La noticia de que el PSOE y Ciudadanos habían sido capaces de firmar en pacto me alegró y pensé que era una buena noticia, hasta que vi en qué consistía el pacto y me di cuenta de que era un auténtico pacto criminal, al servicio de lo que los Papas han llamado “cultura de la muerte”.

Empecemos con el tema del aborto: ambas organizaciones defienden la ley de plazos para el aborto, que ellos llaman interrupción voluntaria del embarazo, porque lo que sí hay que reconocerles es que a la hora de manipular el lenguaje son unos genios. Por su parte, el Partido Socialista se reserva la posibilidad de impulsar la reforma de la ley del aborto en relación con las jóvenes de 16 y 17 años. El aborto es un genocidio masivo, un “crimen horrible”, según el Concilio Vaticano II (GS nº 51). El Evangelio es también muy claro: “En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso (practicar las obras de misericordia, matarlos es todavía peor, añado) con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno” (Mt 25,46). La Iglesia defiende la civilización de la vida, es decir la defensa de la vida humana desde “la concepción hasta su fin natural”, frente a la cultura de la muerte con su defensa del aborto y la eutanasia. La frontera entre la civilización de la vida y la cultura de la muerte está en el “no matarás”.

Sobre la educación sexual el pacto prevé poner en marcha un plan integral para prevenir, proteger y reparar el daño a menores víctimas de violencia de género. Además, debe incorporar las medidas necesarias para garantizar la educación afectivo-sexual y de prevención de la violencia de género en todas las etapas educativas. Pero como ya la legislación en vigor nos dice que la educación afectivo sexual hay que darla de acuerdo con la perspectiva de género hay que enseñar a los chavales no sólo que pueden cambiar su sexo, sino que además pueden acostarse con quien quieran. Una vez más manipulemos el lenguaje: ¿a que suena muy bien hablar de educación afectivosexual interactiva y libre de tabúes? Pero tiene otro nombre más prosaico: pederastia.

Pretenden además revisar la Ley Orgánica de Libertad Religiosa y de Conciencia. Piensan que la nueva ley debe establecer un estatuto común en derechos y obligaciones para todas las confesiones religiosas. Para ello se revisarán los Acuerdos con la Santa Sede para buscar un nuevo marco de relación entre el Estado y la Iglesia católica. El problema es que se trata de una legislación de rango internacional y modificarla unilateralmente no creo que lo hagan ni los países bananeros; desde luego no una nación seria. Algo parecido hay que decir de la clase de Religión. Si los gobiernos de Felipe González y Zapatero la respetaron es que su solidez jurídica es muy fuerte. Pero el número de insensatos es infinito.

En cuanto a la ley de muerte digna, nosotros, que evidentemente andamos muy flojos a la hora de manipular el lenguaje, le llamamos eutanasia. Esta ley quiere garantizar los derechos de los ciudadanos a afrontar con dignidad y de acuerdo con sus decisiones el tramo final de la vida, asegurando la libertad de las personas sobre la continuación o no de los tratamientos y la prestación de los cuidados paliativos que procedan. Eso es lo que dicen, pero lo que se pretende con ella es matar al paciente, como lo demuestra lo que está pasando en Holanda y Bélgica. En Holanda se da la cifra de unos trescientos casos anuales de eutanasia sin petición previa, es decir, asesinatos en toda regla. No hay que olvidar además que la mayoría de los médicos que la hacen no la declaran y que los pocos casos que han llegado ante los tribunales se han resuelto con sentencias absolutorias. En Bélgica se está discutiendo que los asilos de ancianos católicos tienen el deber de proporcionar la eutanasia; en otras palabras, que los asilos de ancianos católicos tienen un deber que los convertiría ipso facto en no-católicos. Esto y el no respeto a la objeción de conciencia son formas ya descaradas de persecución religiosa.

Ello trae consigo dos consecuencias gravísimas. La primera es la destrucción de algo muy importante en Medicina: la confianza entre el médico y el enfermo, basada sobre todo en el hecho de que sé que mi médico va a hacer todo lo posible por curarme y ayudarme en ese momento. La segunda es que muchos ancianos belgas y holandeses huyen a España a pasar sus últimos días en las playas y lejos de sus hospitales, donde puede aplicárseles la eutanasia con o sin su consentimiento para que dejen de “sufrir”. De hecho bastantes ancianos holandeses llevan consigo una tarjeta que dice: “Si caigo enfermo, no me lleven a un hospital”.

En cuanto a los Papas: “Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo demasiado gravoso e insoportable” (San Juan Pablo II, encíclica Evangelium Vitae, nº 64). También Benedicto XVI en su Mensaje Pascual de 2010 dice: “Que la potencia salvadora de la resurrección de Cristo colme a toda la humanidad, para que superando las múltiples y trágicas expresiones de una ‘cultura de la muerte’ que se va difundiendo, pueda construir un futuro de amor y de verdad, en el que toda vida humana sea respetada y acogida”. Por su parte, el Papa Francisco ha empleado en varias ocasiones la expresión equivalente de “cultura del descarte”: “Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen descartados como si fueran cosas no necesarias” (discurso al Cuerpo Diplomático del 13 de enero de 2014).