El Papa ha querido en este año realzar la figura de San José con la creación de un Año Santo dedicado al esposo de la Virgen y el hombre que cuidó de Jesús en su infancia. A pesar de ser una figura central en el cristianismo siempre ha sido un santo discreto. Y ahora que se acerca su fiesta que celebramos el 19 de marzo, su importancia en la Iglesia se va poniendo en valor.

En Patris Corde, Francisco explicaba que “todos pueden encontrar en San José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en ‘segunda línea’ tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.

Como patrono también que es de la Iglesia Universal, del que se cumple ahora el 150 aniversario, y también de los seminaristas, los obispos españoles han querido enviar un mensaje a todos los sacerdotes y seminaristas proponiéndoles algunas enseñanzas de San José que les resultarán útiles y buenas para su ministerio, y por tanto, para todos los creyentes.

“En nuestro ánimo de pastores, también nosotros vivimos momentos de oscuridad e incertidumbre. Por eso debemos confiar con especial intensidad en la intercesión de San José, que afrontó las dificultades de la vida con la humildad, la inteligencia y la valentía que brotan de un ‘corazón de padre’, como nos ha recordado el Papa Francisco”, afirman en su escrito.

Por ello, inciden que la Iglesia necesita que “los Seminarios fijen los ojos en el modelo de san José, para seguir aprendiendo de su pedagogía. Como el hogar de Nazaret, donde María gesta en su seno al Hijo de Dios y José lo educa paternalmente, preparando juntos su misión, el Seminario es el hogar donde se gesta y educa la misión del futuro presbiterio, al servicio de la Iglesia diocesana. El Seminario es realmente un presbiterio en gestación. Así, la presencia discreta y atenta de san José en cada comunidad formativa, al lado de María y en estrecha colaboración con el misterio de su maternidad, alentará nuestros esfuerzos por ofrecer a la Iglesia y al mundo los pastores misioneros según el corazón de Dios, que tanto necesita”.

Los obispos españoles han querido recordar tres rasgos de la paternidad de San José e invitan a meditar sobre ellos durante estos días pues servirán para “iluminar con su ayuda la educación y la renovación interior de la vocación que hemos recibido”.

1. Representante de la paternidad de Dios

En primer lugar San José asume –explican los obispos españoles- la misión de actuar como representante de la paternidad de Dios. “Respecto a Jesús, él ejerció una paternidad de representación, una paternidad de adopción. Pero, en el fondo, esta es la verdadera realización de la paternidad como imagen del único Padre, que es Dios. Por eso, cuando Jesús nos exhorta diciendo: «No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo» (Mt 23, 9), está reconociendo el altísimo valor de la paternidad de José, que fue en todo momento una pura transparencia y representación de la paternidad de Dios. Para nosotros, sacerdotes, ser padres debe significar representar al Padre celestial entre los hombres, adoptándolos como hijos y dándoles la firmeza que proviene de la fe en el Padre del Cielo”, afirman.

Por tanto, consideran que el seminario debe ser el lugar donde “aprendemos el sentido del sacrificio de José, y nos eduquemos en la entrega total que conlleva vivir nuestra paternidad personal como testimonio de la única paternidad divina, garante de la humanidad del hombre. Aprendiendo a renunciar a toda posesión -del tipo que sea- sobre nuestros futuros “hijos”, respecto a nuestra labor pastoral, desde una paternidad espiritual que engendre libertades y despierte a todos a una vida plena, de entrega consciente, libre y alegre”.

2. La valentía, humildad y discreción de San José

En este segundo punto destacan cómo José desarrolla “heroicamente” sus cualidades vocacionales, especialmente la “valentía, la humildad y la discreción” para así “proteger la vida de María y del futuro Mesías en medio de un ambiente hostil”.

“De huida en huida, de Belén a Egipto y de Egipto a Nazaret, José será emigrante y peregrino, y trabajará en la gestación de la misión futura de Jesús, haciendo todo lo posible por alejar de su familia la amenaza de la violencia y de la muerte, renunciando a toda comodidad y brillo personales, para valorar el anonimato, el escondimiento y la callada siembra a largo plazo. También nosotros, sacerdotes, debemos discernir los caminos pastorales de la siembra evangelizadora y huir de los peligros que se esconden en lo que el Papa Francisco ha venido en llamar la mundanidad espiritual”, recalcan en este mensaje a sacerdotes y seminaristas.

3. Preparador inmediato de la misión pública de Jesús

En tercer y último lugar, los obispos españoles destacan que San José ejerció con “gran sabiduría” una labor pedagógica imprescindible como "preparador inmediato de la misión pública de Jesús”.

De este modo, señalan que “después de la etapa en la que el niño aprende de la madre el amor a la Palabra de Dios, a la oración y a una vida virtuosa, el adolescente y el joven pasa a los brazos del padre para aprender un oficio y habilitarse para la vida adulta. La providencia ha puesto a san José junto a Jesús para que aquel cuya humanidad habrá de ser ungida por el Espíritu Santo se habilite humana y espiritualmente, y desarrolle su capacidad de entrar en relación con las familias de los hijos de los hombres, tejiendo relaciones de corazón a corazón, en la misericordia ofrecida y la lucidez del amor maduro”.

Por ello, los obispos destacan que “estas relaciones, bajo el aprendizaje de José, deben ser el fundamento de nuestra misión eclesial como presbíteros. Los apóstoles, enviados por Jesús, desde su relación de amistad con el Maestro, transmitieron con fidelidad su palabra, de persona a persona y de corazón a corazón, sembrando el Evangelio y la vida cristiana en las naciones evangelizadas que formarán la gran familia que es la Iglesia, siempre en salida y siempre en misión.

En definitiva, “el Seminario debe dejarse marcar también por la herencia de san José, como preparador de la misión de Jesús y de la Iglesia. Los futuros sacerdotes, apóstoles de Jesús, con corazón misericordioso, deben entrar en el corazón de las casas, estar cerca de las personas, de los sufrimientos y las alegrías del Pueblo de Dios, para consolar y restablecer las relaciones de libertad y de amor que construyen la Iglesia, evitando y curando el mal de nuestro tiempo caracterizado por una regresión al individualismo, que dificulta la transmisión del Evangelio”.