Es evidente que no quiero fusilar a ningún obispo, sino que dado que considero lamentable que nuestros obispos produzcan documentos en ocasiones francamente buenos que lee muy poca gente, por ello en esta ocasión mi artículo va a ser un copiar resumiendo lo que dijo la Comisión Permanente de nuestro Episcopado en Junio de este año sobre la nueva Ley del aborto.
La Declaración Episcopal dice: «Hecho ya público, el pasado 14 de Mayo, el “Anteproyecto de Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo” los obispos tenemos el deber de pronunciarnos públicamente sobre sus graves implicaciones morales negativas. Nuestras reflexiones podrían ser aceptadas por muchos que no comparten nuestra fe, pues giran en torno al derecho a la vida de todo ser humano inocente, un patrimonio común de la razón humana».
 
«El aspecto tal vez más sombrío del Anteproyecto es su pretensión de calificar el aborto provocado como un derecho que habría de ser protegido por el Estado. He ahí una fuente envenenada de inmoralidad e injusticia que vicia todo el texto». «El Estado que otorga la calificación de derecho a algo que, en realidad, es un atentado contra el derecho fundamental a la vida, pervierte el elemental orden de racionalidad que se encuentra en la base de su propia legitimidad».
 
«El Anteproyecto establece un primer plazo de catorce semanas dentro del cual la voluntad de la madre se convierte en árbitro absoluto sobre la vida o la muerte del hijo que lleva en sus entrañas. Decidir abortar es optar por quitar la vida a un hijo ya concebido, y eso sobrepasa con mucho las posibles decisiones sobre el propio cuerpo, sobre la salud de la madre o sobre la elección de la maternidad. Es una decisión sobre un hijo indefenso y totalmente dependiente de quien lo lleva en su seno. Es, según el Concilio Vaticano II, un “crimen abominable”».
 
En el segundo plazo (hasta las veintidós semanas) se emplea la salud como excusa para eliminar a los que van a nacer. «Los facultativos podrán certificar la existencia de esta indicación médica para el aborto cuando el niño que va a nacer suponga un grave inconveniente para “el completo bienestar físico, mental y social” de la madre. Lo que no se sabe es cuáles serán los criterios que el médico habrá de emplear para poder diagnosticar el grave quebranto”. Ante esta indefinición, el segundo plazo, teóricamente ligado a indicaciones médicas, queda también prácticamente asimilado al primero. En cuanto al tercer plazo “¿por qué las anomalías fetales incompatibles con la vida o una enfermedad extremadamente grave e incurable del feto permitirían el aborto en cualquier momento de la gestación? La inclusión del aborto entre los medios supuestamente necesarios para cuidar la salud es de por sí una grave falsedad. Abortar no es nunca curar, es siempre matar. Cosa distinta es que una determinada terapia lleve consigo un aborto como efecto indirecto no buscado».
 
«Se oye decir a veces que durante algún tiempo determinado el ser vivo producto de la fecundación humana no sería un ser humano. Es necesario, no cabe duda, hacer tan irracional afirmación cuando se quiere justificar o tolerar que la mujer decida sobre la vida de ese ser que lleva en su seno, como si se tratara de un derecho suyo que el Estado tutelar y hacer respetar. Porque es muy duro reconocer que el fruto de la fecundación es un ser humano, distinto de la madre, aunque dependiente de ella, y, al mismo tiempo, afirmar que se le puede quitar la vida simplemente porque así lo decide quien lo gesta. Sería tanto como reconocer que hay derecho a matar a un inocente».
 
El Anteproyecto tampoco apoya a la mujer para ahorrarle el trauma del aborto y sus graves secuelas. «El Anteproyecto estipula que se entregará a la mujer que solicita  abortar una información en sobre cerrado que podrá leer en un plazo máximo de tres días. Sin embargo, ningún proceso médico de consentimiento informado se realiza de un modo tan frío e impersonal. La situación de angustia que empuja a la mayoría de las mujeres que se platean abortar, más que sobres cerrados reclama corazones abiertos que les presten el apoyo humano que necesiten para no equivocarse quitando la vida a un hijo y destrozando la propia». «Facilitar a las adolescentes la decisión de abortar, marginando a sus padres de tal decisión, es propiciar su soledad e indefensión ante un hecho muy nocivo para su salud espiritual y su desarrollo humano. El proyecto legal se limita a tratar de despejar (a las más jóvenes) el camino hacia el abismo moral y hacia el síndrome postaborto». En cuanto a los padres «no parece admisible que se margine a los padres en algo tan fundamental como el nacimiento o la muerte de sus propios hijos».
 
Y para colmo «se comete la injusticia de imponer una determinada educación moral sexual, que, además, por ser abortista y “de género”, tampoco será eficaz ni como verdadera educación ni como camino de prevención del aborto». Recordemos además que corresponde «primordialmente a los padres el deber y el derecho de la formación humana integral de la juventud».