[Betsabé R. Varela, Misionera del Niño Desamparado, es una religiosa española que dirige en Guatemala un hogar para niños abandonados. En este artículo la Madre Betsabé rinde homenaje a monseñor Eduardo Fuentes Duarte (19411997), ingeniero y sacerdote, quien fuera obispo de Sololá. Falleció a los 55 años de edad de forma muy rápida a consecuencia de un tumor diagnosticado en un estadio muy avanzado. "Llevó con gran alegría la enfermedad, acercando a muchas personas a Dios y realizando un gran apostolado desde su lecho", afirma la Madre Betsabé.] 

Desde Guatemala. Desde el orfanato, desde este hogar de acogida; desde este país que no es el mío, pero desde esta familia de niños que sí lo son, desde este rincón, desde este olor a café maduro, desde esta tierra de horizontes destilados…



Frente a esta foto que hoy, como en aquel mismo momento en que la tomé, me llena de una edificante esperanza y fortaleza, pese a que ninguno de ellos, monseñor Eduardo Fuentes (19411997) y nuestra pequeña Chiqui (1996-2012), primera niña acogida de este hogar, estén ya físicamente con nosotras.

Por años, por muchos años, he vivido entregada a la causa de los niños abandonados, maltratados, solos o huérfanos. En esta tierra de misión, tierra de pobres y de algunos ricos. En esta tierra tan hospitalaria como hostil, tan dulce como agresiva, tan religiosa como supersticiosa, tan amiga como impasible. Tierra de mentiras pero de una gran Verdad.

Esa verdad que pude llegar a descubrir enganchada en los ojos inocentes de aquellos pequeños perdidos, que aupé para salvarlos de los colmillos fieros del maltrato y del abandono, en cualquier noche, de cualquier camino… Pero que tuve la dicha de verla también en nuestro muy querido monseñor Eduardo Fuentes, a quien nos sentimos siempre felizmente agradecidas por tanto bien hecho a nosotras y a tantos niños necesitados.

De puro sabido es su apoyo a los sacerdotes y seminaristas, y como muestra de ello se definen una y otra vez los Seminarios Menor y Mayor en la diócesis de Sololá; pero en el silencio de tanta obra buena que hizo ante ese Dios “que ve en lo escondido”, está latente hoy este hogar de acogida para niños necesitados, el cual, sin su apoyo y comprensión, nunca habría podido fundarse.

Dice el refrán: “Cada uno habla de la feria según le va en ella”. Para los seminaristas, fue guía y modelo; para los pobres, auxilio y favor; para los feligreses, un verdadero Apóstol, para las órdenes religiosas, un santo impulsor… ¡para los huérfanos… un Padre!

A pocos meses de cumplirse 25 años de tu partida: Gracias, monseñor Eduardo, por haber creído en nosotras, en medio de tantas dudas, de tantas duras advertencias y haberte hecho cómplice junto con nuestros niños de este sueño nuestro y de Dios: “Buscar juntos un HOGAR donde poder crecer y vivir”. Desde el Cielo, bendícenos.