Estos días he leído la noticia que Pedro Sánchez, del PSOE, y Garzón, de IU, han llegado al acuerdo que si llegan al poder una de sus primeras leyes será legalizar la eutanasia.
 
Para el Diccionario de la Real Academia “eutanasia es acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos”. El Catecismo Joven de la Iglesia Católica en línea con la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica (2277-2279), el YouCat, nos dice en su número 382: “La eutanasia en sentido propio, es decir, toda acción u omisión que por su naturaleza y en la intención causa la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor, constituye siempre un homicidio, gravemente contrario a la Ley de Dios”.
 
En consecuencia hemos de decir no a la eutanasia activa, pues matar para aliviar el dolor o la agonía no es una práctica ética y el personal sanitario está para curar y no para matar, no siendo desde luego lo mismo provocar la muerte que permitirla. Nadie tiene derecho a matar a nadie. La presencia de la intención de provocar la muerte es lo que caracteriza la eutanasia. Sus defensores lo que piden es poder matar en determinadas circunstancias. En el juramento hipocrático, compendio durante tantos siglos de la ética médica, se dice: “No administraré a nadie un fármaco mortal, aunque me lo pida, ni tomaré la iniciativa de una sugerencia de este tipo”.

Permitir la eutanasia trae como consecuencias, como lo muestra los casos de Holanda y Bélgica, muertes sin consentimiento del paciente e incluso con su rechazo y como consecuencia desconfianza en las instituciones sanitarias, aparte de la paradoja que supone que para respetar la dignidad de un ser humano se le mate. Si la eutanasia tiene soporte legal, es indiscutible que los legisladores que contribuyen a aprobarla son también responsables de los homicidios que se cometen. Por supuesto estoy en contra de la eutanasia, a la que considero un acto criminal y homicida, pero si se hace además en contra de la voluntad del paciente, se trata de un asesinato en toda regla. Recordemos que Himmler en su vida sólo presenció un fusilamiento y sin embargo ha pasado a la Historia como un gran genocida. Además el médico está para curar, no para matar, y que el ideal de un médico puede ser Hipócrates, pero desde luego no Mengele.
 
Por ello me parece interesante ver lo sucedido en Holanda. En ese país se despenaliza la eutanasia en 1993 (no se culpaba a los médicos que la practicaban) y lo que comenzó siendo una práctica tolerada se establece como ley en el año 2002. A partir de ese momento la ley holandesa considera legal la intervención directa y eficaz del médico para causar la muerte del paciente que sufre una enfermedad irreversible ​o que se encuentra en fase terminal y con padecimiento insoportable. Una primera consecuencia es que desde ese momento las eutanasias han crecido un 73% en los últimos diez años, según revela LifeNews. La tendencia creciente sigue imparable y así en el 2012 hay 4360 casos, de los que oficialmente 310 son eutanasias no consentidas, un 7% del total. Pero en el 2016 son ya 6091, con un aumento del 10% sobre el año anterior.
 
Pero la realidad es que el número de eutanasias no consentidas es muy superior a la cifra oficial. Una encuesta llevada a cabo por el fiscal general del Estado holandés, garantizando anonimato, confidencialidad e impunidad jurídica dice que prácticamente en la mitad de los casos se ha hecho sin consentimiento del paciente. En la mayor parte de los casos los médicos alegaron que el paciente tenía dificultad para comunicarse. Para un 51% de los médicos la eutanasia es una opción digna.
 
No es extraño que bastantes ancianos con apego a la vida no quieran ni oír hablar de ir a un hospital holandés. Muchos de ellos llevan consigo un documento en el que solicitan no se les aplique la eutanasia e incluso que no se les lleve a un hospital.
 
Aquí en España puede pasarnos lo mismo si ganan Sánchez y Garzón. Si voy a un hospital de la Seguridad Social, quiero estar seguro de que se va a intentar curarme, no matarme. Si esta ley se aprueba y con la tendencia que hay al deslizamiento, no estoy muy convencido de que, en poco tiempo, no nos pase lo de Holanda. Y es que lo tengo muy claro: con mi vida no se juega. Por ello lucharé con todas mis fuerzas contra la eutanasia y no tendré reparo en llamar criminales a quienes favorezcan o quieran favorecer mi asesinato.
 
Todo esto me lleva a plantearme el problema de mi propia muerte. Creo que es bueno, si nos sentimos católicos, que nuestros familiares sepan que deseamos morir como buenos cristianos en paz con Dios y que les pidamos ya ahora que no duden en llamar al sacerdote. Estemos ciertos del infinito amor que Dios nos tiene, mayor que el que yo tengo hacia mí mismo, lo que significa que puedo fiarme de Él. Dios me pide que me arrepienta de mis pecados con el sacramento de la Penitencia y que con la ayuda de su gracia, haga lo posible por quererle. Si con mi vida no se juega, con mi salvación menos.