Pedro Sarubbi es un hombre apasionado y no le temía a los desafíos en la actuación. Siendo apenas un adolescente, huyó de su casa y se unió a una compañía circense. Luego siguió recorriendo el mundo, creyendo dice que “en algún lugar podría llenar aquél vacío espiritual” que lo afligía.

Probó ingresando al Monasterio de Shaolin en la provincia de Henan (China) para formarse en artes marciales. No estaba allí lo que buscaba. Recorrió entonces el Tibet, aferrado a un voto de silencio autoimpuesto, durante seis meses, para alcanzar el anhelo budista de la Iluminación. Pero su angustia existencial continuaba, inamovible, a pesar de sus esfuerzos.

Practicó meditación en la India y –casi al borde del agotamiento- permaneció más tarde en la Amazonia brasileña…, donde aprendió a hablar portugués. En paralelo, entre viaje y viaje, continuaba su carrera como actor…

La había comenzado a los 18 años trabajando en obras de teatro, comerciales y cine italiano independiente. Se especializó en la comedia, pero siempre sentía una leve sensación de fracaso, pues su anhelo era dirigir. “Me sentía un tigre de Bengala encerrado en una jaula de circo preparado para el show”, reconoce.

Hollywood, pareció sonreírle cuando tuvo un papel secundario en la película “La mandolina del Capitán Corelli” (2001), pero su minuto de gloria no aparecía ni el vacío existencial le abandonaba.


Meses después de aquella película cuenta que “un día sonó el teléfono con la oferta para colaborar en una película de Mel Gibson. Siempre en las películas anteriores había desempeñado papeles oscuros, así que pensé que esta sería otra película de acción”. Pero el filme narraría la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Estaba sorprendido. “Nunca me imaginé que yo podía actuar en una película sobre la pasión de Cristo, porque en ese entonces estaba muy lejos de la iglesia”, recuerda.

Deseaba encarnar al apóstol Pedro y no ocultó su decepción cuando Mel Gibson le comentó que lo buscaba para interpretar a Barrabás... “La verdad es que deseaba actuar como el apóstol Pedro no por algo espiritual, sino porque pagaban mejor por día trabajado y Barrabás aparecía muy poco tiempo. Entonces argumenté que yo era una persona famosa y no me podían dar un papel pequeño”. Pero terminaría de Barrabás y algo más finalizaría durante el rodaje, breve, pero fundamental para el resto de su vida…

Pocos días antes de rodar la escena, señala, tuvo una conversación con Mel Gibson, quien quiso darle más detalles del personaje: Que Barrabás no era sencillamente un bandido, que pertenecía a la casta de los ‘Zelotes’, le comentó. Pero agregó un detalle que caló profundo en Sarubbi… Barrabás, le dijo, estuvo preso por años, fue torturado y llevado al límite “comenzó a convertirse en esa bestia, que no tiene más palabras. Él se expresa con la mirada. Por eso yo te elegí… después de investigar, tú pareces encarnar bien a ese animal salvaje y, al mismo tiempo, refugiar en el fondo del corazón la mirada del hombre bueno”, dice que sentenció Gibson.

A los pocos días estaba en el set, y por unos minutos se quedó absorto contempló a su colega Jim Caviezel, quien interpretaba a Jesús. Estaban a minutos de registrar la escena en la que el pueblo perdonaba a Barrabás y condenaba al Mesías… y de improviso Pedro Sarubbi y Barrabás, en el alma del actor, eran sólo uno. La escena avanzaba y él ya no actuaba, vivía, vibraba los acontecimientos en todo el ser. ¡Por fin los gritos de la multitud habían logrado su anhelo, él, Barrabás, estaba liberado! Avanzó bajando los peldaños y su mirada se cruzó con la ternura infinita de los ojos de Jesús… “Fue un gran impacto. Sentí como si hubiera una corriente eléctrica entre nosotros. Veía al propio Jesús”.

A partir de aquel momento, el actor italiano, narra que todo en su vida cambió. Aquella paz, dice, que por años había buscado en decenas de viajes había visitado su alma. “Al mirarme, sus ojos no tenían odio ni resentimiento conmigo, solo misericordia y amor”.

Esta fulminante conversión de Pedro Sarubbi que narra en su libro “Da Barabba a Gesù - Convertito da uno sguardo” (De Barrabás a Jesús, convertido por una mirada) ha dado inicio a una etapa de su vida donde el don de la fe toca todo ámbito de su vida.

Al finalizar, con una personal exégesis de la historia bíblica, explica la razón de su gratitud con aquél personaje, Barrabás, que había resistido encarnar… “Es el hombre que Jesús salvó de ser crucificado. Es él quien representa a toda la humanidad”.