El Papa Francisco ha sugerido este martes en un encuentro con refugiados en la sede italiana del Servicio Jesuita a los Refugiados que los conventos vacíos pueden servir para acoger a refugiados.

"Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no sirven a la Iglesia para transformarla en albergues y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor llama a vivir con generosidad y coraje la acogida en los conventos vacíos", ha precisado.

Es cierto, según ha añadido, que esta tipo de medidas "no es algo fácil" sino que se necesita "criterio y responsabilidad" pero, sobre todo, según ha remarcado, "se requiere también coraje".


En un mensaje en el que ha destacado la importancia de servir y defender a los pobres, reconociéndolos como personas y ayudándoles a salir de su situación no solo ofreciéndoles un sandwich, se ha dirigido especialmente a la propia Iglesia para que la acogida a los necesitados y la promoción de la Justicia no se deje solo en manos de ´especialistas´ sino que impregne "toda la pastoral" así como la formación de los futuros sacerdotes y religiosos, el empeño de todas las parroquias y movimientos.

El Papa ha recordado el "difícil, agotador, incluso violento" viaje por el que pasan los refugiados, "sobre todo, las mujeres, las madres" que "lo soportan para asegurar un futuro a sus hijos y una esperanza de vida diferente para ellos y sus familias".

Por ello, ha instado a las ciudades que les acogen a esforzarse en permitir a estas personas "recuperar una dimensión humana, empezar a sonreír".


El Papa habló así desde el Centro Astalli de Roma (www.centroastalli.it), que es la sede italiana del Servicio Jesuita para los Refugiados. El centro Astalli se encuentra en pleno corazón de Roma y en su comedor cada día se forma una fila de más de 400 personas, entre solicitantes de asilo y refugiados, espera poder recibir una comida caliente.

El Papa acudió después a la Iglesia romana del Gesú, muy ligada a la historia de la Compañía de Jesús, donde se encuentra la tumba de Pedro Arrupe, el general español de la Compañia que fundó el Servicio de los Jesuitas para los Refugiados.

En un gesto muy significativo, puso flores en la tumba de Arrupe acompañado de refugiados cristianos coptos de Egipto.


El Papa también habló con un grupo de 20 refugiados, entre ellos una mujer joven del Congo, una pareja con niños de Camerún, un joven jugador de fútbol de Somalia, y un periodista perseguido en Pakistán y con dos hijos, que acababa de llegar de Afganistán.

Tras su discurso, todos se reunieron en la capilla del centro para orar. El Papa también se reunió con 250 voluntarios que trabajan con refugiados.