De vez en cuando uno se entera de noticias que los medios de comunicación tapan lo más posible o silencian del todo. Por ejemplo en el mes de Noviembre me enteré que en el año 2015 llevábamos ya en esas fechas 26 varones asesinados por sus compañeras sentimentales. Mientras los telediarios nos dan abundantes detalles cada vez que una mujer es asesinada por su compañero sentimental, si el caso es al revés el silencio es absoluto.
           
Recientemente, el pasado 9 de junio, los 47 jueces que integran el pleno del Tribunal de Estrasburgo (el tribunal de Derechos Humanos más importante del mundo), han dictado una sentencia por unanimidad, naturalmente silenciada por el progresismo informativo, que establece textualmente que “no existe el derecho al matrimonio homosexual”. El dictamen se funda en una serie de considerandos filosóficos y antropológicos basado en el orden natural, el sentido común, informes científicos y por supuesto, en el derecho positivo. Dentro de esto último fundamentalmente la sentencia se basó en el artículo nº 12 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. “La Convención Europea de Derechos Humanos no obliga a ningún Estado a ampliar el derecho al matrimonio a las parejas homosexuales […] el matrimonio es claramente entendido como la unión entre un hombre y una mujer”. De esta manera, el Tribunal Europeo de DD. HH. de Estrasburgo da la razón a Austria y zanja el conflicto planteado por una pareja de gays que denunciaron al Estado por negarse a casarlos en septiembre de 2002. De esta forma, la reciente sentencia en Europa viene a enfriar y templar la propaganda incesante de los grupos LGBT que hacen parecer la aprobación del matrimonio gay como un avance imparable al que sólo se resisten, movidos por una profunda homofobia, un puñado de países. La realidad es que sólo 17 de los 193 países miembros de la ONU tiene esta institución. Pero ni siquiera puede alegarse homofobia militante en esos casos, al menos no en su mayoría:  95 de los 176 estados que solo reconocen el matrimonio natural han despenalizado por completo las conductas homosexuales y 88 mantienen protección constitucional sobre los individuos del colectivo LGBT.
           
Y por último, también se ha procurado extender un manto de silencio con la “Ley de protección integral contra la discriminación por diversidad sexual y de género de la Comunidad de Madrid”,  aprobada este 14 de Julio por el Parlamento de la Comunidad Autónoma, aprobación de la que los lectores de algún periódico madrileño de tirada nacional no se han enterado porque no ha sido recogida en sus páginas.
           
Las tres noticias silenciadas tienen un punto en común: todas hacen referencia a la ideología de género. Sus partidarios, que como sabemos son todos los Partidos con representación parlamentaria, el lobby LGTB y las feministas radicales tratan  de silenciar estas noticias porque no les conviene su divulgación. En el primer caso, porque quieren hacernos creer que la violencia va sólo en una dirección. En el segundo porque es evidente que la ideología de género no cuenta sólo con el rechazo de una minoría religiosa ultraconservadora, sino que, por mucho que se empeñen, sus partidarios tratan de imponernos, con su activismo extremo, sus opiniones a todos aquéllos que no pensamos lo mismo.
           
En cuanto a la Ley de Madrid, no me extraña que no quieran publicitarla demasiado, porque la ideología de género, como es tan contraria al sentido común, le interesa presentarse como algo indiscutible que no admite réplica. Yo estudié Derecho en tiempos de Franco, aunque nunca he ejercido, pero entre las cosas que recuerdo es que la carga de la prueba corresponde al que acusa, no al acusado. En esta Ley, en cambio, si un homosexual me acusa de homófobo tengo que ser yo el que prueba mi inocencia. Para aprobar algo así, hay que ser canalla, idiota o ambas cosas, aparte de que los políticos deben recordar, como dice dos veces Hechos de los Apóstoles “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
           
También es increíble que si un homosexual quiere salir de su homosexualidad porque así lo desea, se castigue al que intente ayudarlo, con un un multazo fortísimo. Me parece un atentado al derecho del homosexual a optar libremente sobre como quiere que sea su sexualidad. Por si fuera poco  esta Ley se carga el derecho de los padres a educar a sus hijos, el derecho de los profesores a la libertad de cátedra, y el derecho de los centros escolares a tener un ideario.
           
Las consecuencias son, ya han empezado, terribles. Nuestros chavales van a ser educados en la Moral de Satanás. Luego no nos quejemos de ellos, porque unos activamente, y otros, por su pasividad, hemos contribuído a corromper a una generación.
                                                                         
Pedro Trevijano