Estos días de puente han sido también días de manifestación y protesta; nada especial, las concentraciones anuales con motivo del primero de mayo, día del trabajo. Dos problemas de base: los recortes y los que no pueden celebrar el día del trabajo (sería día del desempleo). Muchas de estas protestas ya están calentando motores para el próximo 15 de mayo. Y una palabra subyace siempre, además de protestas, quejas y reivindicaciones: libertad, libertad de expresión.

¿Qué hay detrás de esa palabra, tan usada y manoseada por todos? ¿Qué significa “libertad” y qué esconde su defensa a ultranza? Me temo que en España hay unos 40 millones de definiciones de libertad, y otros tantos modos de comprenderla, defenderla y exigirla. Pero si la queremos usar para comunicar algo entre esos 40 millones, tendremos que encontrar un punto común, una base que unifique esa palabra.

El año pasado, por estas fechas, unos se ataban a la libertad para justificar su acampada en sol, su derecho a saltarse la ley y sus protestas acabando con el paso libre y la salubridad de la puerta del sol y sus zonas aledañas. Otros, amparándose en la misma libertad, pedían que expulsasen de ahí a los concentrados, principal causa de la bajada brutal de sus clientes y negocios en la zona, o reclamnando al gobierno que hiciese cumplir las normas de la legalidad vigente. O cada uno habla de una cosa, o la libertad es demasiado confusa, abstrusa, ininteligible.

Una de esas múltiples definiciones la leí hace poco en una entrevista. Tiene un defecto de forma (en la definición aparece un término casi igual al definido), pero contiene varios elementos importantes: “Poder pensar, opinar y votar libremente... La libertad de todo individuo conlleva obligaciones y responsabilidades”.

La posibilidad de pensar libremente siempre la tendremos, aunque esto supone que queramos ejercerla y que seamos capaces de descubrir los giros manipuladores que nos rodean, para poder emitir un juicio objetivo, dentro de lo posible. Y si sólo conocemos un 5 por ciento del hecho y de las circunstancias que rodean al hecho, es probable que nos falten elementos para emitir un juicio serio. Mucha gente, por ejemplo, defiende las técnicas de fecundación in vitro. ¿Pero sabe que con esa tasa de éxito, 33 embriones fabricados para conseguir un embrión “bueno”, ningún medicamento recibe aprobación para su uso? Dato médico, más allá del significado humano de tal proceder. Somos libres, podemos pensar libremente, pero tenemos que pensar y tenemos que buscar datos para poder opinar libremente.

La opinión libre trae consigo, a la par, un obligado respeto a la opinión contraria. En este campo el peso de las opiniones no viene de la persona que la expresa, de su dinero, su poder o su cargo; procede de argumentación y su conformidad con la realidad. Los griegos, en su dramatización de Edipo Rey, aquel desdichado que mató a su padre y se casó con su madre, lo expresan con claridad. Un ciego adivino, en un banquete con Edipo, le echa en cara su crimen. Y los comensales, empezando por la aristocracia, le echan en cara su equivocación despreciándole por su ceguera. ¿Qué tenía que ver su ceguera con el asesinato e incesto de Edipo? Nada, pero como necesitaban imponer su opinión y carecían de argumentos, violan la libertad y desprecian a la persona.

Votar libremente, un aspecto jurídico, ligado al ordenamiento social que parece más acorde con la antropología, la democracia. Eso hicimos los españoles hace 5 meses, y de ahí salió una configuración concreta de nuestro gobierno. No deja de llamarme la atención la contraposición actual que se escucha entre “mayoría democrática” y “mayoría social”. La primera, constatable por medio de las urnas. La segunda, orientada según los datos estadísticos (tan variables y manipulables como el viento) de una manifestación, una concentración o un “la gente dice...” (¿la gente? ¿los líderes políticos y sindicales? ¿los grupos de presión?). No justifico que, a partir de la mayoría legislativa de un gobierno, cualquier decisión de éste sea correcta, pero creo que las protestas tienen sus cauces, dentro de la legalidad. Pero retar al sistema legal creo que es el inicio, o la causa inmediata, de minar la libertad personal y social.

Sólo haría falta añadir una palabra a esta definición: verdad, búsqueda de la verdad del hombre, de su bien objetivo e íntegro, de su naturaleza como individuo racional, que no puede ser usado como medio. Con estos puntos creo que nos acercamos a un concepto común de libertad