LifeTeen (www.lifeteen.es) es un método de evangelización parroquial y de formación en la fe para adolescentes, de 12 a 17 años, nacido en EEUU hace 25 años y que está ahora presente en más de 1.800 parroquias del mundo. En España su implantación crece con fuerza: hace un año estaba funcionando en cinco parroquias y otras diez empezaban a implantarlo. Ahora ya se aplica en 65 parroquias españolas, gracias a la labor de difusión de Jordi Massegú, el delegado de LifeTeen en el país.


Jordi Massegú, dirigiéndose a los asistentes al Encuentro de Lifeteen que tiene lugar este fin de semana en Barcelona.

Del 10 al 13 de marzo se celebra en Barcelona el Encuentro Europeo de Entrenamiento LifeTeen, al que acuden unas 200 personas, incluyendo delegaciones de Portugal, Holanda, Austria, Alemania, Escocia, Irlanda y Malta.
 

LifeTeen combina música, adoración eucarística, contenidos catequéticos muy cuidados, juegos muy bien diseñados, amistad y cuidado acogedor con los chavales, para dar la experiencia de comunidad cristiana relevante y ayudar al encuentro con Cristo en los sacramentos y la oración. A los jóvenes les gusta e invitan a sus amigos. El curso suele terminar con más jóvenes que los que lo empezaron.
 
Randy Raus, presidente de LifeTeen y uno de sus fundadores, explica a ReL que él mismo es converso: nunca le interesaron las cosas de la fe hasta que una chica en la universidad lo invitó a ir a misa y lo hizo perseverar.
 

“Crecí en una familia luterana que no era casi practicante. Sólo íbamos a la iglesia en Pascua y Navidad. Mi abuelo iba más. Yo de niño creía en Dios, pero no me parecía algo que afectara la vida real. No estaba en contra de la fe, pero no me interesaba. Me interesaban más bien los deportes, el fútbol americano, el baloncesto, la música, los coches…”, cuenta a ReligionEnLibertad.  
 
“Aunque crecí en Ohio, me harté del frío y decidí ir a la universidad en una zona cálida, a la Universidad de Alabama. Cuando llegué había apenas un 2% de católicos. Pero Dios no hace caso de los porcentajes y quiso que me gustara una chica católica. Empezamos a salir. Esta chica activamente quería compartir su fe y al cabo de un mes me invitó a ir a misa con ella. Yo lo tomé como una cita y la acompañé. Solo de niño había visto alguna misa”.
 

“Finalizada la celebración me preguntó: ‘¿qué te pareció la Primera Lectura?’ Y yo ni recordaba de qué trataba. Y me preguntó por el salmo responsorial, y otras cosas… La verdad es que no había prestado casi atención. Me sentí tonto. Pero ella, en vez de regañarme, me preguntó si me apetecería repetir el domingo siguiente pero prestando atención. Y yo dije, vale. El caso es que empecé a acompañarla a misa y esta vez prestaba atención a las lecturas. Y así entró en mí el amor por la Escritura. Así cambió mi vida, y desde entonces, desde 1979, voy a misa cada domingo –excepto una vez yendo a una JMJ por un lío de aviones-, y muchas veces voy entre semana. Y siempre presto atención”.   
 

El presidente de Lifeteen intervino ante los asistentes al Encuentro, en una conferencia celebrada en el aula magna del seminario de Barcelona.

Randy no llegó a casarse con esa chica. Pero poco después llegó a Atlanta. “Allí, por mi cuenta, acudía a misa. Y en esa misa el párroco me presentó la que hoy es mi esposa Mónica. Tenemos ocho hijos”, cuenta
 

Randy empezó la formación para hacerse católico, llamada RCIA (rito cristiano de iniciación de adultos) y el sacerdote le decía: “Eres el único en clase que acudes por fervor, no sólo para casarte con un católico. La Iglesia no necesita más católicos mediocres, sino ardientes”. Y eso, recuerda, “me hizo pensar que yo debería servir a la Iglesia de alguna manera”.
 
Fue entonces cuando se acordó de su vida como adolescente en el instituto. ¡Nunca nadie le habló en serio de Jesús, nadie le invitó a acercarse a Cristo! Se despertó en él el deseo de acercar los adolescentes y jóvenes a Cristo.
 

