Después de resucitar, Jesucristo se apareció a sus discípulos en Galilea. Allí, según recoge el Evangelio de Mateo, Cristo les dio este mandato: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Así comenzó la evangelización que ha proseguido hasta nuestros días y que ha llevado el Evangelio hasta los últimos rincones del mundo. Y precisamente el tiempo pascual es propicio para este anuncio. Así lo ha entendido la comunidad Sentinelle del Mattino di Pasqua (Centinelas de la Mañana de Pascua), una escuela de evangelización situada en un monasterio junto a Florencia donde jóvenes se forman durante un año para prepararlos para anunciar a Cristo resucitado en las calles, las plazas, los centros comerciales, las playas...

El padre Castorani creó la Escuela de Evangelización en 2007

Este grupo fue fundado por el ahora sacerdote Gianni Castorani, llevando a Italia la experiencia original que él mismo vivió en Francia y que le cambió la vida. En 1984, el religioso Daniel Ange, una de las figuras más queridas del catolicismo francés, creó la Escuela de Evangelización para jóvenes Jeunesse Lumière, lo que le convirtió en un pionero de la nueva evangelización.

Una pregunta que le abrió la mente

Este benedictino francés fue misionero en África durante muchos años, después vivió como ermitaño en Suiza, y se quedó impresionado por la tristeza de los jóvenes del rico Occidente. ¿Qué podía hacer? Entonces, el padre Ange vio la necesidad urgente de formar a jóvenes como misioneros de su propio entorno para que fueran capaces de llevar a sus compañeros y amigos un mensaje de amor y esperanza.

Entre aquellos discípulos se encontraba un joven Gianni Castorani. Durante muchos años vivió alejado completamente de Dios. Experimentó grandes periodos de rebelión e ira hasta que tuvo un impresionante encuentro con Cristo. Durante años estuvo con Daniel Ange en la fraternidad de Jeunesse Lumière hasta que regresó a Florencia ya con una llamada vocacional e ingresó en el seminario.

Responder a sus inquietudes desde el Evangelio

Fue entonces cuando decidió llevar a Italia la experiencia que él mismo había vivido en Francia y creó esta comunidad de los Centinelas de la Mañana de Pascua. En el origen de todo, explica al semanario Credere, había un deseo: “Hablar con los jóvenes, responder a sus preguntas, al miedo del mañana, a las inquietudes y preocupaciones, proponiendo el Evangelio como respuesta”.

Toda la actividad consiste en el primer anuncio: salir a la calle, a las puertas de las discotecas, a las playas, a los colegios… Allí jóvenes hablan a otros jóvenes de un mensaje del que muchos no han oído hablar en su vida.

Antes de la misión, la oración y la formación

Pero antes de la misión, estos jóvenes evangelizadores necesitan oración, contemplación y formación. Para ello están un año en el monasterio del Espíritu Santo, cerca de Florencia. En este lugar, convertido en una Escuela de Evangelización, algunos jóvenes pueden decidir dedicar a Dios un año de sus vidas.

Los cuatro pilares en los que se basa esta experiencia son similares a lo que hacían y vivían las primeras comunidades cristianas: oración (marcada por la Liturgia de las Horas), la formación, la vida comunitaria y la misión.

Una fuente de vocaciones

Quienes eligen asistir a esta Escuela de Evangelización residiendo en el monasterio aceptan vivir ese año una “castidad con alegría, pobreza con alegría, obediencia con alegría”. Se trata de un periodo de discernimiento marcado por la entrega. Una de las consecuencias es que un porcentaje de estos jóvenes no sólo se convierten en evangelizadores formados sino que además se dan “frutos vocacionales”.

El padre Gianni confirma que “algunos jóvenes que han asistido a la Escuela hoy son sacerdotes o monjas”. Pero también otros fortalecen su vocación al matrimonio. Es el caso de Carolina, una joven de 22 años. Esta separación temporal fortaleció el amor con su novio, que se quedó en su casa. “Nuestra relación es más hermosa e intensa, la distancia y la oración aumentan en nosotros el amor mutuo”, explica.

Una ayuda para muchos jóvenes

Tras varias experiencias religiosas, esta joven asegura que en esta comunidad encontró lo que estaba buscando: ritmo en la oración, una meditación diaria de la Palabra, el “desierto” del viernes, dedicado al silencio. En la Escuela también recibe “lecciones”: reuniones con maestros y personas con distintas experiencias que pasan unos días con ellos para hablar sobre temas teológicos, espirituales, bíblicos o antropológicos. Por ejemplo, uno de los temas tratados es precisamente el de la pureza, tema que a ella le ha ayudado especialmente.

Otro de los jóvenes que participa es Matteo, de 23 años. Afirma que la Escuela le ha ayudado a superar la timidez, la inseguridad y la pereza. En las misiones de evangelización asegura que ha aprendido a lanzarse con coraje.

Tomar esta decisión de dedicar un año a Dios no ha sido fácil para él: “Mis padres no son creyentes y no lo entendieron. A ellos les parecía que escapaba del mundo. Pero me dijeron: ‘te vemos feliz, está bien’”.