Durante este fin de semana se está celebrando en París el Congreso Misión, que reúne a cientos de organizaciones católicas francesas para reflexionar y actuar en la nueva evangelización.



Uno de los organizadores es el periodista y escritor Samuel Pruvot, redactor jefe de Famille Chrétienne, quien ha hecho una reflexión en Le Figaro sobre el desplome de la civilización cristiana en la que no duda en hablar de los católicos como una "especie en vías de extinción":


Samuel Pruvot, padre de familia, es miembro de la comunidad Ain Karem.

¿Terminará el cristianismo occidental en un museo? La Santa Corona de Espinas adquirida por San Luis y venerada por Melania Trump y Brigitte Macron pasaría de Notre Dame de París al museo del Louvre. Y también la estatua de Nuestra Señora abandonaría la gruta de Lourdes para viajar a algún museo nacional… Esta perspectiva nos hace o sonreír o temblar. Pero no es completamente imposible.
 
Al visitar la exposición Cristianos de Oriente. Dos mil años de Historia en el Instituto del Mundo Árabe, el presidente evocó un “pasado glorioso que nos obliga”. Más vale tarde que nunca. Antes de que el cristiano de Oriente se convierta en el último mohicano.


 
Emmanuel Macron pudo contemplar, entre otras maravillas que han sobrevivido, los Evangelios de Rabula, un manuscrito ilustrado del siglo VI.


Los Evangelios de Rabula son un manuscrito ilustrado sirio del siglo VI de 292 folios que se conserva en el Biblioteca Medicea Laurenziana de Florencia, firmados por su transcriptor, Rabula, del que no se sabe nada más.

Pero no olvidemos que también los cristianos de Occidente figuran ya en la lista de especies en vías de extinción. La secularización está tan “en marcha” como el partido de nuestro presidente [En Marche!]. Si no más.
 
¿Basta realmente con un Congreso Misión para frenar la descristianización? Confesémoslo, este fenómeno carcome Francia desde la postguerra y avanza con el carácter (aparentemente) inexorable de una desertificación.
 
A falta de una solución milagrosa para bloquear el avance del Sáhara, nuestro congreso quiere ser un oasis. Un vivero. Porque los católicos practicantes, como sus compatriotas, sienten la tentación de deprimirse. Podrían creer que su edad de oro está detrás de ellos, en vez de creer en Jesucristo. Game over. Sufren de una “identidad infeliz”, por emplear una expresión de Finkielkraut: “Francia ha cambiado, la vida ha cambiado, el cambio mismo ha cambiado”.
 
La enfermedad viene precisamente de ahí. Un mundo está desapareciendo ante nuestros ojos. ¡Y es el nuestro! Ese mundo familiar e inmutable de nuestros padres, con sus amapolas, sus pueblecitos y sus campanas seculares.


"La fuerza tranquila" fue el lema de campaña de François Mitterrand en su primera victoria en las presidenciales francesas. Como fondo, la aldea de Sermages, en la Nièvre (Borgoña), con el que se quiso conectar con la Francia tradicional. Se trata de un cartel histórico para los publicistas.

Nos abandona lentamente la “fuerza tranquila” del candidato François Mitterrand, quien en 1981 posaba ante una pequeña iglesia romana de la Nièvre. Haría falta un Verlaine pera cantar este otoño de nuestra civilización. Su entierro, los largos sollozos de los violones y también su monótona languidez.
 
Así pues, ¿hay que ceder a la nostalgia? En cualquier caso, tenemos algo más que pedir a los obispos que declarar la quiebra. Minoritarios y convalecientes de la Manif por Tous, muchos católicos toman conciencia de que las civilizaciones son mortales, como bellamente decía Valéry.
 
Consolarse diciendo que la religión debe tener algo eterno, es olvidar un poco pronto las palabras de Jesús: “Cuando el Hijo del Hombre vuelva, ¿hallará fe sobre la faz de la tierra?”. Es olvidar que cristiandades enteras desaparecieron en las tempestades de la Historia, como la del gran San Agustín, que vivía en la otra orilla del Mediterráneo.
 
El cristianismo es perfectamente mortal en nuestras latitudes, y su desaparición dejaría un vacío enorme. Un autor norteamericano de nombre Rod Dreher plantea la cuestión clave: ¿Cómo ser cristiano en un mundo que ya no lo es? Si los católicos occidentales no encuentran la respuesta, no se librarán del museo. O terminarán en un búnker.


The Benedict Option. A strategy for christians in a post-Christian nation [La Opción Benedicitina. Una estrategia para cristianos en una nación post-cristiana], de Rod Dreher, director de The American Conservative, se ha convertido en best seller y en uno de los libros más debatidos sobre el presente y el futuro de la sociedad cristiana occidental. Pincha aquí para una explicación del mismo Dreher sobre la Opción Benedictina. Básicamente: convertirse en una "minoría creativa" con una vivencia radical de la fe como foco de atracción en un mundo hostil.

¿Cómo no ceder a una angustia de tipo identitario? Es un vértigo legítimo ante fuerzas que podrían arrancarnos de nuestra matriz judeo-cristiana. Pero la mayor parte de quienes pretenden defender los “valores” ni siquiera tienen tiempo para ir a misa
 
La solución se encuentra en la Tradición bien entendida, más exactamente en los Padres de la Iglesia. Todo el genio de Jean-Luc Marion en su Breve apología por un momento católico (Grasset) estará -como por azar- en el Congreso Misión.
 
A cada época le corresponde inventar sus métodos, con la creatividad alegre de los santos. De San Martín a Pauline Jaricot, los santos siempre han trabajado en un medio hostil. Nuestros antepasados los santos. Breve historia de la Francia misionera (Cerf) quiere justamente mostrar que nuestra historia nacional está jalonada de despertares espirituales y apostólicos.


 
Cuando se admite que Francia se ha convertido en un país de misión, todo se simplifica. O casi. Uno deja de abrumarse con vagas teorías para justificar su pasividad. El tiempo de Tartufo terminó, porque se abre el de los santos a la intemperie.