Desde hace ya bastantes años he tenido la oportunidad de ‘asomarme’ a la noche, a través de algunas colaboraciones en programas radiofónicos a altas horas de la madrugada. Una de las primeras sorpresas consiste en comprobar la gran cantidad de ecos nocturnos que podemos llegar a percibir, hasta el punto de concluir que nuestra sociedad no está ‘desconectada’ en ningún momento. Si bien es cierto el refrán: “De noche todos los gatos son pardos”; sin embargo, yo me atrevería a matizar añadiendo que, a la luz de la luna, todavía es posible distinguir entre ‘noctámbulos’ y ‘centinelas’.
           
Si encendemos de madrugada la televisión –cosa ciertamente poco recomendable-, comprobamos que la mayoría de los canales han conectado una especie de ‘piloto automático’, ofreciendo lo que podríamos llamar un ‘cebo’ para noctámbulos. Nos encontramos principalmente con tres tipos de productos: tarots y consultas con adivinos o videntes; teléfonos eróticos y canales pornográficos; y programas de televenta y de sorteos de premios. Es de suponer que quienes han planificado ese tipo de ‘anzuelos’, antes de elegir el ‘cebo’ adecuado, habrán estudiado detenidamente las inclinaciones de las pasiones humanas. Es obvio que las inquietudes, los agobios y ansiedades, la inmadurez, las frustraciones, las angustias, los miedos, el vacío interior… etc. pueden llegar a convertirse en un negocio redondo para esta nueva clase de empresarios, ‘cazadores de noctámbulos’.

En el Evangelio de Mateo hay una frase de Jesucristo, que me parece especialmente clarividente y clarificadora de los ideales de nuestra generación en general, y de los de cada uno de nosotros en particular: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt 6, 21). Sería una ingenuidad por nuestra parte suponer que estas programaciones nocturnas en los medios de comunicación son un mero juego inocuo, inocente e inofensivo. ¡Es obvio que estamos ante un fenómeno muy distinto del juego del parchís o de las cartas, con los que tradicionalmente nos entreteníamos en el seno de nuestras familias!
           
¿No será que el tarot, el erotismo y el consumismo son expresiones de las grandes necesidades del hombre, a las que seguimos sin dar una respuesta adecuada? De forma inversamente proporcional a nuestra fe y esperanza en Dios, los adivinos nos ofrecen su mercado esotérico con la promesa de aliviar la angustia por nuestro futuro y mitigar el dolor por las heridas del pasado. La pornografía ofrece un tubo de escape para compensar la frustración en el amor, al mismo tiempo que nos hace incapaces para el amor respetuoso y fiel. Y el consumismo no es otra cosa que un intento de compensar con el ‘tener’, las carencias del ‘ser’. (¡Quién dijo aquello de “el dinero no nos hace felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo”!). En pocas palabras, la oferta televisiva nocturna bien parece responder a las tres heridas morales principales de nuestra generación: la desconfianza, la desfiguración del amor y el narcisismo.

En ‘la noche’ tenemos el riesgo -pero también la ocasión- de desinhibirnos y desprendernos de una buena parte de nuestras caretas y corazas, hasta el punto de generarse una mayor facilidad para manifestar y compartir los valores y contravalores que anidan en nuestro corazón. Es decir, también en un sentido positivo, ¡la noche es una gran oportunidad para la comunicación de la experiencia cristiana en un contexto de Nueva Evangelización!

En las últimas semanas hemos sido testigos del estreno del cortometraje “Hay mucha gente buena” (), producido de forma desinteresada por el director español Antonio Cuadri, con el objeto de divulgar la labor de un equipo de comunicadores voluntarios, que en la madrugada del viernes al sábado realizan en Radio María un programa interactivo en contacto con ‘la noche’. El testimonio del retorno a la fe de Antonio Cuadri es una buena prueba de la importancia de salir al encuentro de los hombres y las mujeres de las distintas generaciones, ambientes y situaciones de vida.

En resumen, en ‘la noche’ no todos son ‘noctámbulos’ en medio de las penumbras, sino que también los hay ‘centinelas’, que intentan abrir y ampliar horizontes sembrando esperanza. Me viene a la memoria la imagen de Juan Pablo II, ante la inmensa multitud de jóvenes reunidos en Torvergata (Roma), durante la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000. A ellos les dirigió unas palabras proféticas: “En vosotros veo a los ‘centinelas de la mañana’ (cf. Is 21, 1112) en este amanecer del tercer milenio”.
 
Aquellas palabras no cayeron en el olvido, sino que dieron origen a experiencias verdaderamente novedosas al servicio de la Nueva Evangelización, como es el caso de “Sentinelle del mattino” (Centinelas de la mañana), iniciativa del sacerdote italiano Andrea Brugnoli. Se trata de una atrevida experiencia para compartir el Evangelio en medio de ‘la noche joven’ y en ambientes similares (). ¡Ojalá pudiéramos ver pronto esta experiencia hecha realidad en las noches donostiarras! Pero de eso hablaremos en otra ocasión. Por el momento, ¡buenas noches a todos! Que es tanto como decir ¡buenos días!