. A mí me convence más eso de que contra el hecho no valen argumentos.