Mi estado natal, Dakota del Norte, acaba de desconectar del respirador un vestigio agonizante de la cultura estadounidense. El 25 de marzo, el gobernador Doug Burgum firmó la legislación que deroga las leyes de descanso dominical (blue laws). Este tipo de leyes, que prohibían la apertura comercial el domingo desde las doce de la noche hasta el mediodía, eran antes comunes en toda la nación. Pero ahora solo algunas tiendas de bebidas alcohólicas siguen sujetas a esas restricciones. El descanso dominical en el comercio es una reliquia del pasado.

Sin duda, tras esas leyes se escondía la teología puritana. Pero el principio de que el estado debe garantizar nuestro descanso es algo mucho más profundo que una escrupulosidad propia de mentes estrechas. El descanso divino del séptimo día fue un gran alivio para los esclavos israelitas en Egipto, que no conocían el descanso. La historia del Éxodo sugiere que la finalidad del descanso es el culto, y que la consecuencia del culto es el descanso: “Dijo Yahveh a Moisés: Preséntate a Faraón y dile: Así dice Yahveh: Deja salir a mi pueblo para que me dé culto” (Éx 8, 1). Dios interviene para liberarnos de todos los poderes que pretenden esclavizarnos. La cultura esclavista actual no consiste en amos restallando látigos, sino en los impulsos irresistibles de la economía consumista.

La cultura comercial “7 días, 24 horas” perjudica a los pobres. Quienes más sufren la pérdida de las leyes protectoras del descanso dominical son quienes están obligados a trabajar por horas: los jóvenes, las personas depauperadas, las madres solteras y todos los que se encuentran en dificultades. ¿No tienen derecho a ir a misa? ¿No tienen derecho a rendir culto al Dios de la libertad? Las leyes de descanso dominical protegían a los más débiles garantizándoles que podrían ir a la iglesia el domingo.

Como saben todos los que trabajan por horas, no es tan sencillo pedir un horario distinto. Cuando yo estaba en el instituto tenía que trabajar en un supermercado todos los sábados por la tarde, y los domingos todo el día. La única hora a la que podía ir a misa era en mi hora de comer, lo que significaba llegar tarde a misa e irme antes de que terminase… y no comer. La opción de pedir un horario diferente y conservar el trabajo ni se contemplaba. Hace poco, una de mis alumnas del instituto me decía que había tenido que trabajar en el supermercado el Día de Acción de Gracias y el Black Friday. Su cena de Acción de Gracias la había hecho en Taco in a Bag (una cadena de comida mexicana del Medio Oeste). La protección legal del descanso dominical ayuda al trabajador individualmente y preserva a la familia de la carrera sin freno de nuestra sociedad de consumo.

Un legislador de Dakota del Norte apuntó que la Iglesia católica había precipitado el declive del culto dominical y debilitado nuestra defensa de la preservación legal del descanso dominical al trasladar la misa dominical al sábado por la tarde. Algo de eso puede haber. Pero lo indudable es que nuestra sociedad ha eliminado una protección más al trabajador. Si los defensores del capitalismo quieren resistir el auge del socialismo en nuestro país, aquí va un consejo: no vayáis demasiado lejos. Si el empuje libertario avanza sin resistencia, creará una sociedad como la del capitalismo industrial del siglo XIX, que dio a luz al marxismo, su hijo bastardo. Eliminar a Dios como protector principal de la libertad del hombre deja un vacío que será llenado por falsas luminarias como Karl Marx y Alexandria Ocasio-Cortez [joven estrella emergente del Partido Demócrata, de izquierda radical]. Lo que da sentido al ser humano no es la suma de lo que produce y de lo que consume. Los pecados de omisión libertarios suscitan los pecados de obra marxistas.

Como escribió Josef Pieper en El ocio y la vida intelectual, “el mundo del trabajo comienza a convertirse –amenaza con convertirse– en nuestro único mundo, con exclusión de todo lo demás. Las exigencias del trabajo se hacen cada vez más absolutas, apoderándose cada vez más completamente de toda la existencia humana”. Estamos hechos para más, aunque la sociedad nos vaya garantizando menos. Cristo lo dijo mejor: “No podéis servir a Dios y al dinero”.

Publicado en First Things.

Traducción de Carmelo López-Arias.