Una de sus intuiciones fue que había que acercar a los jóvenes a Cristo Eucaristía, presente en el sacramento, y no a tal o cual responsable de jóvenes. “Durante mi curso de RCIA el sacerdote, un tipo alegre, divertido, que nos hacía reír, se puso a hablar de la Eucaristía, y vimos que se quedaba sin palabras, se ponía a llorar y nos decía: ‘lo siento, no puedo hablar, no hay palabras adecuadas para describirlo… Es algo que crees o no crees: es fe. La convicción de ese momento, la lucha en su rostro… Era algo poderoso y real. Creo que Dios me dijo entonces, de alguna manera: ‘es real, estoy en la Eucaristía’. Y quise recibirla. Aun me pidieron esperar dos meses. Desde entonces voy mucho a misa diaria y a menudo acudo a la adoración eucarística”.
 

Él y su esposa y otros amigos con fe se ofrecieron de jóvenes como voluntarios para trabajar con adolescentes en la parroquia. “Teníamos mucho planes, ideas, y nos parecía que en la parroquia solo ‘pasaban rato’ con los chicos. Se lo dijimos al párroco y nos dijo: ‘Simplemente estar con ellos ya vale la pena. Hacedlo: estad con ellos, sed parte de su vida. Si no queréis, quizá no deberíais estar en este servicio de adolescentes’. Y pensábamos, tras orarlo: ‘pues es verdad, estar tiempo con ellos, escuchadles, es central en este servicio’.”
 
“Ya fuimos con otra actitud: estar muy cerca de los jóvenes. Y así ganamos el derecho a que ellos nos escuchasen. Los adultos quieren hablar sin escuchar antes, sin dialogar. Pero para tener impacto en los chicos has de tener esta relación. Esa sería la otra intuición de LifeTeen: la importancia del trato personal paciente, que escucha y crea amistad.
 

Dos años después, Randy y unos pocos más organizaron una pequeña empresa para evangelizar, con un salario muy pequeñito y dedicada a los adolescentes y jóvenes. Así nació LifeTeen. Jugando con un adolescente a baloncesto, hablando de su parroquia, descubrió que en su parroquia había unos 60 jóvenes que acudían a retiros y actividades, pero no a misa. La misa no era prioritaria para ellos ni sus padres. Pero LifeTeen, con su música vibrante, sus lazos humanos y su amor por la oración eucarística cambió eso. Enseguida pasaron de 60 jóvenes a 300. Y los jóvenes traían a sus padres: la parroquia se llenó.


Un momento de la velada de oración del Encuentro, que dirigió Jimmy Mitchell.

Lifeteen creció: “Nos dieron una casita como oficinas, la dedicamos a la Virgen y empezamos a crecer. Si te fijas, en cada convención usamos un cartel de la Virgen y otro de la Eucaristía. Soy el presidente desde hace 11 años, me lo pidieron los otros fundadores”.
 
Randy Raus cuenta más intuiciones de LifeTeen que han demostrado eficacia. Por un lado, cada sesión de LifeTeen cuenta con un equipo detrás, nunca un solo catequista: eso refuerza la comunidad e impide personalismos. Por otro lado, la música ha de ser vibrante y hacer cantar a los jóvenes. “Puede ser carismática, de alabanza, o de otro estilo, pero ha de hacer cantar y ha de hacer que los chicos lo sientan suyo, que vean que es su fe, no la de sus padres o abuelos. Y cuando los chicos cantan, los padres y abuelos también lo hacen y se animan”.

La misa cuando hay jóvenes debería ser más ágil y potente en su predicación. Para eso, LifeTeen prepara materiales para sacerdotes que ayuden en sus homilías… Claro que eso requiere concienciar al sacerdote de que debe prepararse la homilía.
 

Preparar a los catequistas (los “core teams” o equipos responsables) no cuesta tanto: cada semestre LifeTeen envía desde EEUU los materiales con ideas para cada sesión, ideas profesionales, nuevas, diseñadas tras años de experiencia. Los catequistas solo han de aplicarlas, y querer a los chicos con paciencia y escucha. En caso de dudas, los catequistas tienen donde preguntar “para conocer la respuesta de la Iglesia, no para saber opiniones personales”.
 
Randy Raus asegura que aunque LifeTeen está presente en sólo un 10% de las parroquias norteamericanas, un 25% de los seminaristas aseguran que ha sido un factor clave en su vocación.

La pastoral juvenil y la vocacional van ligada: si hay jóvenes de fe entusiasta, habrá vocaciones”. Pero también beneficia a los párrocos mayores: ver que una iglesia se vuelve a llenar de jóvenes, que la fe se contagia, alegra a los párrocos y puede salvar su ministerio y vocación al ver frutos.
 
Por eso, anima  a todos los párrocos desanimados, que están pensando en tirar la toalla y abandonar el trabajo con jóvenes y adolescentes a buscar un “core team” (equipo de catequistas) y apuntarse a LifeTeen, e invitar a los jóvenes. “Siempre hay esperanza y con LifeTeen hemos visto muchos cambios en parroquias”, asegura Randy Raus.