En el Génesis se nos dice: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra”(1,27). El varón y la mujer aparecen simultáneamente y su perfección como imagen de Dios está en la unión en el amor de dos seres con estructuras diferentes, pero complementarias, unión que se realiza con vistas a la procreación. Los hombres siempre nos hemos considerado como varones o como mujeres, dotados de cromosomas y órganos reproductores diversos.

La ideología de género con respecto al sexo se basa en la famosa frase de Simone de Beauvoir, en Le deuxième sexe: “Una no nace mujer, la hacen mujer”; completada poco después con la afirmación: “Uno no nace varón, le hacen varón”. Los antecedentes de esta ideología hay que buscarlos en el feminismo radical y en los primeros grupos organizados a favor de una cultura en la que prima la despersonalización absoluta de la sexualidad.

Es decir, la “ideología del género” considera la sexualidad como un elemento cuyo significado fundamental es de convención social. Es decir, no existe ni masculino ni femenino, sino que nos encontramos ante un producto cultural. El ser humano nace sexualmente neutro, posteriormente es socializado como hombre o mujer. La diferencia entre varón y mujer no corresponde, fuera de las obvias diferencias morfológicas, a la naturaleza, sino que es mera construcción cultural según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asigna a los sexos.

Para esta antropología, que pretende favorecer perspectivas igualitarias, liberándonos de todo determinismo biológico e incluso de la distinción de sexos misma, homo, hetero y bisexualidad son igualmente válidas y tan solo una cuestión de preferencia. La revolución sexual que se pretende trata de eliminar la distinción de sexos. En esta mentalidad, el hombre y la mujer eligen su sexo y lo pueden cambiar, cuantas veces lo estimen oportuno, hasta el punto de que las diferencias entre hombres y mujeres no tienen relación con las causas naturales o biológicas, sino que se deben a determinaciones sociales. La educación en este sentido ha de iniciarse en la más tierna infancia, regalando a los niños juguetes no sexistas.

El significado del sexo depende de la elección propia de cada uno sobre cómo configurar su propia sexualidad, resultando justificable cualquier actividad sexual, pues cualquier decisión que se tome es buena, salvo la violación y la actitud de aquellos homófobos, es decir nosotros, que no aceptan la permisividad total. No tenemos una sexualidad natural, dicen, sino que es con mi conducta, cuando me creo mi sexualidad.

Es evidente que donde está mejor un niño es en una familia normal, con un padre y una madre que se quieren y aman a su hijo. Empieza a ser cada vez mayor la resistencia ante la absoluta falta de sentido común de la ideología de género. Son los hechos y no la ideología quienes determinan la realidad.

Así la Asociación Española de Pediatría es contundente: “Un núcleo familiar con dos padres o dos madres es, desde el punto de vista pedagógico y pediátrico, claramente perjudicial para el armónico desarrollo y adaptación social del niño”(La Razón 4-VI-2003, 27). Los pediatras italianos se pronuncian por motivos profesionales, con un no rotundo a las adopciones por parte de homosexuales. El Colegio de Pediatras de Estados Unidos ha dado a conocer una declaración, titulada La ideología de género hace daño a los niños, en que urgen a educadores y legisladores a "rechazar todas las políticas que condicionen a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto". "Son los hechos y no la ideología", afirman, "quienes determinan la realidad", esto es, que "la sexualidad es un rasgo biológico objetivo".

La Congregación para la Doctrina de la Fe nos dice: “Como demuestra la experiencia, la ausencia de la bipolaridad sexual crea obstáculos al desarrollo normal de los niños eventualmente integrados en estas uniones. A éstos les falta la experiencia de la maternidad o de la paternidad”(31-VII-2003, nº 7).

Además, vete a decirle a una madre normal de un chico de cinco años que su hijo puede ser nena o al revés. O pon en un jardín de infancia una serie de juguetes a disposición de los niños y verás como te escogen los propios de su sexo.

Todos nacemos con un sexo biológico. El género (la conciencia y sentimiento de uno mismo como hombre o mujer) es un concepto sociológico y psicológico, no un concepto biológico objetivo. Nadie nace con conciencia de sí mismo como hombre o mujer; esta conciencia se desarrolla con el tiempo y, como todos los procesos de desarrollo, puede desviarse a consecuencia de las percepciones subjetivas del niño, de sus relaciones, de sus experiencias adversas desde la infancia y de los errores educativos, especialmente si son intencionados. Quienes se identifican como "sintiéndose del sexo opuesto" o como "algo intermedio" no conforman un tercer sexo. Siguen siendo hombres biológicos o mujeres biológicas.

Los extraordinariamente raros trastornos del desarrollo sexual son desviaciones de la norma sexual binaria, todas ellas médicamente identificables y directamente admitidas como trastornos del diseño humano. Los individuos con trastornos del desarrollo sexual no constituyen un tercer sexo. Además los bloqueadores hormonales pueden ser peligrosos, y según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural.

En todo caso, intentar hacer de casos raros y excepcionales la norma general de educación es de locos.