Se conmemora el VIII Centenario del nacimiento de Alfonso X el Sabio (1221-1284), gobernante extraordinario, testimonio inequívoco de conciliación entre ciencia y fe en la Iglesia católica. Recibió su sobrenombre precisamente por el fomento del estudio sin abandonar la ortodoxia católica.

Hijo de Fernando III el Santo, dedicó un enorme esfuerzo personal, institucional y económico a la conservación y transmisión del saber de su época, sin hacer acepción de credos ni personas. Contribuyó a la consolidación de la Universidad de Salamanca, fundada por su padre. Tal vez su más célebre contribución a ese respecto sea la creación y mantenimiento de la Escuela de Traductores de Toledo, en la que se traducían y escribían obras de todo tipo a las lenguas más importantes de la época. Esta Escuela estuvo integrada por cristianos, judíos y musulmanes viviendo en pacífica armonía para el bien del desarrollo científico, algo sólo conseguido entonces cuando el rey era cristiano.

Su enorme actividad científico-cultural la realizó desde Toledo, Sevilla y Murcia, centros en los que reunió a sabios de todas partes y tendencias para irradiar sabiduría y conocimientos.

Las obras que coordinó y en las cuales llegó a escribir fueron:

1.-Obras jurídicas: Las Siete Partidas, precedidas por el Fuero Real, fundamentadas en el derecho romano de Justiniano. En la Primera Partida leemos estas leyes: 

"Ley 7: A Nuestro Señor Jesucristo pertenecen las leyes que hablan de la fe y unen al hombre a Dios con amor, por derecho conviene amarlo, honrarlo y temerlo, por su bondad y por el bien que nos hace. Al gobierno de los hombres pertenecen las leyes que los unen por amor, y esto es derecho y razón, de estas dos cosas sale la justicia que hace a los hombre vivir como les conviene y sin motivo para desamarse, sino para quererse bien, estas leyes juntan las voluntades de los hombres por amistad…

»Ley 11: El que hace las leyes debe amar a Dios, y temerle y tenerlo ante sus ojos mientras las hace, para que sean derechas y cumplidas, debe amar la justicia y el procomunal de todos y entender del derecho del tuerto y no debe tener vergüenza en mudar o enmendar sus leyes, cuando otros le mostraran la razón para hacerlo pues gran derecho es el de enderezar cuando erraren los demás, que lo sepa hacer consigo mismo".

2.-Obras históricas: Crónica general de España y la Grande e general estoria, un intento de historia universal iniciado en 1272.

3.-Obras científicas: tratados de astronomía, como Las Tablas Alfonsíes, basadas en la tradición tolemaica a través de estudios árabes, y el Lapidario, tratado de mineralogía, derivado de los conocimientos aristotélicos.

En el Lapidario se describen 360 piedras, tantas como grados del círculo zodiacal, y sus cualidades y utilizaciones farmacológicas, siendo algunas de ellas minerales cristalinos, es decir, cristales macroscópicos, en relación con los signos del zodiaco, las piedras y el cielo. El libro recoge y transmite el saber de la época sobre los cristales. El libro dedicado a las piedras tiene un prólogo en el que dice: “Aristóteles, que fue más cumplido de los otros filósofos, y el que más naturalmente mostró todas las cosas por razón verdadera, y las hizo entender cumplidamente según son, dijo que todas las cosas que son sólo velos se mueven y se enderezan por el movimiento de los cuerpos celestiales, por la virtud que han de ellos, según lo ordenó Dios, que es la primera virtud y donde la han todas las otras”.

El cráter Alphonsus, en la Luna, llamado así en homenaje a Alfonso X el Sabio por su interés en la astronomía. Fue denominado así en el siglo XVII por el astrónomo y sacerdote Giovanni Battista Riccioli.

4.-Obras poéticas: treinta poesías y 420 composiciones en lengua gallega; traductor de Calila e Dimna así como del Septenario, recopilación del saber medieval.

En su testamento, Alfonso X el Sabio dejaba escrito: "Creyendo en todas las cosas que la Santa Iglesia de Roma cree y guarda y manda creer y guardar, y conociendo que por otra cosa no puede ser hombre a salvo si no por nuestra fe católica… ofrecemos nuestra ánima a Nuestro Señor Jesucristo y pedímosle merced que quiera la recibir por mano de sus santos ángeles y no consienta que los diablos hallan parte en ella… Y mandamos que, luego que muriésemos, nos saquen el corazón y lo lleven a la Santa Tierra de Ultramar y que lo sotierren en Jerusalén en Monte Calvario, allí donde yacen algunos de nuestros abuelos: y si llevar no lo pudieren, que lo pongan en algún lugar donde esté hasta que Dios quiera que la tierra se gane y se pueda llevar en salvo".

Alfonso X fue un rey católico que no sólo continuó la tarea de la Reconquista a los musulmanes, sino que promovió la recuperación de las sedes episcopales, del culto cristiano arrasado y prohibido por ellos y la devoción a la Virgen, a la que dedicó su famosa obra de las Cantigas de Santa María.

Y todo ello, particularmente en Andalucía. Según el erudito Juan Infante Galán, Alfonso X levantó una ermita en una zona de caza denominada Las Rocinas, que aparece ya citada en tiempos de Alfonso XI en el Libro de la Montería. Por estas mismas fechas (1349), dicho santuario fi­guraba ya citado en las mandas testamentarias de una vecina de Niebla. Hasta comienzos del siglo XVII el culto a Santa María de las Rocinas o Virgen del Rocío se circunscribió a la zona de la marisma de Almonte. Pero a partir de 1600 comenzó a desbordarse su primer ámbito de difusión tras su aparición milagrosa a un pastor o a un cazador, sobre el tronco de un árbol.