Estos días son las fiestas de la ciudad de Logroño, y alguien me comentó que los concejales de Podemos se han negado a asistir a las corridas de toros, supongo que porque es un espectáculo sangriento. No soy especialmente aficionado a los toros, pero cuando me sueltan argumentos como ése, no puedo por menos de recordar a Heinrich Himmler, ministro de Policía de Hitler, y uno de los grandes genocidas de la Historia, que cuando vino a Madrid a preparar la entrevista Franco-Hitler, le llevaron a ver una corrida y expresó su disgusto, porque era un espectáculo demasiado sangriento.

Admito que uno sea antitaurino, que no le gusten los toros, que piense de ellos que es un espectáculo sangriento, pero pido también respeto hacia los partidarios de los toros, que no creo sea un espectáculo ni mucho menos inmoral. Pero lo que me parece de una caradura tremenda y de una necedad supina, es oponerse a los toros y ser a la vez un defensor de ese horrible crimen del aborto, que es como lo llama la Iglesia en el Concilio Vaticano II (cf. GS nº 51), e incluso llega a decir de él que es un derecho de la mujer. Es increíble que en casi todo el mundo que llamamos civilizado, en casi todo el Occidente, un huevo de cigüeña esté más protegido que un feto humano, si bien en realidad no es que el feto esté poco protegido, sino que lo que está es positivamente desprotegido.

En efecto, uno no puede por menos de recordar lo que nos advierte San Pablo: “Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante las criaturas. De modo que son inexcusables, por cuanto conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a obscurecerse su insensato corazón; y alardeando de sabios, se hicieron necios“ (Rom 1,20-23). Pero no es el único texto de la Biblia, que en el Antiguo Testamento se expresa así: Salmo 14,1: “Dice el necio en su corazón: ´No hay Dios´. Se han corrtompido, hicieron cosas abominables, no hay quien haga el bien”. Isaías 5,20: “¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal!; que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad”. Y si me lee alguno que opine que los animales tienen los mismos o más derechos que los seres humanos, le diré que por mí puede pensar lo que le dé la gana, pero que no me considero con autoridad para corregir a la Sagrada Escritura, que les llama insensatos y necios.

Es posible que algunos de Vds. piensen que soy excesivamente duro. Pero ante un genocidio que en nuestro país lleva ya cerca de dos millones de vícimas, creo que que ya está bien de paños calientes: dejémonos de buenismos y digamos las cosas claras y sin faltar a la verdad.

No es el único punto donde muchos no creyentes, y desgraciadamente también algunos creyentes, se han ganado o están ganándose a pulso el desprecio de las gentes sensatas. Y es importante que tengamos la claridad de ideas necesaria para percatarnos de que lo que llamamos “políticamente correcto”, finalmente convertido en ley, se identifica con la “ideología de género”, siendo algo que horroriza a las personas sensatas, como sucedió a una gran mujer del siglo XX, Golda Meir, que llegó a primera ministro de Israel, y supo hacer justicia a Pío XII, cuando ya en 1972, y respondiendo a una pregunta sobre el movimiento femenino de liberación de la periodista Oriana Fallaci, dijo esto: “¿Se refiere a esas locas que queman los sostenes y andan por ahí desquiciadas y odian a los hombres? Son locas, locas. ¿Cómo se puede aceptar a locas como ésas, para quienes quedar encinta es una desgracia y tener hijos es una catástrofe? ¡Si es el privilegio mayor que nosotras las mujeres tenemos sobre los hombres!”.