En este ser contradictorio, que es el hombre, y por ende la sociedad, abundan las campañas publicitarias a favor de lo natural e hipernatural. Comida fresca, procedente de la huerta, y sin manipulaciones varias. Homeopatía o Medicina natural, para evitar toda supuesta contaminación de los laboratorios farmacéuticos. Gallinas y conejos de corral, nacidos y crecidos al natural, y numerosos ejemplos más. A la vez, cada día nos rodea más lo artificial, lo tecnológico, los ordenadores chips, teléfonos, etc. En medio de estas idas y venidas me ha llamado la atención un reciente artículo titulado "Madres artificiales", publicado por periódico El Mundo en su versión digital del pasado 1 de julio. Lo natural y artificial, desde el título. Ha pasado más de una semana desde su publicación, pero es interesante pensar en esos conceptos, bajo el prisma del “progreso” y del feminismo.
 
La autora expresa una idea que late en nuestra época actual, sobre todo en ambientes feministas o filoigualitarios. La ciencia ayuda y apoya al progreso humano, a la igualdad entre hombres y mujeres, y de modo especial al feminismo. Y para explicitar la tesis, el artículo va recorriendo varios hitos, alabando entre líneas estos avances. Yo tengo serias dudas sobre lo positivo de dicho progreso, el crecimiento humano de dichos avances, y el destino final de dicho camino.
 
El primer hito de esta liberación de la mujer el invento de los anticonceptivos. Que me perdone la señora Berta, autora del artículo. La experiencia de muchas mujeres ha sido la contraria. El hombre pone su límite, y hace lo que sea con la mujer; ya no hace falta pensar en la consecuencia de mis actos, en la responsabilidad propia de otros tiempos. Ahora el hombre es más libre, somete más a la mujer, y guiado solo por el impulso sexual, corre el peligro de embrutecerse.
 
Siguiente hito: el aborto. Si el preservativo falla, la mujer tiene la posibilidad de abortar. Tiene el aborto demasiado a la mano, como primera solución, obvio según su médico, ante el “problema” del embarazo. ¿Una solución que libera a la mujer, o que la deja más a la intemperie de cara a un problema, que puede tener también su parte real y objetiva? Hay estudios sobre el síndrome post-aborto en las mujeres. Con datos semejantes, unos aseguran que no pasa nada y otros muestran que sí pasa mucho. Lo que está claro, en casi la totalidad de los casos, es que la mujer se ha liberado de la compañía del hombre ante una situación objetivamente difícil.
 
El tercer hito me llama más la atención, sobre todo por tratarse de un instrumento muy generalizado: el biberón. Me ha llamado la atención, pues según parece, este aparato tiene al menos 250 años; el mes que viene se cumple el aniversario de su primera constatación histórica, usado tanto para dar agua a los bebés como para darles leche, en ausencia o falta de la madre. Imagino que la autora ha buscado una imagen para simbolizar la “liberación” de la mujer, liberándose de la imagen tan entrañable de una madre alimentando a su pequeño.
 
Los dos últimos hitos, y esos merecen un tratamiento más amplio, vienen de la aparición de los vientres de alquiler y los avances en la fabricación de un útero artificial. Alquilamos una casa, un coche o un apartamento para el verano; y el alquiler es una actividad económica más. Alquilar un vientre es otra cosa, a no ser que hablemos del niño-producto de consumo. El lenguaje nos chirría. Y numerosas feministas, partidarias de esta exaltación de la mujer, han expresado sus pegas y descontentos ante esta realidad. El útero artificial, todavía en muy en pruebas, es algo que puede ayudar a la humanidad o dar una vuelta más en su cosificación y mercantilización; todo depende de quién y para qué lo use. En un ejemplo de los 40, es como la energía atómica de Einstein.
 
Este caminar de la sociedad trae a mi mente obras literarias como Un mundo feliz o 1984. Adolf Huxley ya se había imaginado un proceso de generación totalmente artificial, en una cadena de montaje. Y lógicamente, durante esa cadena, se iba “educando” a los seres humanos según las consignas del Partido. Los fieros animales salvajes eran así domesticados y fácilmente controlados. Lo curioso, y lo real, es que dicha construcción, perfecta en su concepción, no satisface la realidad del ser humano. Sus deseos y aspiraciones no se pueden encadenar, y la maravillosa utopía se quedó en mísera distopía.