Hace unos años, exactamente el 1 de diciembre de 2002, escribí a una personalidad cristiana catalana una carta que hoy publico con algunas modificaciones, porque una cosa es escribir una carta privada y otra hacerla pública, pero que no alteran fundamentalmente lo que entonces escribí.

Estimado amigo:

La condena del terrorismo de ETA ya hace mucho tiempo que se ha producido en la Iglesia, pero lo que ha sido tremendamente escandaloso para nuestros fieles ha sido el silencio de la Iglesia ante los excesos del nacionalismo, que no ha respetado en modo alguno los derechos de los no nacionalistas. Cuando hay dos culturas en el mismo territorio ambas tienen derecho a expresarse, cosa que no sucede en el País Vasco, donde los letreros de las poblaciones e interior de los centros culturales (p. ej. la Biblioteca de la Diputación de Guipuzcoa, con un 95% de libros en español) con frecuencia están sólo en vasco, donde los profesores castellanoparlantes son perseguidos, donde es peligroso expresarte si no eres nacionalista, donde hasta para lograr un puesto de médico es más importante ser nacionalista que un buen profesional (el caso ha sucedido hace pocos días a una persona que conozco bien), por lo que y no sólo por las amenazas de ETA muchos han tenido que emigrar de su tierra de toda la vida.

Además los partidos nacionalistas vascos han tratado de aprovecharse para sus fines del terrorismo y sus crímenes. Nunca se ha desmentido claramente la frase atribuida a Arzallus: “Unos agitan el árbol y otros recogemos las nueces”, o los intentos de que el peso de la ley y de la justicia no caigan sobre los dirigentes de HB. Todavía me queda por oír a los principales dirigentes nacionalistas unas palabras de solidaridad con las decenas de miles de vascos que han tenido que coger muy a su pesar el camino del exilio para evitar que les suceda algo peor. Uno no puede por menos de pensar que para la mentalidad de estos actuales dirigentes, como son votos no nacionalistas, esta gente es mejor que se vaya y así seguiremos ganando las elecciones.

Esta actitud típica del régimen que lleva gobernando el País Vasco desde hace más de veinte años es la propia de un nacionalismo sectario y excluyente, por lo que no entiendo por qué no se hace una denuncia aún más clara desde los presupuestos cristianos. En tanto que los nacionalistas no dejan de alegar presuntos derechos políticos de etnias o territorios, no entiendo que el magisterio eclesial no denuncie la sistemática violación de derechos humanos, de derechos civiles, de tantas personas.

Los que tenemos sobradas pruebas de tales actuaciones es lógico que nos planteemos hasta qué punto es lícito dar el voto a unos partidos con unos dirigentes tan escasamente interesados en la defensa de los derechos humanos de los que no piensan como ellos.

Hoy, en 2012, puedo decir que durante mucho tiempo ha habido un escandaloso silencio sobre las condiciones de vida de los no nacionalistas en Euskadi, fenómeno que se está repitiendo hoy en Cataluña, silencio tanto más escandaloso cuanto ya había entonces el precedente del comunicado del Papa y la Conferencia Episcopal italiana sobre la secesión padana.

Juan Pablo II escribió una carta en 1994 a los obispos italianos en la que advertía de los peligros del separatismo: “Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada".

De nuevo el Papa, en 1996, salió en defensa de la unidad de Italia en un mensaje a la Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, exhortando al “testimonio claro de los creyentes y su capacidad de proponer y defender aquella grande herencia de fe, de cultura y de unidad que constituye el patrimonio más precioso de este pueblo” (9-V1996). Hay ideas políticas con las que es peligroso jugar, porque pueden ocasionar grandes males. Vuelvo a la carta.

Pienso que también en la Iglesia en Cataluña están pasando cosas semejantes. Me temo que en Cataluña tenéis ya un tremendo problema. Sed conscientes de ello. A lo largo de la Historia la Marca Hispánica ha visto pasar y se ha aprovechado de muy diversas culturas, no pareciendo muy propio de la Iglesia Católica Universal constituirse en paladín de una determinada cultura, con el riesgo cierto de anquilosamiento propio. ¿O es que la lengua litúrgica no se manipula al servicio de la “catalanización”? Lo que es muy triste sobre todo teniendo en cuenta la descristianización de esas tierras.

Esta carta la escribo por sentido eclesial, para que seais conscientes del daño que el nacionalismo presuntamente moderado y que no es tal ha ocasionado a la Iglesia. ¡Cuántas personas se han sentido escandalizadas por las actitudes de Mons. Setién, y he tenido que darles la razón!

Un cordial saludo y cuenta con mis oraciones

Pedro Trevijano.