Los zombis están de moda. Son cuerpos que parecen tener vida pero que sus órganos y miembros están muertos. La única parte vital es la cabeza y hay que destruirla o separarla del cuerpo para acabar con el zombi.

Todos sabemos que son seres fantasiosos, que no existen en la realidad, porque no puede haber cuerpos vivos con miembros muertos, la gangrena pronto llega a los órganos vitales. Pero ¿por qué gustan tanto ahora este tipo de seres fantasmagóricos? Quizá porque son un buen símbolo de muchas realidades que nos rodean en las que los miembros no comparten su vida con la cabeza ni con el resto del cuerpo: partidos políticos contra el sistema democrático, regiones ansiando separarse del país que les alimenta, hijos contra padres, movimientos antisistema… ejemplos no faltan.

San Pablo utiliza la imagen del cuerpo para hablar de la Iglesia: Cristo es la cabeza, los fieles los miembros. ¿Pueden construir Iglesia los miembros que rechazan la vida de Cristo? San Pedro, en otro pasaje, habla de piedras vivas que construyen el templo de Dios en torno a la piedra angular, que es Cristo.

Sin embargo, encontramos frecuentemente obras de la Iglesia en las que se desechan piedras vivas y se utilizan piedras muertas. No se trata de hacer la sociedad de los perfectos (donde no tendríamos sitio ninguno), sino la de peregrinos en camino que han aceptado la vida que viene de Cristo. Así, encontramos entre los colaboradores en centros de enseñanza, medios de comunicación, hospitales, espectáculos, fundaciones y cualquier otra actividad promovida desde la Iglesia a personas que han hecho un rechazo público y notorio de la vida de la gracia. ¿Somos conscientes de que así estamos construyendo una Iglesia zombi?

Quizá las eficacias humanas, los brillos del éxito momentáneo o simplemente la pereza por hacer un discernimiento profundo hayan llevado a personas de Iglesia a descuidar la calidad de los colaboradores y los medios evangélicos, como la oración y la pobreza, pero es palpable que la eficacia espiritual queda totalmente mermada, porque, como el mismo Cristo advierte en el ejemplo de la vid y los sarmientos, una Iglesia zombi nunca dará fruto.

Miguel Ángel Martínez es escritor, editor en Ediciones Trébedes (donde mantiene un blog de Literatura Cristiana) y colaborador de Escritores.red.