La noticia es escandalosa. Han retirado un libro de texto porque decía que dos métodos infalibles para prevenir las enfermedades de transmisión sexual son la abstinencia y la fidelidad. Escandalosa de ida, porque han retirado el libro por el escándalo que les produce esa afirmación; y escandalosa de vuelta, porque esa afirmación es verdadera, científica y prácticamente palpable. El escándalo de vuelta, que es el mío, se trifurca.

Lo primero que me escandaliza es la libertad de expresión cercenada. No se puede decir algo que escandaliza a unos, pero, si a otros nos escandalizan otras cosas, nos hemos de aguantar. En los métodos de prevenir las enfermedades de transmisión sexual los escándalos van por barrios y son estancos, pero unos sí pueden transmitirse libremente en los libros de texto y donde toque.

Lo segundo que me escandaliza es el poco respeto por la verdad, que a su vez se bifurca: se dicen mentirijillas, llamadas para disimular “posverdades”, y se prohíbe decir verdades, a las que se las llama “escándalos” para prohibirlas. La abstinencia y la fidelidad están reconocidas como medios de lucha contra las enfermedades sexuales por la ONU (que no es moco de pavo) y se han probado con éxito en países como Uganda.

El tercer escándalo mío es la escala de valores del personal, que renuncia e impone la renuncia de unos métodos eficaces porque no entran dentro de su concepción del hombre y del mundo. No lo hacen a mala idea, quiero pensar, pues entraríamos en el terreno del dolo y del Derecho Penal, casi. Lo hacen llevados de un subjetivismo extremo trufado de buenos sentimientos. Como ellos se consideran incapaces de la abstinencia o la fidelidad, abominan de unos métodos que se les antojan imposibles. De lo que se deduce que, paradójicamente, nada salpica tanto a los demás como el propio subjetivismo.

Pongamos, con todo, al mal tiempo buena cara. Con esta persecución furibunda, nos recuerdan (¡gracias, de corazón!) algo fundamental: más que medios o que ni siquiera remedios, son realmente re-medios. La abstinencia y la fidelidad no son herramientas ni mecanismos, como un preservativo u otro aparato, ahí sí llevan razón. Toda la razón y, cuando se pongan intolerantes, en esto, al menos, les podremos aplaudir.

La abstinencia y la fidelidad, tan infalibles por supuesto para evitar esas enfermedades, son, antes que nada, la consecuencia natural de un amor verdadero muy sólido; y fruto, además, de una concepción concreta del ser humano y de su dignidad inalienable. Solo pasando por tales fines, de vuelta, terminan siendo medios, o sea, que, al ser de vuelta, son re-medios. Entonces sí, remedian, pero siempre de regreso. Si no se ha llegado hasta al amor y uno se ha instalado allí, no terminan de funcionar, en efecto. Se les podrían aplicar los versos de Rafael Alberti: “Mi libertad es estar preso / ceñido a ti, gustosamente./ Mi barco zarpa nuevamente / para ir más lejos, de regreso”. Mucho más lejos y mucho más seguro.

Publicado en Revista Misión.