En Andalucía se viven unas situaciones de sectarismo intolerante. La víctima en este caso es el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, y, su ´culpa´, haber hecho pública una carta pastoral en la que alerta sobre los peligros de la ideología de género para la familia. No se trata de ninguna elucubración propia, su contenido es el que posee la Iglesia sobre esta extraña ideología que rompe con la antropología humana y que más allá de la perspectiva católica es abiertamente contraria a la ley natural. Más allá incluso, es un planteamiento irracional y creo estar en condiciones de poder argumentar el porqué de este último calificativo. A pesar de ello, nunca se me ocurrirá pedir un bozal para aquellos que la defienden y mucho menos clamar por su dimisión del lugar que ocupen, porque considero que esto sería un acto de intolerancia por mi parte. Y esto es precisamente lo que practica nada más ni nada menos que el portavoz de la Junta de Andalucía, un cargo oficial, la imagen pública que expresa los puntos de vista del gobierno autónomo de aquella región.

Quien ostenta el cargo, Miguel Ángel Vázquez, escribió un artículo con el título de “Un bozal para monseñor”. Hay que reflexionar sobre qué extraña mentalidad puede tener un portavoz capaz de promover que se pongan bozales a las personas, que se ponga un bozal a un obispo. Es una falta de respeto tan elemental, tan brutal, define una actitud tan incompatible con la práctica democrática, que el presidente Griñán si fuera coherente con los principios que dice defender debería haberlo cesado; debe cesarlo. Porque una cosa es discrepar abiertamente de una posición y otra ir poniendo bozales a la gente, y no como fruto de una calentura, sino como un acto tan reflexivo como es un artículo.

Pero, si hay desmesura, ésta no acostumbra a venir nunca sola. Izquierda Unida de Andalucía lo demuestra a través de su “Área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual” de esta organización, que ha pedido la dimisión del obispo. No puedo ocultar mi extrañeza porque en un partido político haya una Área dedicada a la Expresión Afectivo-Sexual, pero es evidente que cuando la izquierda se convierte en post-izquierda y se constituye como un tigre de papel debe centrar su atención en asuntos tan interesantes como es el sexo porque desde el punto de vista político poco tiene que decir. Tienen en IU, al menos la andaluza, un extraño sentido de la libertad de opinión.

El obispo, como cualquier otro ciudadano (a no ser que en razón de su cargo tenga menos derechos), ha manifestado su punto de vista. Lo lógico, si se discrepa del mismo, es argumentar racionalmente. Pero por lo visto esto supera a las capacidades de IU andaluza. Se limitan a pedir la dimisión porque según ellos expresar una opinión es “imponer al resto de la sociedad su forma de entender la familia”. Extraña y retorcida forma de pensar esta que transforma el opinar en imponer. Naturalmente, este baremo solo lo aplican a los demás. Cuando ellos hablan, convocan manifestaciones, organizan piquetes y ocupaciones no imponen, deben estar proponiendo de una manera un tanto agresiva, también hay que decirlo.

Tanto el portavoz de la Junta como los de la expresión Afectivo-Sexual de IU de Andalucía mantienen un criterio sobre libertad de expresión que no puede por menos que preocuparnos a todos los que coincidimos con el punto de vista del obispo y a los que no. Simplemente porque hoy van a por uno y mañana irán a por otro, porque su punto de vista es muy simple. La libertad de expresión solo se entiende si quienes la utilizan manifiestan puntos de vista absolutamente acordes con su forma de entender la persona, la vida y el mundo. ¿Se atrevería amigo lector a calificar en términos políticos esta actitud?

Josep Miró i Ardèvol, presidente de E-Cristians y miembro del Consejo Pontificio para los Laicos