El número 10 es un número redondo, podríamos señalar sólo una, o poner 1000. Cada página de la Biblia es un motivo. En ella, como señalamos en la primera razón, se encuentra la Palabra de Dios, por tanto… Pero sí es verdad que a veces nos viene bien que nos recuerden ciertos motivos por los que no podemos dejar de lado la Biblia. De hecho, en la misma Misa, bien diaria o bien la de los domingos, hay una parte inexcusable que es la lectura de “la Palabra de Dios”.

Bueno, esto es algo que escuchamos cada vez que vamos a Misa. Quizá nos hemos acostumbrado a oírlo y lo damos por sentado. Pero debería llenarnos de fascinación cada vez que nos recuerdan que estas lecturas son Palabra de Dios. No son reflexiones piadosas y útiles para la vida espiritual, y tampoco son las reflexiones del Papa actual, al que tanto queremos… Son mucho más, son la base sobre las que asientan. Es san Pablo el que dice: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia” (2 Tim 3,16).

Revelada quiere decir descubierta para que nosotros podamos leerla, entenderla y vivirla. Es evidente que Dios podría decirnos infinidad de cosas más. Pero las que nos ha trasmitido, lo ha hecho por algo. Y son éstas, y no otras las que Él ha querido que nosotros conociéramos. ¿Dónde encontrar ese mensaje especial de Dios para el hombre? En la Biblia. El profeta Baruc, haciendo referencia al “libro de los preceptos de Dios”, afirma: “Felices somos, Israel, pues lo que agrada al Señor se nos ha revelado” (Baruc 4, 4).

La relación con Dios no es una relación superflua y vacía como la de tantas relaciones humanas que tenemos. Dios crea al hombre y lo ama. Dios es un padre y quiere lo mejor para cada una de sus criaturas. Dios es el primer interesado, por eso toda su palabra es una guía para nuestra vida y nuestra felicidad, fuera de ella no existe esa felicidad y esa salvación.



Sí, la Biblia es ese manual para el seguimiento de Dios. Nuestra salvación no es algo teórico, etéreo, lleno de buena voluntad, de buenismo… La salvación que viene de la Palabra de Dios está hecha de vida, de amor, de acciones… “Todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, cuidad de practicarlos, para que viváis, os multipliquéis y lleguéis a tomar posesión de la tierra que Yahveh prometió bajo juramento a vuestros padres” (Dt 8, 1).

Las palabras de la Biblia son un faro en la tormenta. ¿Cuántas veces dudamos a la hora de tomar una decisión? Todos los días vemos que quien tiene la Biblia en la mano tiene un referente para actuar con pureza de intención y justicia, y quien no, es capaz de tratar a los demás con odio, rencor y venganza. La Palabra de Dios que leemos en la Biblia e inspira nuestra vida es fuente de esperanza y de consuelo, fuente de paz. “En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15, 4)

Pero hay mucho más que una guía moral en la Biblia. Hay ante todo una forma de relacionarse con Dios que es mucho más profunda que el código ético que muchos creen hallar. Si es palabra, puede haber diálogo. Y el diálogo lleva a la comunicación, al conocimiento mutuo y al amor. Conocer a Dios a través de las alabanzas de los salmos, en la sabiduría de los Proverbios, o en la relación de amistad que ha tenido con personas como Abraham, o David, o los profetas… Nadie queda indiferente tras conocer de tú a tú a Dios.

Dice el profeta Isaías: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49, 15).

Sí, orar con la Biblia es una forma de vivir la comunión con toda la Iglesia. En la máxima y más completa manifestación de la fe que tenemos los católicos, la Misa, hay una parte indispensable e insustituible que es la “lectura de la Palabra de Dios”. Nada menos que tres lecturas en las misas de diario, y cuatro los domingos y festivos. Es más, el sacerdote, tras las lecturas, las comenta y ayuda a los fieles a comprenderlas y desgranar su significado.

Aún hay más. Existe una oración a la que todo sacerdote y religioso y religiosa, está obligado a rezar a diario: la Liturgia de las Horas, el Breviario. ¿Y qué son, sino salmos y textos bíblicos? Afortunadamente cada día hay más y más laicos que se unen al coro de los sacerdotes y los consagrados que rezan incesantemente con esta oración, puesto que la “Liturgia de las horas es la oración de la Iglesia”.



Dice san Pablo a Timoteo: “Desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Tim 3,15). Es a partir de ella de donde nace y conocemos nuestra fe. Cualquier documento del Magisterio de la Iglesia tiene un fundamento bíblico, de lo contrario no sería una verdadera enseñanza.

“Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10, 9). ¿Quién nos ha enseñado estas palabras que son el centro de nuestra fe? ¿Quién las ha conservado durante siglos para que nos llegaron a nosotros 2000 años después? Sólo la Iglesia Católica. Ahondar en la Biblia es descubrir el mensaje custodiado por la Iglesia para la salvación de mi alma. La Biblia nos ayuda a amar a quien nos ha amado, a tantos hijos e hijas que han dejado su vida en el camino, incluso en el martirio, para que a nosotros nos llegara este mensaje.

Claro que sí. Hay quien ve en la Biblia un conjunto enseñanzas pesadas o textos proféticos complejos de entender. Quizá lo que falta en la Iglesia es una pedagogía bien aplicada para la enseñanza de la Biblia. Nos hemos centrado en el Nuevo Testamento, y está bien, pero desconocemos la presencia de Dios en la vida de los Patriarcas; de Moisés nos quedamos con las 4 anécdotas de las plagas, la zarza ardiendo y poco más; desconocemos las aventuras y desventuras del Rey David y sus amigos, de quien sólo recordamos su amorío con Betsabé; no conocemos la mano de Dios en la historia de Israel, esa relación amor y odio, tan humana y tan divina, siempre actual. Lamentablemente nos perdemos la historia de la arriesgada y valiente heroína Judith, la importancia del amor en el matrimonio y la familia de Tobías, o esa valiente Ester, modelo de mujer decidida a defender los derechos de su pueblo aún a costa de su vida…

¿No te parecen suficientes razones? Empieza a leer la Biblia, verás que cada página es una historia que vale la pena conocer. Nunca es tarde para descubrir el rostro de Dios a través de las Sagradas Escrituras. Este es tu momento.