Me niego a alistarme en uno de los dos bandos en los que queda reducida la realidad en España: los nuestros y los otros. Enfrentamiento ideológico convertido nuevamente en guerra entre hermanos.
 
No me parece sano exagerar esos sentimientos de pertenencia. Yo personalmente sólo quiero pertenecer a Cristo y no me debo a ningún grupo, ideología o bando. La fe hace intrépido al hombre pero esa valentía no tiene nada que ver con el “morir matando”.
 
Es evidente que hay un combate y hace falta estar ciego para no ver que en España hay quien persigue nuestra fe y hay quienes, además, aleccionan así a nuestros hijos.
 
Pero no imitemos las tácticas de quienes persiguen. Nuestras armas son mucho más letales y profundas: el amor y el perdón. Frente a la dinámica del odio, la dinámica del amor. No es ingenuidad. Es evidente la enorme complejidad de las relaciones humanas y más cuando las personas están crispadas por las ideologías, sean del signo que sean. Por delante de las grandes categorizaciones, siempre la persona concreta y su historia.
 
La tendencia a dividir, provocar polémica y ponerse al mismo nivel de quien agrede no me convence, aunque se disfrace de celo…Podemos volar mucho más alto y dar una batalla de más nivel espiritual, humano e incluso intelectual. Furia reactiva y catolicismo de algarada no, por favor.
 
"Cuando el cristianismo es odiado por el mundo, no necesita obras de persuasión, sino grandeza" (San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, 3,3).
 
Despertemos del letargo en el que estamos sumidos. Con tanta política e ideología, hemos descuidado la mística. Sí, no me pongáis cara de póquer. Este combate  es de unas dimensiones tan grandes y profundas que sólo lo vamos a ganar con medios sobrenaturales, no con autobuses. Este combate lo vamos a ganar con oración y ayuno, con actos de desagravio y alabanza a nuestro Dios, con la certeza de que la victoria final es de Cristo.
 
“Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”(MT 5). Y, sinceramente, ¿cuánto hemos rezado tú y yo por la conversión de cada una de las personas que odian la fe en España? Yo, desde luego, poco.